Profundidad. El lago Titicaca llega a tener hasta 285 metros.
Dicen que el lago se puede contemplar desde cualquier punto. Para recorrerlo hay que subir a una lancha colectiva que sale todos los jueves y domingos desde el puerto de Puno, ciudad al sureste del Perú.
El primer punto que se visita es Taquile, una de las 17 islas que rodean el lago. En la lancha hablan aimara, una lengua materna de los indígenas bolivianos; lo hacen entre ellos, pero a nosotros nos hablan en español.
Nos acompaña Jesús que, aunque limeño, conoce muy bien los secretos del lago. Él es quien nos previene sobre la altura a la que llegaremos: “Mejor tomen un poco de té de coca ya que estaremos a 3 mil 812 metros sobre el nivel del mar”.
El Titicaca tiene un área de 8 mil 562 kilómetros cuadrados que unen a Perú y Bolivia. “Más vale que sepan nadar”, nos previene Jesús, porque a veces estas lanchas suelen perder el equilibrio y se llegan a voltear.
El viaje es de tres horas, aproximadamente. La travesía incluye una visita a las islas flotantes de los uros, que tienen sus casitas sobre el lago y venden artesanías. Para entrar a la isla hay que pagar dos dólares. Luego de 30 minutos se sube de nuevo al bote para ir al puerto de Chilkano y entrar a Taquile, donde habrá que subir 530 escalones.
Aquí nos alojaremos en casa de una de las familias taquileñas. Esta experiencia es muy habitual, pues de lo que se trata es de convivir con los indígenas.
Ellos ya están preparados para recibir a los viajeros, ya que el ser anfitriones lo practican desde hace más de cinco años.
Textiles tradicionales
Taquile es famosa por tener un centro ceremonial preínca y por elaborar textiles tradicionales, incluidos en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Aquí todos son quechuas y el Titicaca es un lugar sagrado para ellos: sus aguas son su principal fuente de recursos.
“Durante el día, cuando se calienta, se crean diversos hábitats que ayudan a que sus campos de siembra permanezcan húmedos”, dice Jesús.
Después de subir todos esos escalones, estamos agotados. Sugerimos comer y beber algo antes de visitar las textileras. Jesús nos lleva a una cocina comunitaria donde nos preparan un chairo, sopa de carne de cordero, verduras y maíz. De beber nos sirven agua de toronja.
Seguimos para conocer a Toña y María, dos expertas textileras que, al igual que sus hijas, aprendieron este arte desde pequeñas. Una de las prendas características es el chullo, el clásico gorro andino, elaborado de punto con orejeras. Lo utilizan generalmente los hombres. También elaboran el cinturón calendario, una faja donde se representan los ciclos agrícolas de los taquileños. Ellas tejen en un telar de madera.
En cada pieza se tardan entre 45 minutos o un día. Jesús nos apresura para poder llegar hasta los cerros protectores, sitios sagrados donde se llevan a cabo ceremonias para la tierra. Están a 20 minutos de la plaza central y fueron, según sus mismos habitantes, un lugar de ceremonias preíncas.
Observamos unos basamentos de piedra y un círculo con unas ofrendas de flores.
Regresamos a la plaza para visitar la iglesia, donde no hay sacerdote, sólo un encargado al que llaman “mayordomo” y que oficia las misas en quechua, la lengua ancestral de la isla (del lado peruano). Escucharlo y ver a los habitantes rezar es un espectáculo único.
Para conocer el lago Titicaca necesitarás por lo menos cinco días. Además de Taquile, se visita Llachón, al norte de Puno; Titikayak y Amantan, una región muy preciada por sus trabajos en piedra.