"Les voy a preguntar a los
Magistrados del Tribunal
Qué quieren que yo haga."
Andrés Manuel
López Obrador
Andrés Manuel López Obrador estaba ayer escribiendo su cartita, pero no a Santa Claus o a los Reyes Magos sino a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y tenía razón en dedicar tiempo a esa tarea. El fallo del Tribunal, que señala que los candidatos únicos no pueden llevar a cabo labores de proselitismo en la precampaña, deja dudas de todo tipo.
"¿Qué está permitido y qué no?" La pregunta se la hacía López Obrador tras el fallo. ¿Quieren los magistrados que los candidatos únicos desaparezcan y se vayan de vacaciones ¿Que dejen de tener presentaciones públicas para dejarles la cancha libre a los tres del PAN? Si tienen mítines, ¿tendrán que pedir credencial a los asistentes para ver si son realmente miembros de algún partido de izquierda? ¿Deberán poner los partidos con candidato único policías a la entrada de sus reuniones para impedir la entrada de simpatizantes que no sean miembros de sus partidos?
Hoy, como siempre, la ley electoral se hace engrudo en el momento de su aplicación. El tramado absurdo de prohibiciones que supuestamente debería generar una mayor equidad sólo produce situaciones de ventaja para algunos, en este caso para los precandidatos del PAN.
Enrique Peña Nieto, el candidato del PRI, observa que los ministros se están preocupando solamente por los candidatos únicos, pero no por los que están en contienda por la candidatura de otro partido y que están realizando campañas abiertas a la población. Se refiere, por supuesto, a los tres precandidatos panistas. Es ridículo pretender que un anuncio de campaña que se difunde en medios masivos de comunicación pueda quedar aislado de la población general solamente porque lleva al final una observación de que "Este anuncio está dirigido sólo a militantes del PAN". Es como pretender que la comida chatarra se vuelve sana porque sus anuncios dicen al final: "Come frutas y verduras".
López Obrador no ha podido evitar desplegar su "sospechosismo" característico al comentar el fallo del Tribunal: "Yo creo que como el otro precandidato...ya saben cuál; no lo voy a mencionar, no sea que me vayan a multar por eso... Como a ése ya le recomendaron sus asesores que no hable mucho, quieren que yo esté calladito, como mudo... porque si habla no le va bien. Entonces, puede ser que eso es lo que estén pensando, que silencien a todos."
No hay que inventar complots extraños. El Tribunal sólo está tratando de aplicar una ley que, al limitar la actividad política en ciertos casos, ha generado grandes inequidades. Lo más justo sería tener contiendas en las que todos, candidatos únicos o precandidatos, pudieran realizar presentaciones en igualdad de circunstancias. El problema es que los legisladores que redactaron la ley electoral le tienen tanto miedo a la libertad de los ciudadanos que han llenado el sistema de prohibiciones.
El Tribunal Electoral tiene la obligación de aplicar la ley. No son su culpa los defectos de origen que ésta trae. Es razonable que López Obrador escriba una cartita al Trife para saber qué le está permitido hacer y qué no, ya que los magistrados pueden tener distintas interpretaciones de una ley confusa. Pero las quejas sobre las incongruencias mismas de la legislación, hay que presentarlas al Congreso que la elaboró y no a los magistrados que deben interpretarla.
Gerardo Fernández Noroña ha presentado una denuncia ante la Secretaría de Gobernación contra el presidente Calderón por haber asistido públicamente a una misa en la basílica de Guadalupe. El artículo 25 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público prohíbe, efectivamente, a "las autoridades federales, estatales y municipales... asistir con carácter oficial a ningún acto religioso de culto público". ¿Asistió Calderón a la basílica en carácter oficial? Probablemente. Quizá habría que cambiar la ley.
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