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Cercar al Congreso La otra guerra

DIEGO PETERSEN

 P Or donde se vea, el diálogo entre Calderón y las víctimas del delito encabezados por Javier Sicilia ha sido lo mejor que ha pasado en este debate. Por supuesto que muchos hubieran querido que los representante de la sociedad civil quemaran al presidente en leña verde, lo humillaran y los pasearan enjaulado acusado de 40 mil muertes por las calles de la ciudad de México, pero esas son justamente las posiciones que impiden el diálogo, y Javier Sicilia es mucho más inteligente que eso. Contra lo que dicen los escépticos, el diálogo se dio porque ambos plantearon, respetuosamente, pero con firmeza, sus posturas y visiones.

El punto nodal lo planteó el poeta cuando dijo que el Estado está fallando en su obligación de proteger a su gente y defender sus derechos. Esta es la misión fundamental del Estado y a los ciudadanos nos importa un bledo si el responsable el el Gobierno Federal o el local, si los corruptos son los jueces o los diputados, si los muertos eran del bando de los buenos o los malos. Podemos discutir para efectos de análisis quién está haciendo mejor su trabajo, pero los 40 mil muertos si bien no son responsabilidad personal del presidente Felipe Calderón sí son la consecuencia de un Estado que no está siendo capaz de cumplir su principal objetivo: darnos seguridad. Para eso pagamos impuestos y tenemos todo el derecho a exigir. De nada nos sirve que el presidente nos diga que él sabe que hay jueces corruptos, nosotros también lo sabemos, pero al jefe de Estado no le toca hacer denuncias, él debe actuar en consecuencia.

El punto central del presidente fue decir que el Estado debe pedir perdón, pero por no haber actuado a tiempo. Es cierto, esto no comenzó ayer. Fue el Estado el que dejó salir al Chapo de la cárcel, y eso nada tiene que ver con las decisiones del presidente actual. Es el Estado el que pensó que el narco se podía administrar; no es un asunto de partidos, así lo vio el PRI y así lo vio Fox. En los Estados que visitaron el infierno antes que nosotros, Colombia por ejemplo, más allá de diferencias ideológicas hay algo en lo que todos coinciden: lo que no se puede tolerar del narco es la ruptura del Estado de Derecho, porque eso significa la claudicación del Estado.

No es un tema moral: si los señores de la droga se la ingenian para llevar sus cargamentos a Estados Unidos sin violar las leyes en México, perfecto. Ya será problema de los gringos ver qué hacen con la droga y con sus consumidores. El problema es que eso es imposible.

Donde Calderón se ha equivocado desde el principio es en vendernos que la guerra es contra el narco. Eso es un error gravísimo, la guerra es por el Estado de Derecho: es contra los narcos, contra los jueces y políticos corruptos, contra delincuencia organizada y la desorganizada, contra la piratería y los abusos patronales, etcétera. Donde se equivoca Sicilia es en decir que esta guerra no es nuestra. En esta guerra estamos ya metidos hasta el cogote, por eso hay que pelear la otra guerra, la guerra contra la impunidad. Esa guerra sí es de todos.

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