L A riqueza de México son sus recursos naturales. Sin embargo, en la segunda década del siglo XXI nos hace falta una política a favor de su uso sustentable. Necesitamos seguridad energética. Para los mexicanos estos recursos son estratégicos en lo económico y financiero y en el desempeño de la política exterior y la seguridad nacional. Hoy carecemos de una visión integral y de largo plazo.
El sector energético requiere cambiar. Habría que integrar hidrocarburos, electricidad, gas, energías alternativas y energía nuclear en función del entorno en el que actúan: en el ambiente y en sus impactos económicos. Es inminente un esquema de planeación energética para el desarrollo industrial, innovación tecnológica y formación de capital humano. Busquemos propuestas que se integren a lo establecido en la Constitución y que permitan la participación de los actores privados en el sector. Ampliar la Comisión Nacional de Hidrocarburos de 2008 a una Comisión Integral de Energía permitirá definir el sector desde un enfoque global, no parcial. El sector energético necesita de entidades públicas productivas que se acompañen de inversiones privadas para aprovechar eficientemente los recursos naturales. Como dijo el ex presidente Lula da Silva, el responsable seguirá siendo el Estado. No obstante, debemos insertar más inversiones privadas, nacionales y extranjeras, que, sin dejar de estar reguladas, favorezcan al desarrollo. Así responderemos a los retos de seguridad energética de México en el mundo.
Hasta ahora no se incorporan los otros aspectos energéticos en una agenda integral, lo cual es negativo. Las consecuencias del cambio climático tienen una relación directa con las medidas tomadas en materia energética. El uso del transporte, las emisiones de carbono, la quema innecesaria de gas, las crecientes inundaciones y las afectaciones al ambiente son tan sólo algunos ejemplos de la falta de planeación energética.
Necesitamos centrarnos más en energías limpias. El uso del gas desplaza los impactos negativos del petróleo. Es también mucho más limpio que el carbón. Existen otras fuentes. El caso de las energías alternativas como la eólica, solar, biocombustibles o nuclear implican retos y costos que deberíamos visualizar hoy. Difícilmente serán la prioridad en el siglo XXI, pero es importante dar los pasos para consolidarlos y llegar a ser sustentables.
Más de 80% de la energía en el mundo proviene de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón. En México esta proporción es de 91%. El sector energético global es responsable de 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sumado a esto, la producción de las reservas de gas y petróleo caerá de 40% a 60% para 2030. Los cambios en el comportamiento y en los hábitos sociales son lentos. Acostumbrar a una sociedad al uso de un energético en lugar de otro lleva tiempo y generaciones. Hoy el gas adquiere énfasis nuevos, pero su trascendencia será paulatina. Necesitamos un diálogo entre los diferentes sectores para comenzar una planeación costo-beneficio del desarrollo de las energías renovables como la solar y la eólica y el desarrollo de nuevas tecnologías, como el combustible de hidrógeno. Habría que modernizar la capacidad instalada, como en las centrales hidroeléctricas y en el desarrollo de biocombustibles.
Además, el sector energético en México se ha desarrollado sustancialmente en las últimas décadas, pasando de 2 megawatts (MW) de energía renovable instalada en 2005 a 518.63 MW en 2010. Se requiere invertir en estas energías y crear un marco legal adecuado. Observemos y aprendamos de algunos ejemplos: Singapur cuenta con una cultura sobre el cuidado del agua. Además, tiene la mayor planta de biodiesel en el mundo, construida con una inversión de 767 millones de dólares. Esto significa una apuesta para las energías renovables: se pretende una reducción de entre 40 y 60% de gases de efecto invernadero. México tiene una de las radiaciones solares más importantes del planeta, con 2 mil 400 kilowatts que debería aprovechar para fomentar mecanismos de energías renovables.
Otro reto en materia ambiental es incorporar a las pequeñas y medianas empresas a enfrentar el cambio climático y desarrollar un mercado financiero que otorgue créditos e instrumente programas que minimicen el impacto ambiental. Por otra parte, el potencial para aprovechar la energía eólica en la zona del Istmo de Tehuantepec es enorme. Se estiman valores mayores a 500 watts por metro cuadrado; en Europa apenas llegan a 200. Sería conveniente explotar las condiciones naturales a mediano plazo; aprovechar al máximo las posibilidades de lo eólico. Esto ha sido eficiente en España, Inglaterra y Alemania. En Dinamarca, para 2020 el 20% de la energía que consuman será eólica y para 2050, más de la mitad.
Hasta hoy México se centró en hidrocarburos. Hay algunos avances pero falta mucho por hacer. Repensemos la agenda energética en forma integral.