"A los setenta, amar como si fuera la primera vez/ vivir como si fuera el último minuto/ defender las esferas de la vida como a mí mismo/ A los setenta decir la verdad/ porque si no cuándo la voy a decir/ Respetarme a mí mismo y respetar poco a los demás/ A los setenta no estar triste bajo la luz/ que mi alma no se cierre/ no se seque, no se amargue/ abrazar el aire, el agua, la tierra/ el espacio y el tiempo. A los setenta ser aquel que nunca he sido/ vivir de prisa, como si de aquí a mañana/ tuviera que alcanzar todo el ayer/ A los setenta, nacer cada día/ A los setenta más poesía/ A los setenta, ser... nos dice Homero Aridjis en esta poesía francamente iluminadora.
La palabra viejo, ha perdido el prestigio y el respeto de que gozaba en el pasado, pero a cambio ha ganado en libertad. En este tercer milenio a los sesenteros se les llama eufemísticamente "personas de la tercera edad", "adultos en plenitud" y ya no saben ni de qué manera llamarlos porque los sesenteros de hoy, han pateado del diccionario la palabra envejecer y forman una franja social que antes no existía. Como quien dice, son una novedad porque aunque comparten la devoción por la juventud y sus formas casi insolentes de belleza, no las envidian porque los avances de la medicina preventiva y la tecnología les permiten seguir trabajando para ganarse la vida como lo han hecho siempre, y no tienen ningún apuro por jubilarse. Los viejos modernos, acuden al gimnasio pasean en bici sus nuestros nietos y bailan en los cruceros. Los años vividos les han permitido encontrar su propio estilo y conocer el valor de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Iconoclastas, los viejos de hoy han roto muchos tabúes y ahora han comenzado a derribar -no sin una fuerte resistencia social- el último que es el del sexo a edad avanzada. No por que entre las generaciones anteriores no hubiera quien llevara una vida sexual activa o por lo menos la deseara, sino porque la hipócrita mirada social se negaba a aceptarlo. "Viejos verdes" se les llamaba hasta hace bien poco a los hombres mayores con apetencias sexuales.
"Es una vieja ridícula", dice mi ochentera madre de una linajuda condesa española; quien a pesar de que los cirujanos plásticos la han convertido en un monstruito, a sus ochenta y tantos se adorna los tobillos con vistosas pulseras, se exhibe en bikini sin ningún pudor, y contraría la voluntad de su numerosa familia unificada por única vez para impedir que Mamá Condesa contraiga un tercer matrimonio con el interesante anticuario cincuentañero que la corteja; y quien según ella misma ha declarado, la hace muy feliz.
"¡Sí, sí!, es una vieja ridícula y cochina", rubrica mamá; pero yo creo que lo que en realidad sucede es que los desplantes de la condesa le provocan a mi mami una envidia amarilla. Estoy convencida de que si algún viejo amable (o sea susceptible de ser amado) se le acercara, se olvidaría de tanto tiquismiquis y estaría encantada de compartir con él sus arrugas y su experiencia. ¿Enamoramiento después de los sesenta? ¡Indudablemente! ¿Sexo con arrugas, manchas y la piel flácida? ¡Por supuesto! "Me da coraje dormir solo, a lo mejor mi hermanillo se pone en condiciones y no pude ser" cuenta Pedro que supera los ochenta.
Y Carmen a sus setenta y cinco: "necesito caricias e intimidad, abandono, entrega, sentirme deseada, le he dado la vida a mi familia, ahora me toca vivir un poco ... ¿Por qué las personas mayores tendrían que renunciar a lo que es poderosa fuente de energía, manantial de alegría y razón para cantar en la regadera?
Ya ha sido suficiente con las represiones que las costumbres de otro tiempo les impusieron. Suficiente con haber llegado con retraso a la educación sexual, a los anticonceptivos, al derecho natural de disfrutar del sexo. Mientras estemos en el mundo debemos vivir con toda osadía y asumir los riesgos que esto implica.
"El amor no es la eternidad; tampoco es el tiempo de los calendarios y los relojes. El tiempo del amor no es grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante" nos dice Octavio Paz.
Querer una pareja para tocarnos, besarnos, acariciarnos y todo lo que el cuerpo y la imaginación permitan, es cosa natural en cualquier etapa de la vida y es cada vez mayor el número de personas solas de edad avanzada que reconocen estar buscando una pareja con quien compartir la mesa, la cama, la vida. ¡Adelante! Ha llegado el momento de derribar el último tabú; porque a cualquier edad, el amor y el sexo nos permiten vislumbrar en esta vida, a la otra vida. Porque aunque el amor no vence a la muerte, es la mejor apuesta contra el tiempo y sus accidentes.
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