"Hay medio mundo esperando con una flor en la mano y la otra mitad del mundo por esa flor esperando."
Facundo Cabral
No hay mayor paradoja que la violenta muerte de Facundo Cabral, un hombre pacífico y pacifista que a los 74 años, casi ciego, caminaba con un bastón para compartir su humor y talento con públicos de todos los países de habla española. Poco sabemos de las razones que llevaron al asesinato de este cantante y poeta argentino, cuya canción "No soy de aquí ni soy de allá" se convirtió en un himno de los jóvenes que en los años setenta revolucionaban al mundo de manera pacífica. Al parecer el ataque no estaba dirigido en su contra. Facundo, a quien la UNESCO declaró en 1996 "mensajero mundial de la paz", es quizá uno más de esos "daños colaterales" que ha dejado la guerra contra el narco.
Guatemala tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo, la cual ha venido creciendo con rapidez: de 26 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2000 a 52 en 2009 ("List of countries by intentional homicide rates", Wikipedia). Esta última cifra coloca a Guatemala en el cuarto lugar del mundo, muy por arriba de países como Colombia, con 35 homicidios, o México con 15, según esta lista (las cifras más recientes sugieren que el total de México subió a 19 homicidios por 100 mil habitantes en 2010).
Guatemala, un país con un Estado débil, siempre ha tenido problemas de seguridad, pero en los últimos años éstos se han agravado por las mismas razones que en México: la guerra contra el narco. Como lo señalaba el 4 de junio de 2009 Ken Ellingwood en un artículo para el diario estadounidense Los Angeles Times, "la violencia de las drogas de México se está extendiendo a Guatemala". El mismo y relativo éxito del gobierno mexicano contra los narcotraficantes está obligando a muchos no a suspender sus operaciones sino a mudarlas a Guatemala y otros países de la región.
Las bandas de narcotraficantes y sus sicarios han prosperado en Guatemala. Si Estados Unidos, con todos sus recursos y riqueza, no ha podido eliminar la distribución y venta de drogas en su territorio, qué podemos esperar de México, que tiene quizá una veinteava parte de esos recursos, o de Guatemala, cuya capacidad de combate al crimen organizado es una fracción de la que tenemos en México.
"Es un accidente dramático --dijo el cantante argentino, Alberto Cortez, cuando se enteró de la muerte de su compañero en el ya clásico disco Lo Cortez no quita lo Cabral-producto de la violencia del narco que asola a parte de América Latina." No parece haber ningún otro intento de explicar la muerte del talentoso e ingenioso Cabral. Como sociedades nos estamos acostumbrando a esos daños colaterales que en otros tiempos habrían parecido inimaginables. Todos los países de la región, y particularmente México, Guatemala, Honduras y El Salvador, estamos sufriendo incrementos importantes en el número de homicidios dolosos como consecuencia de la guerra contra el narco.
En contraste, Estados Unidos, el país al que se dirige la mayor parte de la droga que se produce o se traslada en nuestra región, mantiene una cifra estable de 5 homicidios por 100 mil habitantes. Portugal y los Países Bajos (Holanda), naciones en las que se han descriminalizado algunas drogas, especialmente la marihuana, tienen tasas de homicidios dolosos mínimas, que oscilan alrededor de uno por cada 100 mil habitantes.
Es triste que un hombre que ofreció al mundo una flor haya tenido que perder la vida a los 74 años en un ataque criminal aparentemente dirigido a otra persona. La lección es que en la violencia de la guerra contra el narco nadie está a salvo.
FIN SANGRIENTO
A pesar de que las autoridades nos dicen que ya está bajando la violencia en México, todo parece indicar que este pasado fin de semana fue uno de los más violentos jamás registrados. Nada más el viernes y el sábado, 8 y 9 de julio, se registraron cerca de un centenar de ejecuciones. Habrá que sumar las de ayer.
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