Condenados a muerte
La controversia universal sobre la pena de muerte ha inspirado a un gran número de realizadores desde los principios de la cinematografía, creando en no pocas ocasiones auténticas obras de arte.
Pocos temas despiertan tanta polémica como la pena de muerte. Ríos de tinta y saliva han corrido para esgrimir argumentos a favor y en contra de la pena capital. Al respecto han opinado juristas, políticos, sacerdotes, militares, economistas, filósofos, sociólogos, defensores de los derechos humanos, periodistas y hasta artistas. No es de extrañar que el séptimo arte, industria de entretenimiento y a la vez espejo de la sociedad, haya abordado el espinoso asunto en numerosas ocasiones y con tratamientos distintos, ya sea a partir de la ficción o de la recuperación de acontecimientos reales.
DE LA DURA REALIDAD AL CELULOIDE
Desde los tiempos del cine mudo la pena de muerte se convirtió en parte importante de las tramas fílmicas. Una de las primeras cintas en tratar el tema de forma detallada es Intolerancia (Intolerance, 1916), del visionario David Wark Griffith. En ella el autor narra cuatro historias de injusticia que transcurren en épocas distintas. Una de ellas es La madre y la ley, en donde un joven es acusado injustamente de asesinar a su patrón y condenado a la horca. Cuando todo está dispuesto para cumplir la sentencia, el inculpado recibe el indulto. Por su detalle y dramatismo, ese capítulo sienta las bases generales del tratamiento de la pena capital en el cine.
De la misma manera que Griffith recurrió a una anécdota real para desarrollar su propuesta, otros cineastas han revisado sonados expedientes de ejecuciones. Tal es el caso de La que no quería morir (I Want to Live!, 1958), del prolífico Robert Wise, basada en el proceso seguido a Barbara Graham (Susan Hayward), una prostituta destinada a la cámara de gas al ser acusada de homicidio. La excepcional reconstrucción de los hechos fue posible gracias a numerosas cartas, artículos periodísticos y entrevistas escritas en torno al caso. La película consigue de una manera efectiva plasmar la humanidad y angustia de la inculpada, más allá de su inocencia, frente a todo el aparato de muerte del Estado.
En 1967 Richard Brooks llevó a la pantalla grande el impactante libro de Truman Capote A sangre fría (In Cold Blood), en el que se narra de forma novelada el caso del asesinato de la familia Cutter en Kansas, que conmovió a toda Norteamérica. Fiel al texto original, Brooks logra compenetrar al espectador en la vida de las cuatro víctimas y de los victimarios, que luego de un largo juicio son sentenciados a la horca. Con excelentes actuaciones de Robert Blake y Scott Wilson en los papeles de los multihomicidas Perry y Dick, el filme obtuvo el reconocimiento unánime de la crítica internacional. Casi cuatro décadas después Bennett Miller sorprendería al mundo cinéfilo con su soberbia cinta Capote (2005). En ella cuenta cómo el afamado escritor gestó y concibió su obra culmen, y la relación que sostuvo con los asesinos de la familia Cutter hasta el día de su ejecución. La inolvidable interpretación de Philip Seymour Hoffman, la veracidad con la que está construida la trama y el despliegue escénico la convierten en una película imprescindible.
Un asunto de mujeres (Une affaire de femmes, 1988), del recientemente desaparecido Claude Chabrol, es otro poderoso alegato fílmico en contra de la pena capital. Desarrollado en los tiempos de la Francia ocupada, cuenta de forma emotiva la vida de una de las últimas mujeres condenadas a la guillotina. El peso lo lleva la protagonista Isabelle Huppert en su papel de Marie, una mujer que para mantener a su familia asiste a sus conciudadanas orilladas a la prostitución en la práctica de abortos, hasta que es descubierta por las autoridades.
El reconocido actor Tim Robbins demostró su calidad como director con el conmovedor filme Pena de muerte (Dead Man Walking, 1995), inspirado en el testimonio escrito de la religiosa Helen Prejean, quien sirvió de consejera espiritual de Patrick Sonnier, sentenciado a la silla eléctrica por el asesinato de dos adolescentes. En la versión en celuloide el inculpado se llama Matthew Poncelet, interpretado con soltura por Sean Penn, y es ajusticiado por el método de inyección letal frente a la mirada de los padres de las víctimas y de la propia Helen, caracterizada magistralmente por Susan Sarandon. El leitmotiv de la cinta es que la pena capital tiene que ver más con la venganza que con la justicia.
