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Cañones de la OTAN frente a la revolución africana

GERARDO UNZUETA

El martes pasado la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), residuo bélico de la Guerra Fría que sigue actuando para remodelar la situación internacional a satisfacción del Pentágono, fue autorizada para "extender tres meses más su campaña aérea y marítima en Libia mientras los nuevos gobernantes del país intentan desplazar a los seguidores del ex líder Muamar Gaddafi que resisten en varias ciudades", (Reforma, 21/09/011).

Si se requiriera hacer una mayor exhibición de la infamia que se han arrogado esos ejecutantes y sus jefes estadounidenses, simplemente se podría relatar que la decisión de arrojar todo el poderío bélico que maneja la OTAN fue contra un régimen político que debatía, apoyado por la Unión Africana, con sus contradictores las formas de modificar un régimen político surgido en 1969 de la debacle del sistema colonial de las grandes potencias y que siempre estuvo bajo la mira del poder estadounidense. Ese debate se producía dentro del marco del movimiento revolucionario de los pueblos del norte de África.

Más todavía: es falso que esta acción contra el poder encabezado por Gaddafi sea parte del movimiento; ya desde el 19 de marzo Estados Unidos y Gran Bretaña estaban a la ofensiva; ese día lanzaron misiles Tomahawks supuestamente sobre objetivos militares, y al día siguiente Francia, Gran Bretaña, España y Dinamarca emprendieron la operación "Odisea al Amanecer"; los agrupamientos del Consejo Nacional de Transición (CNT) sólo aparecieron como infantería de la gran ofensiva de la OTAN; el 31 de marzo se calculó que las armas del tratado serían suficientes para eliminar en 90 días -esto es, hasta el 31 de junio- al gobierno y a sus bases internas. Mas la resistencia fue consistente e hizo fracasar los ataques aéreos y marítimos.

Ya bajo el amparo de las siglas de la ONU, puestas en juego por el Consejo de Seguridad, éste decidió ampliar otros 90 días la agresión, hasta el 27 de septiembre; de nuevo fue insuficiente, pues a pesar de que consideran tener bajo su control 90 por ciento del territorio, han tenido que replegarse y posponer la proclamación de la "liberación" del país.

Estos días últimos han sido el teatro propicio para que las potencias "aliadas" pusieran en práctica toda suerte de atropellos a los principios internacionales: a partir de la conclusión del "desmoronamiento" del gobierno de Gaddafi por la caída de Trípoli, habilitaron a los integrantes del CNT de figuras ejemplares de la revolución africana; la bandera de Libia ante el edificio de la ONU fue sustituida por la de la monarquía del rey Idris, la "Gran República Árabe de Libia Popular y Socialista" desapareció bajo el interino Comité de Transición; el señor Mustafá Abdel Jalil ha recibido el trato de máximo líder del Gobierno interino de Libia, y, como tal, es acogido por Barack Obama con una frase lamentable: "el antiguo régimen ya acabó".

Mas las razones de fondo de esta gran infamia no aparecen: ¿cuáles son sus propósitos, sus riesgos y motivos? Esas razones parten del hecho de que nunca como hoy ha sido grande el aislamiento estadounidense; en la zona de los grandes movimientos no cuenta más que con la alianza de Israel. Las acciones de los pueblos del norte de África se han realizado al margen de su influencia y dirección; más aún, puede asegurarse que la trascendencia de ellos reside en su independencia y su raigambre popular.

Nomás que eso es antagónico a la naturaleza del sistema: éste requiere de sus aliados grandes y sus pequeños siervos. No es que ya les baste con el CNT ni con el régimen que pueden crear en Libia: su flaqueza en los combates actuales lo demuestra; de allí la declaración de que "la misión de la OTAN continuará mientras la población civil siga amenazada". (La Jornada 21/09/011).

Seguirá y seguirá; para este tipo de tareas es el cuerpo ideal: no tiene más que un jefe (colectivo o individual), cuyas órdenes no se discuten. Es el organismo que garantiza que Libia, bajo el CNT, seguirá siendo el asidero de EU y los aliados que los acompañan, para intervenir en la lucha de los pueblos que se han lanzado a su liberación. Mas una política apoyada en los cañones de la OTAN, nada progresivo garantiza a esos pueblos. Más bien éstos habrán de estar harto vigilantes para que los cañones no se vuelvan contra ellos. Pero habrá que decirlo ahora: confiamos en los combativos egipcios, los serenos tunecinos y los luchadores sirios (los más amenazados hoy por hoy), para que ayuden a los libios a su recuperación nacional, pero también para impedir que los cañones truenen contra los resultados de las grandes jornadas de liberación africana.

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