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Bollywood: la maquila de sueños

CINE

Sadiyaan, 2008.

Sadiyaan, 2008.

Max Rivera II

El improbable matrimonio entre Bombay y Hollywood originó el apodo Bollywood, pero en 1995 la capital de la India fue rebautizada Mumbai, por lo que el nombre perdió su sentido geográfico-humorístico. Aun así se mantiene y define a la industria fílmica de aquel país, concretamente la producida en idioma hindi.

En Mumbai se encuentra Film City, un complejo de edificios y jardines en el que se graban escenas del 60 por ciento de las producciones de Bollywood, lo que equivale a más de 600 películas al año. En el 80 por ciento de las pantallas de la India se proyectan sólo cintas locales. Es el sueño de cualquier industria cinematográfica que busca resistirse a la aplanadora estadounidense. ¿Cómo lo lograron?

La historia del séptimo arte indio data de la primera década del siglo pasado y vivió su época de oro de los años cuarenta a los sesenta, justo después de que la nación consiguiera su independencia. Durante este periodo el director Satyajit Ray realizó su celebrada Trilogía de Apu (Pather Panchali, Aparajito y Apur Sansar, rodadas entre 1955 y 1959) dentro de un movimiento naturalista que fue la respuesta hindú al neorrealismo italiano. Con respaldo estatal se fomentó la creación de un cine nacionalista, épico y de denuncia. Pero a mediados de los setenta el apoyo a ese tipo de filmes comenzó a cuestionarse y viró hacia las piezas comerciales que recuperaran rápidamente su inversión en la taquilla.

LA CANCIÓN DE BOLLYWWOD

Así inició la versión moderna de Bollywood, tomando de algunos clásicos de la era dorada su representación de las danzas y música típicas, y destilando de los dramas naturalistas una visión simplista de los problemas entre clases sociales y los atavismos tradicionalistas, sobre todo en lo que a matrimonios arreglados se refiere. A diferencia de sus antecedentes más solemnes, el cine comercial bollywoodense se inclina hacia el melodrama y la coreografía con edición rítmica, contagiada por la influencia creciente de la estética del videoclip de MTV.

Durante los ochenta se consolidó el modelo dramático del cine Masala, llamado así en alusión a la tradicional mezcla de numerosas especias utilizada en la comida del sudeste asiático. El término se ha vuelto un sinónimo, entre cariñoso y despectivo, de las cintas de Mumbai. Como el aderezo, las películas Masala buscan integrar todos los géneros que la historia permita, con la intención expresa de proporcionar al espectador la mayor gama de emociones posible. Ello implica incluir elementos de comedia, musicales, de acción, drama e incluso tragedia.

Esta generosa filosofía de los realizadores también se manifiesta en la extensión de los filmes que suelen durar más de tres horas, y en un momento propicio en la misma cinta se anuncia el intermedio. La asistencia al cine en la India abarca toda una tarde. Y por la accesibilidad de sus precios de entrada, que según el índice de la firma inglesa Screen Digest son los más asequibles del mundo (alrededor de 50 centavos de dólar), continúa siendo un espectáculo netamente popular.

El creciente éxito de Bollywood se basa ante todo en el perfecto conocimiento de los productores respecto a lo que su público espera. Sus filmes por lo general no se desvían de lo que ha llegado a ser una fórmula probada, sino ofreciendo entretenimiento que se considera apropiado para toda la familia. Prácticamente no hay besos en la boca, mucho menos desnudos. No hay homosexualidad ni familias con estilos de vida alternativos. Se evitan las palabras altisonantes. Los chistes vulgares y escatológicos están permitidos, siempre y cuando no sean muy pesados. Los juicios al partido gobernante son censurados y las trasgresiones al modelo social se permiten sólo cuando tienen un fundamento romántico. La principal crítica que se hace al cine de Mumbai, es que la sujeción a tales normas infantiliza su producto y el gusto del público; pero ante una aceptación tan contundente, no hay quien se atreva a perturbar a la mojigata gallina de los huevos de oro.

