El inicio del año coincide con el arranque de las precampañas para renovar el Gobierno en Coahuila, en fatal observancia del principio según el cual no hay plazo que no se cumpla.
El proceso ocurre en un entorno en el que el viejo régimen de partido de Estado se ha regenerado a nivel local corregido y aumentado, gracias a la dinámica ambición del grupo político Moreira, que a lomos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, se ha adueñado del escenario político estatal.
En el caso del partido Revolucionario Institucional el proceso de designación de su abanderado concluyó el mismo día de su apertura, en virtud de una consigna previa en la que sin más trámites, el gobernador saliente impone a su hermano como candidato de su propio partido con miras a sucederle.
Bajo tal antecedente aunado al control del gobierno sobre el Instituto Electoral de Coahuila como árbitro de las elecciones locales, se espera la celebración de una elección de Estado. En efecto, el control de las elecciones por parte del sistema de Moreira, ha generado un calendario electoral tan absurdo e inequitativo como la Ley Electoral que le da origen.
La precampaña dura todo el mes de enero y antes de la campaña que empezará a mediados de mayo, se abre un período de tres meses y medio de silencio que es una camisa de fuerza para inmovilizar a la oposición y cerrar los ojos, los oídos y la inteligencia de los electores.
A todo lo anterior obedece que Rubén, el candidato del gobierno moreirista haya eludido la precampaña y permanezca agazapado, apostando a la marca priista en ascenso.
El candidato Moreira sabe que cuenta con la estructura del Estado y de la inmensa mayoría de los municipios coahuilenses, que utilizan las redes burocráticas y operan los programes sociales sin reglas claras y en base a padrones nominales orientados a la acción política electoral.
Por el contrario, los promotores del precandidato de Acción Nacional Guillermo Anaya saben que su fuerte se ubica en el candidato y no en la marca partidista y a ello obedece que haya salido a la palestra a hacer sombra para aprovechar cada día de precampaña.
No faltan voces que digan que Guillermo es compadre del presidente Felipe Calderón y como tal va a ser impulsado por éste, así como quienes aseguran que los programas sociales del Gobierno Federal vendrán en apoyo de Anaya, porque al fin y al cabo "todos lo hacen". Tal escenario pensable y posible se ve acotado con la realidad de un Congreso de la Unión dominado por la oposición, que actúa en equilibrio y contrapeso de Calderón y que como tal impone a los programas federales reglas de operación, cuyos equivalentes no existen en el caso de Coahuila.
La ventana de oportunidad para Guillermo Anaya, la ofrecen ciudadanos de todas las clases sociales y de todos los partidos que se encuentran insatisfechos con el estilo autoritario y opaco de Moreira, así como en los sectores sociales que están fuera de las estructuras gubernamentales moreiristas, y que como tal se encuentran marginados de toda dádiva o privilegio. En este segmento abundan priistas insatisfechos, que ven cómo su partido, su dirigencia, su estructura y sus corrientes históricas, se encuentran avasallados por el clan Moreira.
Anaya apuesta a que la estructura del Gobierno Estatal por poderosa que fuere es de alcance limitado, como lo demuestran los triunfos electorales priistas de los últimos años en Coahuila, en procesos en los que triunfa un alto grado de abstencionismo, y que Guillermo cree poder remontar con el apoyo de una ciudadanía numerosa a la que el sistema Moreira le niega participación crítica.
La percepción de Anaya es acertada y su estrategia adecuada, pero falta saber si será suficiente para vencer la adversidad que enfrenta.
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