La nariz de Dios, 1965.
Pionero del arte conceptual, la obra del artista californiano John Baldessari se ha decantado en una constante reflexión y crítica frente a las maneras mediante las que la realidad, como texto, imagen o abstracción, pretende fijar su presencia ante nuestra mirada.
Lo pictórico alberga en su esencia un desafío a la palabra: entender que una noción no se restringe a un nombre es parte de su naturaleza intrínseca. Entre los pintores quizá Magritte fue quien ensayó con mayor conciencia tal posibilidad en su famoso óleo Esto no es una pipa (1929). Retar al lenguaje implica una sospecha respecto a la relación entre una cosa y su representación. Tal intuición atrapó muy pronto a John Baldessari, cuyos ejes fundamentales parecen decantarse por disociar verbo e imagen, convención y apariencia.
Nacido al sur de California (National City, San Diego, 1931), Baldessari despuntó a mediados del siglo pasado como uno de los pioneros del llamado ‘arte conceptual’. Su trayectoria incluye una gran cantidad de participaciones en las más importantes bienales y muestras en solitario, entre las que destacan las retrospectivas Artist’s Choice, efectuada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en 1994, así como Pure Beauty, presentada en 2009 en el Tate Modern de Londres. Además de otras distinciones fue beneficiario de la beca Guggenheim en 1988 y se le otorgó el León de Oro de la Bienal de Venecia en reconocimiento a su carrera.
Tras apuntalarse como un pintor sólido, Baldessari abandonó las formalidades y se dejó atrapar por las plataformas multidisciplinarias, la referencialidad (al estilo del Project Class de David Askevold, donde los alumnos recibían directrices de ejecución y tenían libertad de interpretación) y particularmente la fotografía no como disciplina en sí, sino como una herramienta que podía abrevar al discurso pictórico.
Quizá por allí derivó la inquietud del estadounidense respecto a la realidad y su representación: mucho se ha discutido acerca de si en la foto impera la mimesis o la decodificación de lo que retrata. Baldessari incluye trazos fotográficos en sus pinturas o viceversa, más como recurso de aproximación que de collage. Es decir, una declaración integrada en dos niveles de exposición. La primera verdad retratada y posteriormente intervenida: esta es la poética del llamado arte conceptual. Como ejemplo de tal operación se puede advertir en la obra Lucha de dos personas (una naranja): con espectador (2004).
PALABRA EN TRAZOS
La convención hecha palabra aliena al habla fija un significado irrenunciable ante elementos de la realidad. El idioma es una certidumbre dada de antemano. Cuando Baldessari inicia sus primeras reflexiones sobre el verbo desde la pintura, lo que busca es el reverso.
En Consejos para artistas que desean vender (1966-1968), el recurso para enfrentarse al lenguaje es el humor y la tarea de analizar la imagen. Básicamente es un lienzo donde aparece un texto de tres párrafos, sin más, que son justamente sugerencias para poder vender un cuadro. La frase fija un sentido riguroso, su alcance es claro. Su efecto sin embargo va en otra dirección: la pieza en sí es una renuncia a lo que ‘sugiere’, es lo contrario a sus tips.
En ese afán de segregar lo ilustrado y su referente hay además una obra que se repasa a sí misma y desde luego, en un nivel más superficial, una crítica al mercado del arte.
El uso de vocablos aislados y párrafos completos en el quehacer de Baldessari pretende, al parecer, expandir un ámbito limitado de significación (la palabra), con una dinámica que invita al espectador a coludirse, a bregar en las trayectorias alternas que la propuesta sugiere. Dicho de otro modo, el público puede ver sólo algo escrito. En algunas de sus series el autor juega explícitamente con esa trampa del lenguaje.
EL RECURSO DEL HUMOR
En la misma línea de análisis, pero en una interpretación distinta, el acervo de Baldessari también presenta piezas donde una ‘cosa’ que contiene un infinito abanico de posibilidades significantes, queda confinada a un sencillo elemento icónico. Si a través de la utilización de textos la idea es desbordar conceptos, en el aspecto pictórico se trata de fijar una noción de amplias opciones semánticas en una sola estampa. Es casi la dinámica mediante la que se desenvuelve el realizador de logotipos o eslóganes. Más que una restricción de pensamientos se trata de una síntesis, una aglomeración de sentidos en un único receptáculo.
