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Adicción del juego al abismo

Hace 2 años se creó el grupo Jugadores Anónimos en apoyo

 Foto: ARCHIVOS

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Lulú, Mary y Karla apostaron hasta quedarse sin nada. Las cuentas no son exactas pero van desde 500 mil hasta un millón de pesos perdidos en horas y horas de juego en los casinos de Torreón.

Ahora lo más importante para las tres no es recuperar los bienes materiales sino reconstruir su vida que casi pierden por su adicción al juego. Lulú, Mary y Karla, ahora pertenecen a la asociación Jugadores Anónimos de Torreón.

La asociación Jugadores Anónimos surgió hace más de 50 años en Los Ángeles, California, y en Torreón se creó en enero de 2009 con el objetivo de atender a los ludópatas, es decir, personas adictas al juego.

"Es una adicción como la droga o el alcohol, como cualquier otra que te lleva a perder a la familia, la salud y el patrimonio", dice Lulú, presidenta de Jugadores Anónimos de Torreón.

Jugadores Anónimos tiene 15 personas activas pero desde que inició al menos 100 ludópatas han solicitado el apoyo de esta asociación.

"Desgraciadamente en esta enfermedad la persona reacciona hasta que toca fondo, ya cuando está completamente derrotada porque lo debe o lo ha perdido todo", dice Lulú.

El grupo está ubicado en la Plaza del Sol, sobre el bulevar Revolución y calle Eglantinas, en el local número 11. Las personas interesadas en recibir ayuda pueden llamar al número celular 87-11-18-82-07.

Jugadores Anónimos cuenta con un programa de recuperación que consiste en seguir 12 pasos como en donde el ludópata reconoce su enfermedad en una tribuna ante el resto de los integrantes de la asociación; también realizan un inventario moral y financiero, entre otros.

Sólo por diversión

La adicción de Lulú comenzó con la llegada de los casinos a Torreón. Al principio jugaba por diversión y sólo por pasar un rato agradable pero después todo se salió de control.

"Tenía un negocio propio y siempre traía dinero en la bolsa; me sentía bien apostando y no sé en qué punto brinqué la línea y me convertí en una jugadora compulsiva: iba al casino en la mañana, tarde y noche", comenta.

Para apostar, Lulú comenzó a gastar el dinero de su negocio, luego pidió prestado, y después empeñó sus pertenencias. Además estuvo a punto de divorciarse porque pasaba todo el tiempo en el casino, sin hacerle caso ni a sus hijos ni a su esposo.

Durante 5 años, Lulú se dedicó a apostar sin ningún control. Estima que en ese tiempo gastó un millón de pesos en el casino, o tal vez más. "De dónde salió ese dinero, no lo sé. No he hecho cuentas exactas y no quiero hacerlas".

Sólo tiene claro que comenzó a tocar fondo cuando su adicción al juego, provocó que su salud se quebrantara.

"Por la ansiedad me daba taquicardia, insomnio, me sentía morir por las noches. Mi esposo se dio cuenta de lo que pasaba y me apoyó con mi rehabilitación mandándome al grupo de Jugadores Anónimos de Monterrey, y después fueron ellos quienes me ayudaron a crear el de Torreón".

En los casinos siempre le iba bien, al menos eso creía Lulú porque ganaba, pero como todo jugador compulsivo nunca dejaba de apostar hasta que lo perdía todo.

"Sí ganamos en el casino pero no te sales del juego hasta que pierdes el último centavo. Mi negocio quebró por mi adicción; no perdí ni la casa ni el carro porque son de mi esposo, pero si hubiera podido claro que los hubiera vendido".

Hace tres años que Lulú dejó de jugar y volvió a abrir su negocio. Considera que recuperar los bienes materiales es lo menos importante, pues lo más difícil es recuperar el tiempo, la salud, y la familia. En Jugadores Anónimos el único requisito para recibir ayuda es querer dejar de jugar, explica Lulú. "Muy pocos conocen este grupo de autoayuda para la gente que sufre por su adicción. Nosotros no estamos en contra de ningún casino, es una diversión, el problema es que hay gente en graves problemas económicos por sus apuestas".

Lo que más le preocupa es ver que los casinos están llenos de jóvenes y cuando se vuelven adictos dejan hasta la escuela.

