"Los efectos de salud pública [de Chernóbil] no fueron tan importantes como primero se temió".
Michael Repacholi, Organización Mundial de la Salud
Oy hace 25 años se registró el accidente nuclear de Chernóbil en Ucrania, entonces en la Unión Soviética. La controversia, como la contaminación, no ha desaparecido. De hecho, se ha vuelto más intensa por el accidente de Fukushima en Japón.
El 26 de abril de 1986 fueron apagados varios mecanismos de seguridad en Chernóbil para llevar a cabo una prueba del sistema de control eléctrico. Una descarga causó una explosión de vapor que fracturó el recipiente del reactor. La fractura provocó nuevas explosiones que destruyeron el reactor. Las barras de grafito que servían como enfriadores se incendiaron y permanecerían en llamas durante 10 días. Una gran cantidad de material radiactivo fue liberado a la atmósfera.
Éste ha sido el peor accidente en la historia de la industria nuclear. El Comité Científico sobre los Efectos de la Radiación Atómica de las Naciones Unidas (UNSCEAR) ha determinado que 30 personas murieron de inmediato o en las semanas siguientes. Más de una treintena de personas fallecieron posteriormente. Hasta 2008 la cifra de muertes confirmadas era de 64. Hay que añadir unos seis mil casos no mortales de cáncer de tiroides. Aparte de esto, según UNSCEAR, "no hay a dos décadas de distancia indicios de un impacto público importante atribuible a la exposición de radiación".
Sesenta y cuatro muertos son muchos, pero la cifra palidece frente a los miles de fallecimientos anuales por la minería de carbón o por accidentes carreteros. Greenpeace, la organización ambientalista, afirma que más de 250 mil personas podrían morir de cáncer por Chernóbil, pero la cifra es vista como una enorme exageración por la mayoría de los especialistas.
El miedo a la energía nuclear, sin embargo, rebasa a la razón. La gente tiene temor de un enemigo invisible que podría causar cáncer y mutaciones misteriosas. Hay poca conciencia de los verdaderos efectos de la radiación, la cual se encuentra siempre presente en el ambiente. Los seres humanos recibimos en promedio 3.65 microsievert (milésimas de sievert) al año del ambiente y procesos médicos. Un sievert puede producir envenenamiento no mortal en un humano.
Diez minutos de exposición en la explosión de Chernóbil producían una dosis mortal de 50 sievert. La radiación, sin embargo, se dispersa y pierde potencia con el tiempo. Hoy permanecer una hora en la planta de Chernóbil expone a una persona a 6 microsievert, un poco más de los 5.8 que se reciben en una tomografía de pecho con rayos X.
El accidente de Chernóbil trajo lecciones a la industria nucleoléctrica. La más importante es construir los reactores con mayores medidas de seguridad, especialmente con recipientes externos que impidan fugas de material radiactivo en caso de fisura. Otra lección es evacuar con prontitud a la población en un círculo de seguridad, cosa que no se hizo en Chernóbil. Quienes son sometidos a dosis altas de radiación deben recibir tratamiento de yodo, el cual no se aplicó a los damnificados de Chernóbil.
El accidente de Fukushima es hasta ahora el segundo peor de la historia. Algunos trabajadores tuvieron exposiciones breves de 2 a 6 sievert por permanecer de pie en un charco de agua radiactiva. Ha habido fugas de agua contaminada y emisiones a la atmósfera, pero hasta ahora significativamente inferiores a las de Chernóbil. El miedo a la radiactividad, sin embargo, ha hecho que se preste más atención a este accidente, que hasta este momento no ha causado una sola víctima mortal, que a los más de 25 mil muertos provocados por el terremoto del 11 de marzo y el posterior tsunami en Japón.
COMO LA AVIACIÓN
La industria nuclear es como la aviación comercial. Hay muchos más accidentes y muertes en otras actividades, como la generación por carbón o el transporte carretero, pero la atención que se presta a sus problemas rebasa por mucho la de actividades más riesgosas.
www.sergiosarmiento.com
