El termómetro rondaba los 40 grados ayer durante la doble jornada futbolística en el Estadio Torreón. Los asistentes al primer encuentro se taparon de los rayos del sol con lo que encontraron, mientras miles de lugares vacíos esperaban a más valientes que los ocuparan.
Pareciera que el Día del Padre se interpuso en el primer día del Mundial Sub-17 en Torreón. Una hora antes del inicio del partido, las vialidades que llevan a la habitual casa del Santos lucían solitarias. O los laguneros ya olvidaron los domingos de futbol, o ayer tuvieron mejores cosas que hacer.
Caminando sin prisa llegaban los aficionados al renombrado Estadio Torreón. Vestidos con la playera Tricolor en su mayoría, se tomaban fotos en la casa que en medio del desierto recibiría a combinados de otras naciones.
Los motivos mundialistas se ven por todas partes. Ya no queda resquicio de la publicidad a la que los asiduos asistentes al Corona se han acostumbrado. En la entrada, algunos juegos entretenían a los visitantes, mientras que al ambiente le faltaba algo, saber que se juega un Mundial.
Adentro la gente buscaba alguna sombra para sentarse; no hay nubes que se interpongan en el cielo lagunero.
Hoy todo es distinto. Ni juega Santos, ni es el Estadio Corona, ni se batalla para llegar. Lo único que permanece es el calor. El sol hace su parte, y la gente que asiste cobija a los jóvenes extranjeros con el cariño de una afición que aunque poca, nunca deja de apoyar.