Nuevamente, el mejor recurso para llegar allí es el humor. Casi por definición, lo hilarante es la síntesis de una conducta patética o una realidad intervenida por un factor de donde se deriva lo ridículo y/o lo insólito. La nariz de Dios, un óleo del periodo inicial de Baldessari (1965) y una obra más tardía, La trompeta de Beethoven (con oreja), Opus 127 (2007) operan bajo esa dinámica de síntesis humorística. Un elemento se limita a una expresión de imagen mínima y desde allí encapsula un conjunto de alternativas significantes.
Esta nueva abstracción de corte sintético no se contrapone a su anterior desafío a la palabra. Si en otras series parece discutir el carácter repetitivo y alienante del habla, en creaciones como las ahora mencionadas parece ensalzar el poder de una frase que se sedimenta en la singularidad de la experiencia del espectador, en la redefinición de un idioma que no hable de la verdad dada anticipadamente sino de la que el individuo se crea para definir el ámbito de su realidad y lo que le rodea.
Aquí parece operar lo que George Steiner afirmaba sobre el uso de la lengua en Shakespeare: “la palabra es la condensación de lo universal en una morada y un nombre”.
CONSTRUIR DESDE CENIZAS
Como razonamiento alterno, Baldessari ensayó en su Proyecto de cremación (realizado en la década de los setenta) una idea sobre lo ya existente que modifica su estado originario y se afirma en un nuevo corpus. La pieza es una colección de galletas cuyos ingredientes son nada menos que las cenizas de sus pinturas efectuadas entre 1953 y 1966. El artista delibera sobre la contingencia del mensaje y la perennidad de la esencia: la materia (abstracta o real) no desaparece, pero sí se modifica.
Lo mismo ocurre con el lenguaje. Pero tal transformación hacia acepciones renovadas sólo puede acontecer cuando se les embiste para luego reconcentrarlas desde las cenizas.
PUNTOS SUSPENSIVOS
Otra de las líneas en la creación de Baldessari tiene que ver con una operación conocida como pointing, ‘señalar’. De acuerdo con varios comentadores, el californiano tuvo acceso a un texto crítico que afirmaba al arte conceptual como un puro ejercicio de descripción muy cercano al pastiche: pointing at, es decir señalando a la obra fuente.
Baldessari tomó muy literal dicha aseveración y a partir de ella generó una serie titulada Pinturas comisionadas (1969), en la que realizó fotografías de manos que apuntan a un sitio en el horizonte y sobre ese espacio hay trazos de pintores no precisamente profesionales, sino entrenados por el artista para su propósito, invitados para crear aquello que se subraya. Hay una reflexión intrínseca en esta ejecución provocadora: ¿señalamos aquello que nuestra realidad nos presenta más atractivo o nuestro propio trabajo de aprehensión de ésta elige qué debe ser enfatizado?
Una vez más Baldessari fija su atención contra las convenciones, en este caso el carácter decimonónico de cierta crítica de arte y a la vez de nuevo oponiéndose a los mecanismos restrictivos que quieren hacer pasar a la verdad como una sola e inequívoca.
En Lanzando cuatro pelotas al aire para obtener un cuadrado (el mejor de treinta y seis intentos), de 1974, la táctica para remarcar es distinta. Consta de una secuencia de 36 intentos (los mismos que permite el rollo de una cámara de 35 milímetros) por capturar la manera en que cuatro esferas pueden alinearse en el cielo. La intención de la pieza era mostrar un fenómeno que llega a ordenarse en el cosmos en el cuál está contenido por medio de procedimientos aleatorios y sin duda arbitrarios. Este es sólo uno de varios seriados en los que ha efectuado sucesiones de 36 placas.
Lo aleatorio y arbitrario es precisamente un binomio con el que Baldessari se ha acercado a la palabra y a la imagen fotográfica como alternativas con que la realidad se expone. Y ha maximizado el juego haciendo de ambas posibilidades aún más caprichosas a partir de una comparación de discursos que pretenden mostrarnos, como dijera cierto poeta mexicano, que “el mundo se te da en fragmentos / en astillas”.
Sin duda cada interpretación de la realidad que Baldessari plasma en sus creaciones ofrece una oportunidad única para que quienes las observan hagan a su vez una versión propia, volviéndose parte de ella y originando así una nueva cara de la misma verdad.
Correo-e: ziggynsane@gmail.com
ANEXO:
Baldessari en la red
www.baldessari.org
www.artnet.com/artists/john-baldessari