La última muerte infligida por el método del garrote vil en España es narrada Salvador (Puig Antich) (2006), de Manuel Huerga. Luego de una ardua pero infructuosa lucha de su familia por conseguir el indulto del régimen franquista, el joven anarquista Salvador Puig Antich, interpretado por el talentoso actor alemán de origen español Daniel Brühl, es ejecutado bajo la dudosa acusación de haber asesinado a un guardia civil durante un enfrentamiento.
UNA MIRADA A LA HISTORIA
La ‘gran Historia’ también ha dado numerosos argumentos a los cineastas para el abordaje de la pena de muerte. Un momento histórico muy utilizado es el proceso contra la santa francesa Juana de Arco. De entre las obras que tratan este tema destaca sin duda la del danés Carl Theodor Dreyer, La pasión de Juana de Arco (La Passion et la mort de Jeanne d’Arc, 1928), película muda protagonizada por Renée Falconetti y basada en las actas originales del juicio que llevó a la heroína gala a la hoguera. Rodada en su mayoría con primeros planos y un realismo inusitado para la época, es considerada uno de los grandes clásicos del cine mundial. Aunque varias versiones se rodaron posteriormente ninguna llegó al nivel alcanzado por Dreyer. El proceso de Juana de Arco (Procès de Jeanne d’Arc, 1962) del realizador francés Robert Bresson y estelarizada por Florence Delay, quizá sea el intento más loable de actualización cinematográfica de tan controvertido caso.
Sin duda entre las ejecuciones más atroces representadas en la pantalla grande destaca la crucifixión de Jesús. Prácticamente todas las películas que tienen como base la vida y obra del Mesías de los cristianos incluyen las escenas de su prolongado castigo y dolorosa agonía. Sin embargo, por su hiperrealismo y minuciosidad sobresale La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2004), del actor y director Mel Gibson, centrada en las últimas 12 horas del Nazareno. Hablada en latín y arameo, con una soberbia puesta en escena, una violencia gráfica nunca antes vista y un sólido reparto encabezado por James Caviezel, esta polémica cinta es una referencia obligada.
A medio camino entre el wéstern, la comedia y el drama, The Life and Times of Judge Roy Bean (1972) del polifacético John Huston, aborda el tema de la pena capital desde la óptica del verdugo. Huston recupera la historia mezclada con leyenda de Roy Bean (Paul Newman), un curioso personaje de finales del siglo XIX que de ser dueño de un saloon se erige en autoridad del territorio oeste del río Pecos, condenando a muerte a criminales en juicios arbitrarios y extravagantes. La extraña película concebida en dos partes de tonos muy disímbolos, a nadie puede dejar indiferente.
UNA CONDENA DE FICCIÓN
No sólo la Historia y los hechos reales han aportado materia prima en este rubro. La ficción también ha hecho su parte. Un ejemplo es Milagros inesperados (The Green Mile, 1999), inspirada en la novela de Stephen King El pasillo de la muerte y dirigida por Frank Darabont, que narra las hazañas milagrosas de John Coffey (Michael Clarke Duncan), un hombre de color sentenciado a morir, acusado injustamente de asesinar a dos niñas, y quien a punto de ser ejecutado logra comprobar su inocencia al oficial del ‘corredor de la muerte’ Paul Edgecomb (Tom Hanks). Un filme amable muy al gusto de Hollywood.
Con más originalidad y menos recursos, Bailando en la oscuridad (Dancer in the Dark, 2000) del genio danés Lars von Trier, cuenta la tragedia de Selma, encarnada por la estupenda Björk, una soñadora mujer inmigrante en Estados Unidos que padece debilidad visual y se ve orillada a cometer un crimen para darle un mejor futuro a su hijo; por ello la sentencian a la horca. Alternando escenas de carácter casi documental con coloridos cuadros musicales (ensoñaciones de la protagonista), la cinta logra conmover al espectador más insensible. La escena final es desgarradora.
Una de las películas con más carga ideológica en contra de la pena capital es La vida de David Gale (The Life of David Gale, 2003) de Alan Parker, con Kevin Spacey en el rol estelar. Drama en clave de thriller, presenta a un activista que hace lo impensable por demostrar las injusticias que se pueden cometer por el aparato de ejecuciones de un Estado. Una trama interesante con giros sorpresivos que inyecta nuevos bríos a un tema ampliamente abordado por el cine, y al que algunos críticos ya se atreven a llamar ‘subgénero de pena de muerte’.
Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx
PELÍCULAS PARA CONSEGUIR EL INDULTO
A sangre fría (In Cold Blood, Richard Brooks, 1967)
Pena de muerte (Dead Man Walking, Tim Robbins, 1995)
La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, Mel Gibson, 2004)
Bailando en la oscuridad (Dancer in the Dark, Lars von Traer, 2000)