Al maestro, sin cariño
El respeto ha dado paso a las ofensas, las amenazas, y aquella figura del entrañable maestro se diluye. Las escuelas de la ciudad hoy son semillero de una de las generaciones más violentas que haya ocupado las aulas en las últimas décadas, según confirma el responsable de la Unidad de Seguridad Escolar de la Secretaría de Seguridad Pública, superintendente Fausto Gómez Lira, quien apunta: "Son más violentos cada día, esto es un fenómeno generalizado que no se caracteriza por estar en zonas marginales, los focos rojos están prendidos por toda la ciudad".
Niños y jóvenes que ya no conocen límites protagonizan sucesos violentos, de abusos, drogas, riñas, agresiones y amenazas que se viven en las escuelas de todos los niveles, privadas o públicas. Lo hacen por moda y por ser "populares" en YouTube.
Más que un juego
Comenzó como un juego, de los muchos que se han permitido entre alumnos y un muy joven maestro de matemáticas en una secundaria de la colonia Petrolera, en Azcapotzalco.
Los jóvenes, en un turno vespertino, se negaban a dejar que el maestro calificara los exámenes parciales, querían que los pasara a todos. "Quién sabe cómo empezó la cosa", cuenta la maestra Verónica, quien daba clases de español en un salón contiguo, "se escuchó mucho ruido y gritos, hasta que se dieron cuenta que una bola de chamacos llevaban cargando a alguien". Era el maestro.
Sentado ante su escritorio, mientras revisaba detenidamente los exámenes, el profesor, moreno, delgado, incluso con una complexión similar a algunos de los estudiantes menos fornidos, no se dio cuenta cuando fue rodeado por los muchachos, cuando tomaron su silla por las patas y lo levantaron en vilo, entre gritos y euforia del salón entero, para llevarlo en andas fuera del salón ubicado en el segundo piso.
Los estudiantes depositaron la silla en el umbral del salón y cerraron la puerta por dentro, entre risotadas y silbidos, mientras el joven docente, atribulado según cuenta su colega, tocaba la puerta para que lo dejaran entrar. Uno de los prefectos fue en su ayuda, dio aviso a la dirección y obligó a los estudiantes a abrir la puerta. Ahí terminó el asunto. El maestro fue sancionado. Regresó días después al salón y desde entonces se ha convertido en objeto de burlas.
Vive con miedo
Un maestro de quinto grado en una escuela primaria pública de Santa Cruz Meyehualco, en la delegación Iztapalapa, lleva más de siete meses viviendo con miedo: una de sus alumnas, llamémosle Rocío, está enamorada de él.
Roberto, el maestro, relata su agobio: "de los mensajes en celular pasó a los correos y las cartas hasta que empezó a mandar fotografías.
Lo informé a la dirección, pero no me hicieron caso".
Rocío tiene 12 años.
Con el paso de los meses ha escalado el acoso. De las cartitas pasa a las confesiones.
Rocío tiene una vida sexual activa y se lo manifiesta al maestro, de 43 años, de un modo que no deja dudas: "A veces asiste al salón de clases sin ropa interior", denuncia el profesor, "y ha insinuado que si no le hago caso va a denunciarme por acoso sexual".
Cuando el maestro decidió expulsar a la niña del salón de clases, la dirección de la primaria vespertina le indicó que debía saber manejar la situación y decidió sólo el cambio de grupo de la menor, pese a lo cual ella no ha desistido.
No hay control
Sofía y Fernanda, maestra y coordinadora del bachillerato en una escuela privada de la colonia Juárez, lo cuentan casi sin inmutarse: Mario, un muchacho del quinto semestre, fue expulsado recientemente luego de encontrársele en la mochila un paquete de marihuana tan grande como una bolsa familiar de papas fritas.
Ni siquiera se caracterizaba por ser el alumno más violento, o el más agresivo, Y hasta sacaba dieces. ¿Vendedor, consumidor o mula de narcotraficantes? A los 15 años, Mario bien puede ser las tres cosas. "Lo expulsaron luego, luego", dicen, pero ninguno de sus compañeros de clase, acostumbrados a eso, opinó que lo que hizo estuviera mal.
Y ni siquiera es el primero. Otros niños, también "distribuidores" de drogas, han sido sorprendidos en la escuela, sin que haya más sanción que la expulsión o cambio de turno.
"Recibimos a muchos que han sido expulsados de todos lados". Y no hay limpia posible. Se van unos, pero llegan otros. A veces peores.
'Se va a arrepentir'
La denuncia de hechos radicada en el Ministerio Público de la subdelegación Álvaro Obregón de la procuraduría capitalina establece que, pese a la golpiza, los ladrones no se llevaron nada, no le quitaron nada.
Por ello, para José Luis, uno de los no muchos maestros de nacionalidad mexicana que dan clase en un prestigiado colegio ubicado en la colonia Jardines del Pedregal, se trató de la consumación de la amenaza, no de un asalto. La historia comenzó con una calificación reprobatoria.
El joven de segundo de secundaria, "hijo de un alto diplomático", le pidió ayuda. El maestro, conocedor del riguroso sistema evaluatorio de la institución, se negó.
El alumno, enfadado, le insistió. La negativa se mantuvo.
"Se va a arrepentir", dijo finalmente el chico de 14 años. José Luis no tomó en serio esos dichos. Siguió su rutina.
Dos semanas después, a unas cuadras de su casa, en la colonia Alfonso XIII, fue interceptado por tres sujetos, quienes lo rodearon. Le golpearon el abdomen y la espalda.
'Te voy a matar'
El ultimátum, soez, fue lanzado por un alumno del tercero A, turno matutino, de la secundaria pública en la colonia Peralvillo, contra la maestra de Biología, Josefina, quien de inmediato avisó a Trabajo Social, a la dirección de la escuela, y hasta quiso presentar una denuncia ante la subdelegación del Ministerio Público en la Cuauhtémoc.
"Me advirtió que me iba a matar", denuncia la profesora, quien por cuarto año consecutivo da clases en esa escuela, a la cual llegan alumnos de colonias como la Guerrero, Santa María Insurgentes, la zona conocida como La Ronda, Tlatelolco, Morelos y Centro.
Es una secundaria muy observada: refugio de exinternos de los centros tutelares para menores infractores, de alumnos problema, colocada en la mira de la Unidad de Seguridad Escolar porque "logramos controlar el narcomenudeo, pero en cuanto entran nuevos alumnos a primero, regresan los problemas", afirma el superintendente Gómez Lira.