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Cómo gestionar centros educativos de calidad

ROLANDO CRUZ GARCÍA

"La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de la que es capaz"

Immanuel Kant

En los países desarrollados se está viviendo una rapidez impresionante en la forma en la que suceden los cambios en todos los órdenes. Ese dinamismo propio de las sociedades avanzadas puede constatarse en lo social, lo científico-tecnológico, lo económico y sus relaciones mutuas, lo que hace más complejo el contexto en el que se desenvuelven las personas y las organizaciones, así como las instituciones públicas y privadas.

El sistema educativo, en su condición de subsistema social, no es la excepción y se ve afectado siempre por esta nueva situación: el vertiginoso cambio que el propio sistema - estado le imprime.

En los países en desarrollo la situación es otra y estos cambios se vuelven exacerbadamente lentos, por lo que en nuestras escuelas el asunto se vuelve crítico; cambia la sociedad en su conjunto, lentamente si usted quiere, pero cambia. En las escuelas no se percibe tal cambio.

Sin ignorar la singularidad de la educación como tarea, ni su elevado cometido social, ni la cuota de especificidad propia de las instituciones educativas, lo cierto es que sin un cambio profundo en el seno de los centros escolares, vistos éstos como organizaciones, (sobre todo en su forma de gestión y en sus correspondientes prácticas) difícilmente cambiará la sociedad misma; El sistema educativo nacional, por ejemplo tendrá serias dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos, lograr mejores estándares de calidad para todos y contribuir sustancialmente al progreso personal, social y económico.

La adaptación de cualquier institución a un entorno cambiante no constituye un proceso espontáneo o automático. Para conducir con éxito la gestión, se hace imprescindible tener una visión prospectiva, mirar hacia adelante, reflexionar sobre el futuro a fin de poder anticipar una imagen coherente de la institución que le aporte una cierta seguridad y un cierto grado de estabilidad institucional perfectamente compatible con los procesos de cambio.

La sociedad post industrial, ha traspasado ya el umbral de la llamada sociedad del conocimiento y avanza inexorablemente hacia la primacía de la inteligencia y del saber como principales factores de progreso social y económico.

A escala mundial, por ejemplo, la producción de software informático (producto puro de la inteligencia humana) constituye la principal fuente de valor añadido en el comercio internacional; en la elaboración de chips, el precio de los materiales representa menos del 1% del costo total. Tanto en su producción, como en la de todos aquellos sistemas que tienen en el chip su componente fundamental, la sustancia más preciosa es el saber y la inteligencia asociados a su concepción y a su desarrollo. Recientemente, la Asociación de la Industria Electrónica del Japón ha estimado que las nuevas actividades vinculadas a la sociedad de la información (tales como la telemática, el teletrabajo, la enseñanza a distancia, etc.) podrían alcanzar en el presente siglo la envergadura de las industrias electrónicas o del automóvil.

En semejantes circunstancias, la educación y la formación del recurso humano refuerzan su condición de elementos de carácter estratégico y la mejora de la calidad educativa se convierte en un objetivo fundamental de todos los países desarrollados y en desarrollo. De aquí la importancia de una gestión acorde con el tamaño del reto.

Esta revalorización del conocimiento y del saber como instrumentos de progreso personal, económico y social, alcanzan a las familias mexicanas y originan, como efecto inducido, un aumento de sus expectativas con respecto al funcionamiento de las instituciones educativas.

Por si esto fuera poco, en el momento en el que afloran la crisis de valores y las rasgaduras en el tejido social, se descarga en los sistemas escolares y en sus instituciones una buena parte de la responsabilidad de la socialización de los individuos; responsabilidad que, en otros tiempos, era asumida en mucha mayor medida por la familia.

Por todas estas razones, los gobiernos incrementan sus expectativas respecto del rendimiento de los sistemas educativos y promueven la reflexión para la búsqueda de soluciones y para la implementación de políticas capaces de atender los desafíos que se ciernen sobre sus correspondientes países; es en este momento en el que más se necesitan gestores altamente calificados y formados visionariamente.

El nivel de exigencia de los usuarios ante los bienes y servicios que les prestan, tanto las entidades educativas privadas como las públicas, ha aumentado de forma notable y su impacto se ha visto acentuado por un contexto socio-histórico en el que se han revalorizado las libertades individuales y en particular, la libertad de elegir. Cada vez nos encontraremos con familias más exigentes y pendientes del servicio educativo que reciben.

Finalmente, se destaca la forma más efectiva en la que han de operar los centros educativos, en los que el profesor como profesional de la educación, puede convertirse en administrador educativo, por lo que habrá de capacitarse, actualizarse y profesionalizarse para asumir tan grave tarea, no se vale ahora gestionar intuitiva o empíricamente o al ensayo y error; es necesario hacer gestión de la más alta calidad.

Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com

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