"En materia de democracia, transición que no avanza, retrocede. Si no tenemos suerte y voluntad, el futuro será el pasado"
Lorenzo Meyer
¿Qué Tenemos? Hoy, la vida pública mexicana se asemeja a un archipiélago, pero no es claro si se trata de islas de autoritarismo y corrupción rodeadas de un mar democrático en ascenso o de pequeñas y recién surgidas islas democráticas rodeadas de un embravecido mar de autoritarismo y corrupción que amenaza con arrasarlas.
Si nos atenemos a las formas, el régimen político mexicano es democrático. Sin embargo, si se ponen de lado los documentos legales -la constitución y el tejido jurídico que de ella deriva-, se quita el sonido al discurso de la clase gobernante y se observa lo que realmente sucede, entonces ya no es claro si la tendencia dominante es la democracia en proceso de consolidación o el retorno a alguna nueva forma de autoritarismo. La ambigüedad es la característica sobresaliente de nuestro arreglo político.
Desde el nacimiento del México independiente, lo que se asienta en los documentos políticos y jurídicos fundamentales y lo que realmente ha ocurrido en el ejercicio cotidiano del poder, son cosas que de tan diferentes, han resultado opuestas. Y esa añeja contradicción se mantiene pese a un supuesto triunfo de la democracia hace once años. Es verdad que en algunos casos lo formal se acerca a lo real, pero en otros no, por tanto es crucial determinar si vamos o no a la consolidación de un régimen democrático.
Conviene aclarar que régimen político es la red de instituciones, reglas y valores que regulan la disputa y el ejercicio del poder. Esas instituciones no son únicamente las que consagran los documentos legales, también lo son las prácticas informales que efectivamente rigen la conducta ciudadana y que incluso pueden ser ilegales. Así, entre nosotros una institución formal para la procuración de justicia es el ministerio público pero otra, no legal que coexiste e incluso nulifica a la primera, es la "mordida": el pago ilegal generalizado para que los funcionarios tomen una decisión a favor o en contra de alguien, tenga o no derecho a ello y le asista o no la razón.
Todos los sistemas políticos reales, incluidos los democráticos, suelen tolerar prácticas que contravienen sus principios. Un ejemplo clásico fue la discriminación política por motivos raciales en Estados Unidos pese a haber sido legalmente abolida. Sin embargo, pese a esa y otras contradicciones notorias, el régimen político norteamericano se ha mantenido básicamente democrático.
Problema de Grado.La democracia política es un ideal, una utopía; en ningún país se cumple a cabalidad. Sin embargo, en algunos casos las desviaciones respecto del ideal son tan graves que la democracia termina por ser un cascarón vacío. Actualmente ¿México es o no un ejemplo de forma democrática con poco contenido? Y es que nuestra herencia autoritaria es tan fuerte y tan débil la voluntad de cambio de dirigentes y dirigidos, que la duda es válida.
Lo Emergente.Por siglos y hasta hace muy poco, lo que hoy es México ha sido gobernado de forma no democrática. Es más, se puede argumentar que algunas de las sociedades prehispánicas avanzadas tuvieron vocación casi totalitaria. Como sea, desde la Independencia hasta hace tres lustros el impulso autoritario se impuso al democrático. Sin embargo, en 1997 las reglas políticas empezaron a cambiar y hoy la vida pública mexicana muestra rasgos democráticos reales. Para empezar, la división de poderes ha transformado a la Presidencia de "Monarquía Absoluta, Sexenal y Hereditaria en Línea Transversal", como la caracterizó Daniel Cosío Villegas en 1972, (El sistema político mexicano, [México: Joaquín Mortiz], p. 31), en mero primus inter pares entre los otros poderes de la unión. Por otro lado, el PRI puede tener mayorías, pero ya no es la aplanadora de antaño y aunque más mal que bien, hay pluripartidismo. La Suprema Corte ya es capaz de comportamientos independientes y con frecuencia ha dado muestra de verdadera autonomía y pluralismo. Cuando se lo proponen, los gobiernos estatales y el de la Ciudad de México, ya pueden actuar sin solicitar autorización del centro. El control del proceso electoral ya no está en manos de la Secretaría de Gobernación y, en principio, hay una red de instituciones públicas que pudieran actuar, si quisieran, con criterios propios, como el Banco de México. La prensa nacional ya no es vocera de "Los Pinos" y el ciudadano de a pie puede ejercer su derecho a la información gubernamental vía el IFAI. Finalmente, hay movimientos sociales genuinamente independientes, y aunque algunos han sido reprimidos con brutalidad -la APPO o Atenco- ya no todos tienen que seguir el destino de esos movimientos o el más trágico de los estudiantiles de 1968 y 1971. Si alguien quiere documentar su optimismo, puede expandir esta lista.
