Pocas veces como en esta ocasión estamos tan de acuerdo con la revista Time en su nombramiento del Personaje del Año.
En 2010 tal distinción tocó al controversial fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, por la impresionante expansión de su portal electrónico, mientras que en 2009 la designación -muy discutida por cierto- fue para Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, supuestamente por evitar una gran depresión mundial.
Años atrás fueron reconocidos Barack Obama, Vladimir Putin, el cantante Bono, Bill y Melinda Gates, George W. Bush en dos ocasiones, el Soldado Norteamericano, Rudolph Guiliani y Bill Clinton, entre otros.
La última ocasión que se designó a una persona abstracta fue en el 2006 cuando fue para "You" (Tú, en español), en reconocimiento al control de la información que habían logrado los ciudadanos en esta era de la información digital.
Este año el nombramiento fue para "El manifestante" (The Protester, en inglés), ante el fenómeno de marchas y la amplia gama de protestas que se presentaron en todo el mundo.
Manifestaciones multitudinarias de "indignados" registradas en Túnez, Siria, Egipto, España, Grecia, Estados Unidos, Siria, Yemen, Bahrain, Moscú, México, Libia y en decenas de otros países por diversos motivos y circunstancias.
Mientras en los países árabes demandaron la caída de dictadores y la llegada de gobiernos democráticos y civilizados, en Nueva York, Madrid y Los Ángeles fueron miles quienes ocuparon plazas y calles para protestar por la desigualdad social y por los abusos de poder de los bancos y corporaciones que dirigen los destinos de Wall Street.
"En donde quiera, la gente dijo ¡ya basta! Disintieron, demandaron y protestaron, incluso cuando las respuestas regresaron en una nube de gases lacrimógenos o una lluvia de balas", explica el editor de la revista Time, Rick Stengel.
"El liderazgo llegó desde lo más bajo de la pirámide y no de la cúspide", añade Stengel al explicar que el nombramiento del Personaje del Año recayó en "El manifestante" por su lucha mundial por la democracia, la dignidad humana y por su repudio a los abusos del poder.
No en todos los países las protestas provocaron los cambios deseados, pero cimbraron las estructuras del poder y obligarán a que tarde o temprano los dirigentes actuales y especialmente los del futuro se preocupen por resolver los problemas más apremiantes de sus sociedades.
En México los "indignados" exigieron un alto a la violencia y a la guerra del narcotráfico que ha ocasionado más de cuarenta mil muertes en los últimos cinco años.
El poeta Javier Sicilia, considerado como la figura más destacada del país en este 2011, encabezó este malestar popular que dicho sea de paso, alcanzó a todas las estructuras del poder.
Los mexicanos expresaron su hartazgo por la inseguridad, pero también por sus dirigentes políticos y por las élites de los partidos, quienes se han dedicado a tomar decisiones para su propio beneficio sin atender de fondo los reclamos populares. En pleno siglo XXI, México carece de mecanismos ciudadanos para revocar a gobernantes, impulsar propuestas cívicas y postular a candidatos independientes.
En Estados Unidos no cantan mal las rancheras desde el punto de vista económico y social. Las grandes corporaciones deciden tasas de interés, recortes masivos de empleos, las condiciones para créditos hipotecarios y clasifican a su antojo el récord crediticio de las personas.
La ola de manifestaciones ciudadanas que abrazó a países con un total de 3 mil millones de habitantes es el preámbulo de un 2012 colmado de cambios y sacudidas sociales.
¿De qué tamaño serán estas transformaciones? Imposible saberlo y menos cuando todavía no impactan a países con serias restricciones de sus libertades como China o con enormes carencias sociales como el caso de la India y de muchos países africanos.
Sin ir muy lejos, es de esperar que México registre un 2012 agitado y con grandes sorpresas, como sucedió en año 2000 en el ámbito electoral o en lo social y político durante 1994.
Reconocer, pues, la fuerza y enjundia del manifestante fue sin duda un acierto de la revista Time.
A nuestros lectores y amigos les deseamos una Navidad llena de paz y felicidad en compañía de los suyos.
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