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Apoyos que dan vergüenza

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Antonio Álvarez Mesta

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Aunque se revele como verdad de Perogrullo hay que decirla: ser intelectual no exime de cometer crasos errores de juicio y entre éstos destacan los apoyos vergonzantes. He aquí unos ejemplos:

Jorge Luis Borges odiaba tanto al dictador militar Juan Domingo Perón que irreflexivamente aplaudió el hecho de que Isabel Martínez, viuda de Perón, fuera derrocada de la presidencia de Argentina. El autor de El Aleph y de Ficciones tardó en darse cuenta de que el gobierno que tomó el poder era una dictadura militar muchísimo peor que la de Perón y que acabaría cobrando millares de vidas y pisoteando los derechos humanos de millones. El derramamiento de sangre provocado por Videla, Viola y Galtieri hizo que los argentinos pronto añoraran los días del paternalista Perón.

Pablo Neruda se enorgullecía de ser reconocido por José Stalin y se convirtió en un fervoroso apologista del gobierno estalinista. Al poeta chileno le parecía que Stalin representaba la vanguardia de los movimientos revolucionarios y le dolió que tras la muerte de ese férreo gobernante los propios soviéticos denunciaran sus abusos y atropellos. Así se sabría que 20 millones de habitantes de la URSS murieron por la feroz represión del duro político georgiano que se ganó a pulso su alias de guerra (Stalin significa ‘hombre de acero’).

Ezra Pound estaba convencido de que el fascismo era una bendición para la humanidad y como destacado militante apoyó a Benito Mussolini. Al término de la Segunda Guerra Mundial estuvo en la cárcel y más tarde en un manicomio, donde permaneció una docena de años, pues sus amigos lograron hacerlo pasar como un enfermo mental para que no fuera ejecutado como criminal de guerra.

José Vasconcelos escribió un prólogo laudatorio al libro Derrota mundial de Salvador Borrego, panfleto que deploró el hecho de que Hitler y los nazis perdieran la guerra. El tendencioso libro de Borrego le parece a Vasconcelos “penetrante y analítico, al mismo tiempo que iluminado y profético”. El filósofo, que fuera rector de la Universidad Nacional y audaz secretario de Educación Pública, celebra en su prólogo que Borrego “haya sido capaz de juzgar con tanto acierto los sucesos que conocemos bajo el nombre de la Segunda Guerra Mundial”. El libro de Borrego tajantemente niega el genocidio judío y ve por doquier conjuras sionistas, masónicas y comunistas, pero Vasconcelos sostiene que es “una de las obras más importantes que se han publicado en América”.

Intelectuales como el historiador Carlos Pereyra y como los novelistas Federico Gamboa y José López Portillo y Rojas apoyaron sin reservas al usurpador asesino Victoriano Huerta. El poeta José Juan Tablada se refirió a él con las mayores alabanzas. En uno de sus artículos escribió: El general Huerta es semejante en su estoicismo impávido a los japoneses y a los guerreros del viejo Anáhuac. [...] Tiene las virtudes insólitas de la raza en sus días heroicos. Tablada, en cambio, siempre atacó a don Francisco I. Madero; así se ve en su poema Madero-Chantecler: ¡Qué paladín vas a ser, / Te lo digo sin inquinas; / Gallo bravo quieres ser / Y te falta Chantecler, / Lo que ponen las gallinas!

León Felipe declaró refiriéndose a Díaz Ordaz: “A este Presidente hay que quererlo”, simplemente porque el político poblano lo recibió con los mayores honores en Palacio Nacional. Por su parte, Salvador Novo refiriéndose a la toma de Ciudad Universitaria por el ejército afirmó: “Es la mejor noticia que he recibido en el día”. Y Martín Luis Guzmán, famoso por sus bien logradas novelas de la revolución, no titubeó al usar su admirable prosa para defender al régimen diazordacista y criticar a los jóvenes universitarios que demandaban libertades y respeto a sus derechos. El autor de La sombra del caudillo insistió en decir que Díaz Ordaz era un patriota ejemplar mientras que los estudiantes que protestaban se reducían a ser unos ilusos manipulados por agitadores comunistas pagados con el oro de Moscú.

Lo dicho, ser intelectual no es garantía contra graves errores de juicio. La Historia lo demuestra.

Correo-e: antonioalvarezm@hotmail.com

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