El Lado Oscuro.La contrapartida de lo anterior es la persistencia y expansión de elementos centrales del viejo régimen. Cuando Vicente Fox asumió el poder, decidió no usar el peso de su legitimidad democrática -que era mucho- para poner fin a la historia de la gran organización autoritaria: el PRI. Incluso solicitó, públicamente, a la directiva de ese partido "cogobernar el cambio". El nuevo gobierno panista nunca tuvo la enjundia de atacar el flanco más débil y expuesto del régimen que supuestamente había concluido: su enorme corrupción. Tampoco llevó a juicio a los violadores más conspicuos de los derechos humanos del pasado. En realidad, el nuevo gobierno no sólo no capturó ni un "pez gordo" de la corrupción priista como había prometido, sino que en poco tiempo de su interior empezaron a surgir peces tan o más gordos que los anteriores. Un buen ejemplo es el estudio de Ana Lilia Pérez sobre Pemex: Camisas azules, manos negras, (Grijalbo, 2010). Así, en impunidad y corrupción no hubo cambio sino continuidad.
Parte de los cuantiosos recursos que ha dado el petróleo, han ido a parar a manos de los gobernadores, la mayoría priistas. Eso facilitó que en los estados se consolidaran feudos que se negaron a rendir cuentas. En algunos de estas entidades la transición simplemente nunca llegó, como es el caso de Veracruz o del Estado de México, donde el PRI ya acumula 82 años de control ininterrumpido. En este último, uno de los grupos priistas más duros, el "Grupo Atlacomulco", resistió el cambio, pasó a la ofensiva y hoy está en posibilidad de llevar adelante la restauración de un PRI que sigue siendo el mismo de siempre, como lo muestra el historial de su actual presidente y gobernador con licencia de la endeudada Coahuila, Humberto Moreira. Lo que ha ensanchado la posibilidad de un retorno al pasado ha sido la notable incapacidad del PAN para gobernar más el desgaste que ocasionó al PRD y al PAN su gran choque en 2006 y la forma tan desaseada como se resolvió ese encontronazo, forma que no pudo borrar la duda generada por un triunfo con menos del 1% y sostenido en un "haiga sido como haiga sido".
El pragmatismo del PAN le llevó a olvidarse de sus principios y a establecer una alianza non sancta con los viejos y antidemocráticos pilares del corporativismo sindical priista. Hoy el SNTE de Elba Esther o el SNTPRM de Romero Deschamps son más fuertes que antes. Por otro lado, la coalición panista incorporó a los poderes fácticos de la anterior coalición priista: a la banca y a su Fobaproa y a los grandes monopolios en telecomunicaciones, cemento, televisión, etc.; todos dañan la competitividad y el de la televisión ejerce un efectivo control sobre la información política que consumen las mayorías.
A lo anterior hay que agregar una economía incapaz de crecer para absorber toda la mano de obra disponible, un sistema educativo reprobado en las comparaciones internacionales y un crecimiento exponencial de la violencia de un crimen organizado conectado al mercado externo para la venta de drogas y la compra de armas y que reta sistemáticamente a un Estado incapaz de contenerlo pese a emplear a fondo a sus fuerzas armadas.
Conclusión.La teoría de las transiciones políticas sostiene que democratización que no avanza, retrocede. La nuestra no ha avanzado. Si la última encuesta de Latinobarómetro es correcta, resulta que apenas el 23% de los mexicanos está satisfecho con el estado de nuestra democracia y en escala de 1 a 10 le dan calificación de reprobada: 5.9. Es esa insatisfacción la que hasta hoy en vez de abrir las posibilidades hacia la izquierda, como en Brasil, nos acerca al retorno del PRI, según las encuestas, (El Universal, 7 de noviembre).
Antes de que el telón caiga con un final tan trágico, hay que hacer todo para encauzar la insatisfacción hacia algo nuevo y mejor e impedir que el futuro sea el pasado.