CHICO CONOCE A CHICA Y CANTAN

En 1995 se estrenó una de las cintas arquetípicas de Bollywood: Dilwale Dulhania Le Jayenge (Aditya Chopra), que en traducción libre significa ‘el de gran corazón se llevará a la novia’. Su éxito fue tal que aún hoy, 16 años después, se sigue exhibiendo en salas hindúes. La historia es tan vieja y predecible que apenas importa: dos chicos de origen indio viven en Londres, se conocen por accidente durante un viaje en grupo por Europa y se enamoran pese a que ella está prometida para casarse con el hijo de un amigo de su papá en la India. Para alejarla del joven, los padres se la llevan a su tierra natal. El enamorado viaja de incógnito dispuesto a romper el compromiso y a ganarse el favor de la familia de su amada.

En Hollywood (con H) el cine musical pasó ya por varias muertes y renacimientos, revisionismos y reconstrucciones. Por eso a los espectadores occidentales, acostumbrados al manejo irónico -cuando no cínico- de las recientes comedias musicales, puede resultarles chocante la ingenuidad y candor con que los números de canto y baile interrumpen la trama en las cintas de Bollywood. Como en el caso de Dilwale..., es común que cada personaje se presente con una canción en la que manifiesta su esperanza sobre lo que el amor es, lo que será, y cómo y cuándo llegará.

Las escenas musicales sirven para subrayar momentos de felicidad extrema, pero también los de tristeza y añoranza. Las estrellas del celuloide de Mumbai a menudo cantan y bailan en solitario, pero las imágenes más memorables ocurren cuando aparecen los protagonistas rodeados por decenas de bailarines en espectaculares coreografías multicolores. La banda sonora y las canciones pueden llegar a ser un activo tan importante como la trama misma. Los intérpretes de las melodías (la mayoría de los actores sólo hace fonomímica) tienen un crédito destacado al inicio de cada proyección, y sus respectivos clubs de seguidores. Aunque el nivel de sofisticación de los contenidos esté al nivel de una producción de Disney para púberes, es tal su entusiasmo y honestidad que resulta fácil sucumbir a su encanto.

ESTRELLAS QUE FULGEN EN OTRO HEMISFERIO

En nuestro continente poco se sabe del cine de Bollywood. La diáspora hindi ha sido un instrumento de lenta penetración en países desarrollados de Europa y en Estados Unidos, pero ni la televisión ni las cadenas de exhibición cinematográfica programan de manera regular cintas bollywodenses. Podría pensarse que es un estilo demasiado ajeno a México, por ejemplo, pero se estaría pensando mal. Quien haya disfrutado una telenovela mexicana, está listo para el melodrama elemental y los apasionados soliloquios del cine de Mumbai. El ideal de belleza femenina y de apostura masculina diferirá del anglosajón, pero se sorprenderá al encontrar plenas coincidencias con los gustos aztecas.

Un buen ciclo para principiantes de Bollywood puede incluir la ya mencionada Dilwale...; su heredera reciente, Veer-Zaara (Yash Chopra, 2004), que trata somera pero conciliadoramente los problemas con Pakistán; la épica nacionalista Laggan. Érase una vez en la India (Laggan, Ashutosh Gowariker, 2001); o la muy divertida y ligeramente trasgresora 3 Idiots (Rajkumar Hirani, 2009), que critica al sistema educativo superior de la India y ostenta la corona por ser la película hindi más taquillera de todos los tiempos.

Son cintas difíciles o fáciles de conseguir, según su familiaridad con las tiendas norteamericanas en línea o los procelosos canales del peer to peer. Vale la pena explorar este cine y expandir sus horizontes orientales. Lo peor que puede ocurrirle es que se levante tarareando una melodía que no logra sacarse de la cabeza.

Correo-e: mrivera@solucionesenvideo.com

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