Definitivamente una estrategia para solucionar problemas sociales no podrá ser llamada política pública sin participación ciudadana.
El involucrar participación ciudadana en la evaluación de políticas públicas no es un tema nuevo, ni mucho menos exclusivo de países desarrollados o subdesarrollados. Se puntualiza tanto que para influir en las condiciones de la vida cotidiana, en los ámbitos social, cultural, medioambiental y económico productivo se requiere participación ciudadana, como que se requiere de un cambio cultural, de mentalidad paternalista y asistencialista a acciones que establezcan relaciones horizontales entre usuarios y proveedores de servicios, recordando que los gobiernos son proveedores de servicios.
La contraloría social es quizá una de las mejores opciones de fomentar la participación ciudadana en la evaluación de las acciones gubernamentales para atender muchos de los problemas que nos afectan a todos los ciudadanos.
Evaluar las políticas públicas con un modelo participativo quizá se pudiera dar mediante las sindicaturas locales, la cuestión es la capacidad, habilidad y factores que a veces los síndicos no cuentan en su perfil personal ni de su equipo, por lo que sería interesante proponer un modelo que se pudiera implantar independientemente de las limitaciones personales de quienes ocupan los cargos indicados en la administración pública para operar dicho modelo.
Pero recordemos que la participación ciudadana va más allá del simple hecho de evaluar gobiernos, sin embargo el aprendizaje participativo se puede asociar a la perspectiva de un mejoramiento social al evaluar programas sociales, lo cual implica primero identificar los efectos provocados por la acción o acciones derivados de el programa social a evaluar y aplicar una escala de medición a estos efectos, saber los recursos aplicados a dicho programa, comparar la medida lograda con alguna otra que sirva de parámetro, ya sea en otro tiempo o en otras latitudes, explicar los resultados de la comparación, evaluar las acciones, el programa y sus efectos, así como sugerir en su caso, modificaciones necesarias, contribuir a obtener los logros del programa.
La participación ciudadana debe ser más allá de las protestas sociales que han ocasionado la absurda y reprobable represiones militares que la historia registra, más allá de evaluar gobiernos, es necesario que se involucren en la creación de leyes. Sin embargo existe en muchos ciudadanos aversión a lo que relacionan con política y con partidos.
Sin fanatismos y con tolerancia, es evidente que no son las siglas ni los colores políticos los que garantizan el cambio y el desarrollo social, hay intereses de diversa índole que degeneran los principios y doctrinas, que deforman la administración pública, que impiden programación de políticas públicas eficientes, y nada pasa, nada sucede, no hay una participación ciudadana que propicie renovación social, que propicie renovación moral.
La diferencia en los partidos políticos debe radicar en su tesis, su doctrina y su ideología, así como en el ejercicio de gobierno. Las igualdades radican tanto en que son presa de los intereses y ambiciones humanas como en la necesidad de utilizar estrategias electorales para ganar votos, aunque lamentablemente, el electorado en su mayoría no repara en las plataformas políticas.
Y es aquí donde vale la pena citar a Platón en uno de sus diálogos en La República:
Me parece natural amar a quienes consideramos buenos y odiar a los que creemos malos
.-¿No sucede que este punto es engañoso y que a veces se considera hombre de bien a quien sólo lo aparenta y bellaco a quien en realidad es bueno?
-Estoy de acuerdo.
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