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¡Ay los cambios! O lo que llegó y se fue...

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Este tundemáquinas vive en Saltillo que, al final de 1940 era una población pequeña. Sus límites geográficos apenas rebasaban las cotas marcadas durante los años príncipes del siglo XX: al Norte y al Sur, al Este y al Oeste. Viviendas modestas y pequeños comercios atrevían su despegue en ambos los lados de la carretera 40, conocida como "interoceánica", que ha comunicado y comunica a Matamoros, Tamaulipas con Mazatlán, Sinaloa.

El tramo carretero entre Nuevo León y Coahuila soportaba el pesado, lento tráfico de Monterrey a Saltillo y viceversa, también surcado por camiones de carga pesada y grandes autobuses, automóviles de variopinta clase y estilo, etc, etc. La densidad vial se agravaba y aumentaba los accidentes al paso del tiempo; sobre todo las colisiones, las volcaduras y demás... la mayor parte era de mala conducción y tenía lugar, mayormente, entre Monterrey, Ramos Arizpe y Saltillo, población ésta que ya poseía una incipiente industria.

En Saltillo se había iniciado un complejo de fábricas impulsado por el recién nacido grupo GIS, con áreas de producción que variaban, desde la industria metal-mecánica, la fabricación de productos para la construcción así como de ollas, bacinicas, vajillas y otros artículos para el hogar; en tales días los saltillenses nos estremecimos de gusto ante la instalación de "Moto ISLO" factoría dedicada a fabricar las entonces famosas motos ISLO. Saltillo, la capital de Coahuila, gozaba ya de su fama cultural, y tanta fue que se le empezó a identificar como la "Atenas de México" apelativo originado por la buena fama del Ateneo Fuente. Ahora iría por la tecnología fabril...

En aquel Saltillo los lectores de periódicos se informaban por los diarios existentes sobre los sucesos locales: sólo había dos periódicos dignos de atención: "El Diario" y "Heraldo del Norte" que competían con "decencia y gallardía", según afirmaban sus columnistas, tanto por conocer detalles de las escandalosas notas rojas, como para estar al tanto de las nimias ofertas anunciadas por el comercio de Saltillo, cuyos agentes de publicidad solían contratar dos que tres recuadros en los periódicos citados, a costa de agujerar las suelas de sus zapatos más la fatiga de las largas caminatas. La radio apenas empezaba a constituirse en competencia para los diarios.

Los jóvenes deseosos de practicar el arte de Terpsícore debían asociarse al Casino de Saltillo, con alguna de las sociedades mutualistas organizadoras de tertulias vespertinas o adquirir boleto de entrada para el Parque Azteca, institución educativa bilingüe construida por la profesora Cuquita Galindo para diversión de las alumnas yanquis y de sus tutores en la lengua de Cervantes. Las primeras venían a la dicha "Universidad" para aprender hablando el idioma español y en busca de efímeros noviazgos juveniles, so pretexto de adiestrarse en habla de Shakespeare y que al fin de los cursos llegaran a sus casas con diploma en brazos.

La política giraba entonces, como ahora, en torno al Partido Revolucionario Institucional. A la juventud tejana le intrigaba "the mexican way to win electing" (el método mexicano de ganar elecciones) y los jóvenes tutores coahuilenses sonreían maliciosamente. ¿Tampoco sabrían cómo?...

"Este Saltillo" no es más aquel Saltillo que les platico. Ahora abunda en todo lo que antes tenía en merma. Los cines, por ejemplo. Había el cinema Palacio, el cine Royal, el cine Obrero que después fue el cine Saltillo, el Cine Olimpia, hoy dedicado a exhibir producciones pornográficas, el cine Florida, famoso por albergar a más de dos mil cinéfilos en butacas instaladas con todas las reglas de la isóptica y por esto muy cerca de la modernidad, luego el Cinema Estudio 42, (o cuarenta y algo).

Todos, uno tras otro, fueron cerrando puertas y los "fans" de la cinematografía debimos sufrir la ausencia del espectáculo que más nos distraía y brindaba emociones. Poco a poco aquel Saltillo se había perdido para el séptimo arte.

Después, ya con el Siglo XXI, o un poco antes si usted quiere, las cadenas de exhibición inundaron con salas a nuestras poblaciones. Entonces se dio otro fenómeno: los cinemas de las tres importantes cadenas establecidas dieron en exhibir la misma película, ofrecían iguales comodidades y cobraban los mismos altos precios.

Mas, por otra parte, las buenas películas desaparecieron de las carteleras y se empecinaban en crear los churros de aventuras propios para niños y adolescentes. Las salas de los cines se convirtieron en restaurantes, los imberbes tenían tomados sus puntos de venta y la magnífica sonoridad instalada en las salas se tornaba enemiga de la grata escucha de la música, los diálogos y los efectos de sonido. Además la ruidosa audiencia juvenil e infantil se convertía en tormento para los oídos adultos y de la tercera edad. Así ha sido el avance de las buenas cosas que nos trajo la modernidad de aquel Saltillo, aunque después haya tornado para aburrirnos más. Abur, como despedía su columna don Antonio Estrada Salazar...

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