El jugador mexicano Kristian Álvarez patea el balón durante la sesión de entrenamiento de ayer en Bogotá, Colombia. México enfrentará a Francia en el partido por el tercer lugar del Mundial Sub-20 el próximo sábado. (AP)
Se perdió. Se cayó con el orgullo intacto, con la cara al sol, pero al final el resultado es el mismo: derrota.
La caída ante Brasil, la noche del miércoles, hizo que el despertar mexicano fuera amargo. Pocas sonrisas, pocas carcajadas, un desayuno en donde sólo se oían los cubiertos al chocar con los platos y un viaje en avión a Bogotá más silencioso aún.
Hasta que Juan Carlos Chávez dijo en voz alta: "Nadie se ha muerto, vamos por el tercer lugar". Y los jugadores asintieron: "Queremos podio, queremos ganarle a Francia".
Las opiniones van hacia el mismo lugar, hacia reencontrarse con la victoria, hacia terminar dignamente lo que comenzaron de igual forma. "Estar entre los primeros cuatro del mundo es algo en donde pocos pueden estar, seguro que muchos de los equipos que fueron eliminados quisieran estar en nuestro lugar", dijo el delantero Taufic Guarch.
No se puede echar todo a una bolsa de basura por quedar fuera de la final. "Fueron dos años y medio de trabajo y sí, el objetivo final de todo este proceso era llegar a la final, pero estas cosas pasan".
Lo que pasó con México fue que en seis juegos sólo anotó siete goles. Es decir, el equipo mexicano anotaba un gol cada 81 minutos. Los delanteros mexicanos aceptan la culpa de no marcar: "Bueno, cualquier delantero tiene sus altas y sus bajas, lo peor es que pasó en un Mundial", dice Guarch.
"Ellos tienen una y te matan. Nosotros tuvimos más y no se pudo. Por eso es que nos vamos tristes", lamenta, por su parte, Érick Torres, decidido ahora a ir por el tercer lugar.
