Siglo Nuevo

Conservatorio Nacional, música que persiste

ARTE

El Conservatorio Nacional de Música muestra cómo la inversión en el arte produce bienes intangibles pero imprescindibles en el momento de reconocernos como personas sensibles y pensantes.

El Conservatorio Nacional de Música muestra cómo la inversión en el arte produce bienes intangibles pero imprescindibles en el momento de reconocernos como personas sensibles y pensantes.

Miguel Canseco

14 décadas de enseñanza y producción musical respaldan al Conservatorio Nacional de Música, testigo de los cambios de nuestro país, motor de investigaciones estéticas, alma máter de músicos y compositores indispensables. Echar un vistazo a su historia es ver el reflejo de una nación en perpetuo proceso de creación y cambio.

México ha tenido una historia accidentada. No ha sido un camino fácil. Pero entre los factores que pese a todo persisten está la música. “Sin música la vida sería un error”, afirmaba categórico Nietzsche. En nuestro país, tierra de sismos ideológicos donde las instituciones suelen resquebrajarse, encontramos una que perdura y a sus 140 años goza de buena salud: el Conservatorio Nacional de Música.

Su prestigio internacional se cimenta en los nombres de sus maestros y alumnos que han dado forma a la identidad musical de nuestro país y de Latinoamérica. La lista es imponente: Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, Manuel M. Ponce, José Pablo Moncayo, Juventino Rosas, Mario Lavista y Rodolfo Halffter, sin olvidar artistas en plena actividad como Horacio Franco y Rolando Villazón.

La sola mención del Conservatorio trae a la mente una imagen auditiva de innegable calidad interpretativa. Su referencia como casa de estudios en el currículum de sus egresados es garantía de su talento, y asegura también que escucharlos será un deleite. Formar músicos profesionales en las especialidades de interpretación, docencia, investigación y creación, resume su objetivo, que aunque breve es certero al señalar con eficacia su máximo logro, la formación profesional en toda la extensión de la palabra.

Pero este presente suyo no sería posible sin el pasado que le dio cimientos, por ello para entender su solidez actual hay que ahondar en las raíces que lo sustentan.

RAÍCES Y NACIMIENTO

Si la historia de nuestro país se teje entre mestizajes, podemos encontrar los antecedentes del Conservatorio en el Cuicacalli, la casa del canto de los aztecas, donde se enseñaba música junto con poesía, escultura, arte plumario y todas las manifestaciones artístico-espirituales indispensables para la cosmovisión del México prehispánico. En Europa por su parte los templos religiosos concentraron el saber musical y encontramos el primer conservatorio en Santa Maria di Loretto, en Nápoles (1537). En la etapa colonial se mantendría esa estrecha relación entre la religión y la música, parte esencial del proceso de evangelización de la Nueva España. En el siglo XVII surgen instituciones de enseñanza musical como el Conservatorio de las Rosas, el Convento de San Miguel De Belén y los colegios de infantes de las catedrales de México y Puebla.

José Mariano Elizaga, organista y maestro de capilla de Agustín de Iturbide fundó en 1825 la Academia Filarmónica Mexicana, que se considera el primer conservatorio de América Latina. En 1828 se instauró una segunda sociedad del ámbito, liderada por Agustín Caballero quien organizó la primera compañía de ópera mexicana. La tercera asociación se estableció en 1866, fortalecida con el apoyo del régimen de Benito Juárez. Para 1867 éste decretó que el Conservatorio de la Sociedad Filarmónica fuera llamado Conservatorio Nacional de Música y Bellas Artes. Nació así una entidad que sería testigo de los cambios sociales de México, dando testimonio del espíritu de los tiempos a través de su producción musical.

CAMBIOS Y VARIACIONES

De un primer periodo de influencia italiana se pasó a una tendencia hacia la música alemana y francesa, siendo el Conservatorio una extensión de los debates estilísticos que se originaban en Europa. Esto devino en rivalidades que estimularon a grandes talentos. Julián Carrillo sería uno de los primeros egresados que se haría un nombre por sí mismo. Para 1910 el estallido de la revolución traería zozobra a la institución, que llegó incluso a ser militarizada durante el mandato de Victoriano Huerta. Pero el Conservatorio mostró en este lapso de acusada violencia el temple que lo ha distinguido durante su larga historia y no dejó caer el nivel de su enseñanza musical. Pasada la tormenta, con el extraordinario apoyo que José Vasconcelos dio a la cultura, la casa de estudios se revitalizó y se integró a la construcción cultural del México posrevolucionario que tomó como tarea vincularse al pueblo y encontrar la identidad que con ansia buscaba. El hecho de que desde los años setenta el Conservatorio otorgue cédulas profesionales a sus egresados, nos habla de este largo proceso en el que la sociedad ha tenido que madurar para valorar el trabajo profesional de sus artistas.

Como un paréntesis importante cabe destacar la obra arquitectónica de Mario Pani que diseñó en 1946 el edificio del Conservatorio, donde se puso como tarea mezclar una perspectiva clásica con una exploración innovadora del espacio, combinando ritmos y rupturas para tender un puente entre la arquitectura y la música.

MÚSICA VIVA

La clave de la supervivencia de esta institución se encuentra en su equilibrio entre lo clásico y la innovación. A diferencia de otras áreas, la disciplina implícita en el dominio de un instrumento así como la complejidad y riqueza del lenguaje musical escrito, brinda el contexto que permite una continuidad de valores y tradiciones que más que limitar dan una sólida base.

Quienes busquen en la música su camino profesional encontrarán aquí un organismo firme en su vocación de formar profesionales en la interpretación (con licenciaturas en Arpa, Cantante de ópera y de concierto, Clavecín, Composición, Dirección coral, Dirección de orquesta, Guitarra, Instrumentos de cuerda, Instrumentos de madera, Instrumentos de metal, Oboe, Órgano, Percusiones y Piano), la investigación (Licenciatura en Musicología), la docencia (Licenciatura en Enseñanza Musical Escolar) y la creación (Licenciatura en Composición).

El magnífico nivel de sus egresados no es gratuito: lo exhaustivo de los planes de estudio demanda que las carreras sean más largas de lo convencional. En promedio duran de siete a 10 años. Por ello, la edad es un factor a tomar muy en cuenta a la hora de buscar ser admitido en el Conservatorio. La mayoría de sus especialidades sólo recibe a jóvenes entre 12 y 15 años, aunque algunas amplían el rango de los 16 a los 24.

Parte del proceso de ingreso requiere que los aspirantes asistan a una plática en el plantel, donde se les explica a detalle lo necesario para solicitar una plaza en sus aulas; entre esos requisitos se encuentra la aprobación de dos exámenes, uno de orientación profesional y otro de aptitudes musicales. El talento, aspecto difícil de definir, influye sin duda para tener el éxito y obtener una matrícula en el Conservatorio; pero más cuenta la determinación y la solidez del llamado que impulsa a una persona a convertirse en músico profesional.

No hay esfuerzo ni dinero que se malgaste en cultura. El Conservatorio Nacional de Música muestra cómo la inversión en el arte produce bienes intangibles pero imprescindibles en el momento de reconocernos como personas sensibles y pensantes, capaces de construir estructuras en el aire, espejos donde se pueda reconocer nuestro espíritu.

Correo-e: cronicadelojo@hotmail.com

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

El Conservatorio Nacional de Música muestra cómo la inversión en el arte produce bienes intangibles pero imprescindibles en el momento de reconocernos como personas sensibles y pensantes.

Clasificados

ID: 591600

elsiglo.mx