"La fotografía mostrada y puesta en circulación se convierte en la condición pública que nos hace sentir indignación y construir visiones políticas para incorporar y articular esa indignación."
Judith Butler
Ira, es la imagen en portada del rostro ensangrentado de Muammar Gadafi, su cuerpo expuesto, la sangre roja, aún tibia que baña todo el cuerpo, mientras un grupo de salvajes lo golpea, un hombre lo sodomiza con un rifle y el dictador camina a su muerte.
Mira, es la instantánea de los huesos en el desierto, son los restos de una joven mujer, una trabajadora en una maquila de Tijuana que fue secuestrada, violada y ultimada y cuyo cuerpo fue abandonado para que se descompusiera.
Mira, es el fotomontaje que muestra a Barack Obama besando en la boca a Hugo Chávez y que como pie de foto lleva un "Unhate" como una estrategia publicitaria de Benetton, pero también como un mensaje de que la política puede realizarse de otra forma.
Mira, es la foto del cuerpo de un narcotraficante mexicano, desnudo, con el abdomen hinchado de grasa, cubierto de billetes ensangrentados, mostrado como trofeo de guerra, como evidencia de que "vamos ganando la guerra", mientras decenas de flashes le disparan automáticamente para ajustar la luz y captar el momento.
A fines de los años setenta, la intelectual y ensayista estadounidense Susan Sontag abrió un debate en torno a la fotografía y a su capacidad para influir en la conciencia colectiva sobre el horror. En el ensayo titulado "Sobre la fotografía", Sontag afirmaba que la sociedad ha sido bombardeada con imágenes de guerra que al final lo que hacían era inocular a la gente, que la difusión de esas imágenes lo que lograba era hacer que los humanos perdiesen su capacidad de asombro y que nos acostumbráramos ante ello, normalizando la violencia y despojando a la fotografía de su capacidad de sacudir conciencias.
Unas décadas más tarde, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Sontag revisó su idea sobre la fotografía en un ensayo publicado en la revista New Yorker en el que afirma "la conciencia del sufrimiento que se acumula en las guerras que acontecen en todos lados es algo que se construye. Principalmente en la forma que es registrada por las cámaras... En contraste con un recuento escrito... la fotografía sólo tiene un lenguaje y está destinado potencialmente para todos".
Un par de años después, Sontag amplió su cambio de perspectiva en un ensayo largo titulado "Ante el dolor de los demás", en el que refuerza la idea de que la fotografía puede en efecto tener un impacto social para rechazar la tortura y la violencia. De igual forma, la filósofa Judith Butler, quien notó ese cambio de perspectiva en Sontag, dedicó un ensayo al mismo tema en el que también coincide en la importancia de la imagen fotográfica para enmarcar las "vidas lloradas", los "marcos de guerra", como ella los nombra, y en su poder para provocar un cambio en la política.
De hecho, para reforzar sus argumentos, Butler menciona cómo en 2004 el entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld intentó por todos los medios posibles censurar las imágenes de la prisión de Abu Ghraib y empezó incluso a obligar a los medios de comunicación a ejercer un "periodismo incorporado", al llevar a los corresponsales que cubrían las guerras en Afganistán o en Irak protegidos por el Ejército estadounidense, armados con sus cámaras, pero también con chalecos antibalas y cascos. Y cómo esto al final resultó en perjuicio para la labor periodística.
México atraviesa momentos difíciles. Tal vez no las "plagas de Israel o de Egipto" a las que hizo alusión el presidente Calderón recientemente, pero sí un momento que debiera obligarnos a reflexionar en torno a que nos acostumbremos a la numeralia de muertes, a que la veamos como "daños colaterales", a que el Estado quiera dictar qué muertes debemos llorar y cuáles no o a que seamos indiferentes a las imágenes de muerte. Mientras la televisión y su imagen en movimiento sigan siendo desplazadas por la Internet, la acumulación de imágenes fotográficas que vemos, y las que no vemos, pero que tienen el potencial de ser vistas, serán la evidencia de la barbarie que atravesamos.
A final de cuentas, la fotografía es un pasatiempo practicado por millones de personas, el trabajo diario de miles, un arte realizado por pocos, pero también es la suma de nuestras indignaciones, tal vez la forma más efectiva para generar empatía ante el dolor de los demás.
Politólogo
E Internacionalista
Twitter @genarolozano