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Contaminando tu cuerpo

Qué respiras, qué comes, qué te tomas

El funcionamiento de enormes manufactureras ha traído consigo un deterioro en la calidad del aire a través de la quema de combustibles fósiles para la realización de diferentes procesos, y también mediante la generación de desechos químicos volátiles y la modificación de las condiciones ambientales.

El funcionamiento de enormes manufactureras ha traído consigo un deterioro en la calidad del aire a través de la quema de combustibles fósiles para la realización de diferentes procesos, y también mediante la generación de desechos químicos volátiles y la modificación de las condiciones ambientales.

María Elena Holguín

Más allá de lo que observamos a simple vista, el cuerpo humano a través de sus funciones básicas está expuesto a múltiples factores que le provocan un daño a veces irreversible. Cada vez que realizamos acciones tan cotidianas como respirar, comer o beber, recibimos una serie de sustancias que pueden poner en riesgo nuestra salud. Lejos de alarmarnos, es factible conocer las partículas con las que ‘convivimos’ cada día y en la medida de lo posible, cuidarnos.

Procuramos consumir alimentos higiénicos y nutritivos, hacemos ejercicio y si el agua no es cristalina no la bebemos. Pero aunque estemos avocados a llevar una vida saludable, a diario nuestro cuerpo se expone a miles de sustancias que si bien no nos enferman en el momento, existe la posibilidad de que con el tiempo lleguen a causarnos un deterioro crónico. Lo imaginado respecto a los contaminantes que están a nuestro alrededor dista mucho de la sorprendente realidad. Sólo como ejemplo: ¿sabía usted que además de arsénico el agua que bebe puede tener flúor, el cual acarrea problemas a la salud? ¿Y que un sinfín de alimentos que adquiere en el supermercado contiene aditivos con el único objetivo de que luzcan atractivos a la vista, aunque a la largan pongan en jaque nuestro bienestar?

Si bien contamos con defensas que nos salvaguardan de muchos factores externos, aún no se determina con precisión qué consecuencias puede traernos toda la polución con la que convivimos, originada por las fábricas, los automóviles, las plantas eléctricas y los desechos electrónicos que aumentan a la par del desarrollo tecnológico. Por otro lado, cada vez más especialistas se interesan en el tema. En Estados Unidos, a partir de 2004 comenzaron a realizarse estudios en los que a través de muestras de sangre, orina y leche materna se busca identificar la ‘carga orgánica’, es decir los contaminantes que se acumulan en el organismo y sus repercusiones a corto, mediano y largo plazo. Y de acuerdo a los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de dicho país, elementos como mercurio, uranio y cotinina se hallaron en miles de voluntarios que se sometieron a análisis. En resumen, diversas pruebas han arrojado que existen cientos de químicos que absorbemos del entorno, mas todavía no se ha estipulado su vinculación con alguna enfermedad.

Sin embargo, es una realidad que en todo momento y sin excepción, tenemos contacto indiscriminado con incontables agentes contaminantes. Por ello, resulta fundamental saber a qué nos enfrentamos cada vez que respiramos, comemos o bebemos, pues sólo así sabremos qué está en nuestras manos hacer para protegernos tanto como sea posible.

UN CUERPO MÁS QUE EXPUESTO

Cada vez que usted respira, junto con el aire entran a sus pulmones pequeñas partículas de diferentes químicos, de metales e incluso de excremento. Todos los alimentos que llegan hasta su mesa son precedidos por una carga de procesos de producción y cultivo que no siempre garantizan las mejores condiciones para consumirlos, ya que suelen adicionarlos con pesticidas, hormonas y más sustancias. Lo mismo ocurre con el agua que recibe en su hogar, pues aun si no bebe la que sale del grifo, si la utiliza para cocinar no está exento de ingerir los nocivos elementos que suele contener.

Acciones tan fundamentales como respirar, comer o beber, se han convertido en las principales vías para contaminar al organismo, en la medida en que la humanidad ha ido creando sistemas que inciden en un progreso tecnológico y económico.

Se dice que la curación es el milagro diario que el propio cuerpo nos provee, y que para estar sanos necesitamos de esa fuerza sanadora que por naturaleza posee cada ser vivo; es lo que comúnmente denominamos ‘defensas’. Nuestra especie cuenta con un sistema inmunológico, formado por una serie de mecanismos que nos protegen. Su función es mantener a los microorganismos que causan las infecciones fuera de nuestro cuerpo, además de destruir cualquier elemento que logre invadirlo y amenace con enfermarlo.

Así, los vasos sanguíneos, las amígdalas, la médula ósea y el timo son parte de una compleja red de células y órganos que nos resguardan de las infecciones, mientras que los riñones actúan como filtro de casi todas las toxinas, incluyendo plomo y arsénico en exposiciones leves a moderadas. A la vez, el hígado constituye el mayor laboratorio depurador que poseemos, pues ejecuta más de 500 funciones asociadas al metabolismo, entre ellas la eliminación de alcohol, drogas o fármacos.

A medida que se generan nuevas sustancias contaminantes para las que el organismo no está preparado, habrá consecuencias que si bien es difícil que se manifiesten de forma inmediata, a la larga pueden reflejar un daño. Esto sucede sobre todo cuando los citados mecanismos de defensa se debilitan por diferentes circunstancias: deficiente alimentación, factores genéticos o hereditarios, y condiciones climáticas y ambientales, entre otros.

El Médico Internista Óscar Hernández comenta que el cáncer es quizá uno de los perjuicios más visibles que en un largo periodo de tiempo nos puede acarrear la contaminación o exposición histórica a ciertos tóxicos que ingerimos o tocamos en nuestra vida diaria. Hablaríamos por ejemplo de cáncer de piel si se trata de la exposición elevada a elementos como el arsénico en el agua potable o a los rayos UV; o de colon o estómago si predominan los hábitos alimenticios occidentales, con el consecuente consumo de agentes cancerígenos a través de la carne y sus métodos de preparación. Pero además de la posibilidad de que surjan tumores malignos, en un mediano plazo pueden manifestarse ciertos síntomas que los anteceden o bien son el reflejo de que algo está deteriorando nuestro cuerpo: dolores de cabeza frecuentes, mareos o náuseas, entre otros malestares.

En otras palabras: la lista de trastornos o patologías a los que estamos expuestos es directamente proporcional al tipo de contaminantes que nos rodean.

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