Casas de subastas: arte al mejor postor
La expresión más espectacular del comercio de arte es la subasta. Las más prestigiosas casas dedicadas a este negocio generan ganancias exorbitantes y en sus manos las piezas alcanzan precios que asombran al mundo. Este es un vistazo a la arena en donde las obras se cotizan en millones.
TOQUE DE MIDAS
Sabemos que el 27 de julio de 1890, presa de la angustia, Vincent van Gogh se pegó un tiro en el estómago y murió dos días después. Nunca conoció la fama como pintor y apenas logró malbaratar un par de obras. Su deceso pasó desapercibido para la mayoría. 100 años después, el 15 de mayo de 1990, su Retrato del doctor Gachet (1890) fue adquirido en subasta por el magnate Ryoei Saito, en 82 millones de dólares. La ironía no podía ser mayor: el máximo personaje trágico del arte era ahora el pintor más caro de la Historia. El récord se mantuvo hasta 2006, cuando tres cuadros alcanzaron cifras abrumadoras en dólares: 135 millones por un Klimt, 137 por un De Kooning y 140 por un Pollock.
No es de extrañar que entre las noticias más llamativas aparezcan con frecuencia los montos alcanzados por las piezas de arte en subasta. Pero resulta natural preguntarse si los lienzos con manchones aleatorios de Pollock valen tanto dinero y por qué. Los números exorbitantes son parte de un show ensamblado por las grandes casas de subastas. Es la arena de la especulación en su más alto nivel. Por un lado encontramos al martillero o moderador estimulando las ofertas, llevando la puja hacia arriba. Tenemos también a los miembros del jet set ostentando su fortuna, a especuladores teléfono en mano, y las ovaciones cuando los precios rebasan lo esperado. Emociones, derroche y lujo. Las principales casas de subasta pueden sacar a la venta colecciones que serían la envidia de cualquier museo del orbe.
Miles de compradores llegan cada año a los eventos en los cuales se rematan obras que oscilan desde los pocos cientos de dólares hasta los millones, en foros donde se apuntalan reputaciones, se descubren nuevos talentos y se generan leyendas. Nadie escapa a su poder: podemos tomar como ejemplo a Bansky, figura emblemática de la contracultura urbana, grafitero y crítico social. En subasta, sus creaciones han rebasado las 100,000 libras esterlinas. Una suma nada despreciable para alguien considerado como ‘vándalo’ por un buen segmento del público. Hablamos de la corte del rey Midas, en la que todo puede convertirse en oro.
UN NEGOCIO DE PRESTIGIO
La subasta es una forma de comercio milenaria. Herodoto describe una venta de esposas en el año 500 a. C. en la cual ganaba quien garantizaba la mejor cantidad. El imperio romano usaba dicho método con frecuencia y por siglos se llevaron a cabo eventos del mismo tipo en sitios como plazas y tabernas.
La primera casa de subastas formal se fundó en Estocolmo en 1674. En el caso del arte, fue en Inglaterra durante el siglo XVIII cuando comenzaron a ofertarse bienes bajo este esquema. En un principio no se fijaban importes muy altos, pero con la bonanza económica del siglo XIX las reglas cambiaron y los costos subieron, dando por resultado ventas muy altas y apuestas de gran envergadura por obras de maestros del pasado como Rembrandt o Leonardo.
A partir de ese punto y hasta la fecha el mercado del arte no ha hecho más que crecer, claro, con crestas y caídas que modifican los montos. De este amplio panorama destacan y por mucho, dos casas de subastas de origen inglés: Christie’s, fundada en 1766 y Sotheby’s, instituida en 1804. Vale comentar a manera de contexto que los ingresos anuales de la segunda rondan los tres billones de dólares. Ambas gozan de un asentado renombre y tienen filiales en las principales capitales financieras del planeta.
Como en toda clase de empresa mercantil, se parte del supuesto de que cualquiera puede entrar a la puja. Pero en realidad existe una brecha que divide al postor común, que no pasa de invertir unos cuantos miles de dólares, al de los coleccionistas a escala mayor. Ciertamente la exclusividad de las subastas se mide en relación a la suma que los clientes están dispuestos a gastar, porque comprar da estatus. Tanto Christie’s como Sotheby’s ponen al alcance del público una amplia gama de pinturas, esculturas, documentos, etcétera. Los mayores tesoros artísticos están a la venta y aunque existen otras acreditadas firmas como Phillips de Pury & Company, además de galeristas de alto nivel, nadie alcanza el poderío de estos dos establecimientos.
EL PRECIO DEL TESORO
Christie’s y Sotheby’s poseen un complejo y completo sistema para comercializar arte. Cuentan con escuelas de capacitación, equipos de valuadores, restauradores y consultores financieros. Ofrecen lotes provenientes de particulares (brindan asesoría gratuita a quien desee desprenderse de su propiedad a través de estas casas) y realizan proyectos monográficos, centrados en algún artista, técnica o estilo.
Para cada subasta publican un bello catálogo en el que se especifican las características de las piezas disponibles, así como su precio de salida. Al tener sedes en todo el globo, sus calendarios contemplan eventos casi a diario, con guiones curatoriales específicos (Celebración de Botero, Pinturas del siglo XIX, Rusia y Fabergé, por citar tres ejemplos). Se trata de un engranaje perfectamente coordinado, donde todas las partes buscan maximizar sus ganancias.
El genuino sueño de cualquier creador es llevar su trabajo a las grandes subastas. Pero tratándose de establecimientos de primer nivel no caben los idealismos, ya que hablamos del mercado del prestigio. El autor que anhele acceder a tales niveles debe estar respaldado por una buena galería, tener una sólida base de coleccionistas, un historial de ventas favorable y ascendente, obra publicada en catálogos y revistas reconocidas, creaciones colocadas en acervos importantes (públicos y privados), y sobre todo contar con asesoría profesional sobre las maneras de ofertar y ganar en subastas.
Cuando están en juego fuertes cantidades de dinero, incluso el romanticismo se vuelve mercancía. ¿Quién no conoce la anécdota de Van Gogh, de su locura, de cómo se cortó una oreja para regalársela a una prostituta, de su febril labor y sus apasionadas cartas? Su paso por el mundo pudo ser miserable, pero las anécdotas que lo rodean son oro molido. El valor agregado a una pieza de arte se finca en la reputación, que en el caso de maestros del pasado es ya incuestionable. Pero, ¿qué pasa con los artistas actuales? ¿Realmente valen lo que cuestan? Este cuestionamiento nos hace entrar en los infinitos corredores de la especulación y la moda, de las estrellas fugaces y las tendencias que vienen y van.
Las grandes subastas, empleando una metáfora automovilística, son la Fórmula 1 del comercio del arte. Es el cruce de intereses y glamour, de tendencias, finanzas, tecnología y redes de distribución que se filtran en las cúpulas del poder. Y es que el brillo de los tesoros, la competencia y el poder resultan en una mezcla contundente que se resuelve en un golpe de martillo y un grito mágico: “¡Vendido!”.
Correo-e: cronicadelojo@hotmail.com
ENLACES EN LA RED
Christie’s
www.christies.com
Sotheby’s
www.sothebys.com
Phillips de Pury & Company
www.phillipsdepury.com