El dinamismo económico en los principales países emergentes tiene en estos momentos un peso decisivo para la recuperación global, pero el manejo de su política económica dependerá de los efectos colaterales negativos derivados de las decisiones adoptadas en los países desarrollados.
En efecto, la gran inyección de liquidez que, por circunstancias diversas, realizan Estados Unidos (EU) y Europa, principalmente, elevó el flujo de recursos externos hacia los países emergentes presionando la apreciación de sus monedas y perjudicando la competitividad de sus exportaciones.
Por ello, países como Brasil y China tratan de contrarrestar la apreciación del real y del yuan, con la aplicación, en Brasil, de gravámenes y la obligación de que las entradas de capital permanezcan un tiempo dentro del país y, en China, con la acumulación masiva de reservas internacionales.
No está clara la eficacia de esas medidas ni tampoco si su aplicación es conveniente en el largo plazo para las propias economías emergentes. De hecho, el problema con los controles y la interferencia gubernamental en la actividad económica, es que reflejan una interpretación burocrática, no siempre acertada, de los problemas y sus soluciones.
Esto es particularmente cierto cuando se manipula la paridad nominal de las monedas, donde la experiencia está llena de casos en los que percepciones equivocadas de las autoridades terminaron en crisis cambiarias exacerbadas. Por tal motivo, a finales del siglo pasado y principios del actual, muchos países adoptaron regímenes de flotación para sus monedas.
En teoría, el valor de la moneda que flota se determina en el mercado libre. En la práctica, las autoridades intervienen en el mercado, yendo desde la habilitación de ventanillas especiales en el banco central para algunas transacciones, como las de Petróleos Mexicanos o el Gobierno Federal en México, hasta permitir en el mercado sólo algunas operaciones como en China.
Como ya lo señalé, la preocupación actual de la autoridad en varias economías emergentes, incluido México, es evitar una mayor apreciación de su moneda, para lo cual la misma autoridad entra al mercado como demandante de dólares y tiende, al menos, a evitar que su precio baje más.
La estrategia para disminuir o evitar la apreciación de sus monedas se aplica en varios países del mundo, como Tailandia y Turquía, pero América Latina es la región más activa en ese particular, ante la cuadruplicación de las entradas de capital entre 2003 y 2010 que infló los precios de varios activos financieros y erosiona la competitividad de sus exportaciones.
Destacan las compras de dólares de los bancos centrales de Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. Un riesgo que conlleva esta política es que las autoridades monetarias respectivas, más preocupadas por administrar el valor de sus monedas, descuiden lo que tiene que ser su objetivo principal: la lucha contra la inflación.
Ese descuido, aunque no se justifica, podría explicarse cuando las condiciones económicas recesivas moderan automáticamente las alzas de precios, pero al recuperarse el ritmo de crecimiento en la economía, como sucedió en 2010 y se espera que continúe en 2011, puede resultar un juego peligroso con consecuencias adversas en el largo plazo.
Específicamente, Brasil y, en menor medida México, comienzan a sentir algunas presiones inflacionarias que, para enfrentarlas, pueden requerir de acciones más decididas de sus autoridades monetarias. El problema es que un alza en las tasas de interés internas para evitar las presiones de precios, acentúa la tendencia hacia la apreciación de sus monedas al hacer más atractivo el ingreso de capitales del exterior.
Los bancos centrales de las economías emergentes tendrán que elegir, por lo tanto, si siguen tratando de administrar la paridad de sus monedas o centran su estrategia en la estabilidad de precios.
La decisión no es fácil porque, en el fondo, la apreciación cambiaria refleja más la laxitud de la política monetaria en EU y Europa que la fortaleza intrínseca de la economía en los países latinoamericanos.
En nuestro caso, es probable que el Banco de México, como lo señalé la semana pasada, decida mantener las tasas de interés y, quizá, eleve la compra de dólares si el precio de nuestra moneda se sitúa en forma sostenida por debajo de los 12 pesos por dólar, pero en el mediano y largo plazo no le quedará otra que enfocarse a cumplir su objetivo prioritario de procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso, lo que al final de cuentas llevará a un alza de las tasas de interés.