"En el grupo hemos recibido a señoras con sus hijos que aparentemente estaban estudiando pero dejaron la escuela por el juego, y nadie se había dado cuenta".

Lo primero es entender que la ludopatía es como una enfermedad crónica, es decir, no va a desaparecer pero se puede controlar. "El juego te puede llevar a la cárcel y al suicidio, y en Torreón se han registrado casos de gente del casino que ha perdido la vida porque no tiene el valor de enfrentar sus deudas o porque no soportan quedarse sin nada".

Mentira tras mentira

Mary apostó durante cuatro años en los casinos de Torreón. Hace cuatro meses que no juega, y dice que aún no logra comprender cómo se convirtió en una ludópata. Lo que sí sabe es que al mes de comenzar a jugar ya no podía controlar sus apuestas.

Siempre iba sola al casino y con al menos cinco mil pesos en la bolsa en cada visita. Ahora que está en el grupo se da cuenta que su adicción no inició sólo por diversión sino porque se sentía sola y quiso llenar ese hueco con el juego.

"Cuando atravesaba la puerta del casino sólo éramos la máquina y yo; no existía nada ni nadie más. En ese entonces pensaba que sólo ganaba pero ahora me doy cuenta que en realidad estaba perdiéndolo todo".

Siempre apostaba al menos cinco mil pesos para poder sentirse segura en el casino. El dinero lo sacaba del salario de su marido y de unas rentas en la Ciudad de México, además empeñó, pidió prestado, pagó con tarjetas de crédito, y también llegó a robarle dinero a su madre.

Mary tampoco pagaba los servicios básicos para quedarse con el dinero y apostarlo, y comenzó a sobornar a los empleados de Simas y CFE para que no le cortaran ni el agua ni la luz.

Llegó al extremo de escanear recibos para imprimirlos y pegarlos en el refrigerador, para hacerle creer a su esposo que ya los había pagado. También dejó de pagar las colegiaturas de sus hijos y las mensualidades de la casa.

Su adicción por el juego la hizo capaz de robarle 70 mil pesos a su madre en tan sólo un mes. Estima que en cuatro años gastó en los casinos de Torreón hasta un millón de pesos.

"Mi esposo sabía que jugaba pero no sabía hasta qué grado, siempre le mentía. Cuando estaba en el casino no le contestaba o me salía a la calle para que creyera que andaba en la calle", dice.

Mary dice que los jugadores son personas extremadamente inteligentes, pues planean cómo sacarles el dinero a las personas sin que se den cuenta que lo quieren para apostar, porque aprenden a mentir muy bien.

"Vivo desahogadamente gracias a mi esposo, por eso tenía dinero para apostar. Sí estaba consciente de lo que hacía porque cada vez que salía del casino me sentía mal por todo el dinero que perdía pero era algo que no podía controlar".

Lo que más lamenta es haberle robado a su madre. "Mi hermana me vació toda la casa y vendió mis muebles para pagarle el dinero. Yo había intentado dejar el juego en dos ocasiones y no pude, primero fui con un sacerdote que es psicólogo, luego fui con otro psicólogo que hasta me hipnotizaba pero yo llegaba bien jugada a las sesiones, así que tampoco funcionó".

Desde que llegó al grupo comenzó a dejar de jugar y no siente la ansiedad de volver a hacerlo. "Claro que tengo miedo de recaer pero me siento más fuerte que nunca y ahora cuido cada peso que traigo en la bolsa".

Atrapada en el juego

A Karla ni siquiera le gustaba el juego. Dice que comenzó a apostar por soledad y para no pasar tanto tiempo en su casa.

Karla entró al grupo de Jugadores Anónimos hace dos años pero en realidad no tenía la disposición de recuperarse porque llegaba a las sesiones después de apostar en los casinos.

"Mi problema fue creciendo y me afectó mucho emocionalmente y en salud. Tuve una crisis muy fuerte, primero busqué un internamiento y saliendo de ahí me integré al grupo y ahora me siento bien y no he vuelto a jugar".

Cada vez que sube a tribuna siente que muchas personas se reflejan en ella, y por eso considera que lo importante no es dejar de ir a las sesiones. Dice que al principio se extraña mucho el placer de jugar pero todo está en tener fuerza de voluntad.

"A mí me llevó al juego mi soledad y mis problemas con mi ex esposo. Lo vi como una salida porque en el casino estaba a todo dar y socialmente es aceptable porque no andas con nadie, pero cuando menos acuerdas ya estás envuelto en una adicción terrible, pides dinero, no duermes, y haces mil cosas por apostar".

Karla no quiere culpar a nadie de su adicción pero dice que su esposo siempre le daba dinero para jugar con tal de que no se divorciara de él. Incluso la primera vez que pisó un casino fue con él y no le gustó porque en dos minutos perdió 100 pesos, pero el ambiente la fue envolviendo poco a poco hasta convertirse en una adicta.

"Quería compensar mis problemas con el juego pero finalmente sola toqué fondo porque enfermé: ya no dormía, no me levantaba de la cama, y físicamente estaba muy mal".

Recuerda que sentía que el casino era un lugar sólo para ella donde no tenía qué ocuparse ni de sus hijos ni de su esposo. Al casino siempre llegaba con al menos mil 500 pesos en la bolsa y dice que le iba bien, incluso en una ocasión llegó a ganar hasta 40 mil pesos en una sola noche.

Karla tampoco quiere hacer cuentas de cuánto dinero gastó pero en el inventario moral y financiero que les piden hacer en Jugadores Anónimos, calcula que apostó como medio millón de pesos.

"Yo no tenía dinero, todo eso me lo dio mi ex pareja con tal de que no lo abandonara porque ya habíamos tenido un problema fuerte y sentía que debía compensarme de alguna manera".

Finalmente, Karla decidió divorciarse y ya no permitió que su esposo la siguiera induciendo al juego con tal de que no lo dejara.

"Me divorcié y no me importó perderlo todo porque yo no me quedé con nada. Después de la separación seguí jugando todavía como un año pero gracias Dios ahora tengo dos trabajos y mi propia casa".

Hace tres años que Karla dejó de apostar. Ahora se siente segura de que no volverá a jugar pero no se confía, por eso sigue acudiendo a las tribunas a escuchar las historias de quienes apenas inician con su rehabilitación.

"Cuando los escucho hablar me acuerdo de mi historia y pienso 'esa era yo cuando llegué aquí' y me sirve para no olvidar lo que fui. Sé que la adicción existe en mí y no puedo descuidarme ni un momento porque no quiero volver a caer en el juego de nuevo".

500

 MIL PESOS

Hasta aproximadamente un millón de pesos es lo que perdieron las tres jugadoras.

12

 PASOS

Tiene el programa de Recuperación de Jugadores Anónimos.

Los doce pasos hacia la recuperación

El Programa de Recuperación de Jugadores Anónimos consiste en 12 pasos:

1 Admitimos que éramos impotentes ante el juego, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.

2 Llegamos a creer que un Poder más grande que nosotros mismos podría devolvernos a una manera normal de pensar y vivir.

3 Tomamos la decisión de entregar nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de este Poder de nuestro propio entendimiento.

4Sin temor hicimos un valiente inventario moral y financiero de nosotros mismos.

5 Admitimos ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras equivocaciones.

6 Estuvimos enteramente dispuestos a que se eliminasen estos defectos de carácter.

7 Humildemente pedimos a Dios (de nuestro entendimiento) que elimine nuestros defectos.

8 Hicimos una lista de todas las personas a quienes habíamos dañado y estuvimos dispuestos a hacer enmiendas a todas ellas.

9 Hicimos enmiendas directas a cada persona cuando fue posible, excepto cuando el hacerlo podría herir a ellos o a otros.

10 Continuamos haciendo el inventario personal y cuando estábamos equivocados rápidamente lo admitimos

11 Buscamos a través de la oración y la meditación, mejorar nuestro contacto consciente con Dios como lo entendemos, rogando sólo por el conocimiento de su voluntad y el poder para llevarla a cabo.

12 Habiendo hecho un esfuerzo para practicar estos principios en todos nuestros asuntos, tratamos de llevar este mensaje a otros jugadores compulsivos.

FUENTE: JUGADORES ANÓNIMOS DE TORREÓN

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