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CONTEXTO LAGUNERO

CASTA Y ORGULLO

JUAN MANUEL GONZALEZ

No nos faltan, ni nos faltarán, motivos para preocuparnos, para batallar para dormirnos o para despertar súbitamente después de un sueño intranquilo: las colegiaturas pendientes, otras deudas que no hemos saldado, impuestos, broncas de chamba, dificultades en el negocio, el pago pendiente del IMSS, tener que ir a la escuela de los hijos para que les permitan presentar exámenes finales aunque vayamos con dos meses de atraso en los pagos. Para rematar, las preocupaciones también incluyen las noticias sobre la violencia y la inseguridad: ¿Dónde fue anoche la balacera?, ¿A quién mataron hoy?, ¿Ya apareció el secuestrado?, ¿A quién robaron?, ¿A quién le quitaron su vehículo?

El entorno no ayuda mucho para no tener actitud negativa y pesimista sobre nuestro futuro como ciudad y como comunidad. Sin embargo, no debemos pensar en esta situación como algo permanente o como algo que jamás podrá volver a ser como antes: segura, tranquila y próspera. A una pregunta que le hicieron sobre cuáles eran las tres cosas básicas que necesita un pueblo, Confucio respondió: "Armas, alimento y esperanza, y si sólo se pudiera escoger una, ésta debería ser la esperanza". Debemos tener esperanza, una esperanza fundamentada en el empuje, optimismo, el trabajo arduo, los valores y el involucramiento y compromiso de todos, para ser de nuevo una región pujante y de vanguardia como hace un poco más de cien años.

Ante la ausencia del castigo correspondiente, la falta, pequeña o grande, no se hace esperar. Una de las principales causas de la inseguridad y la violencia es la alta posibilidad de quedar impune y ello fomenta que las prácticas de corrupción se multipliquen. La corrupción en general, no es sólo entre Gobierno y particulares, es también entre particulares y particulares como bien lo indica Antonio Elosúa Muguerza, empresario regiomontano, constructor y director de Líderes Ciudadanos en Pro de la Cultura de la Legalidad. En La Laguna, como la historia lo indica, eso no sucedía hace dos generaciones; los laguneros de antes eran personas ejemplares, modelos a seguir, sencillos, puntuales, trabajadores, muy comprometidos con su comunidad y por ello la región era uno de los principales polos de desarrollo.

Lo que nos sucede no ha sido gratis ni casual, no es una plaga o epidemia, la hierba mala de la corrupción, inseguridad y violencia creció gracias a la apatía, la indiferencia, la falta de involucramiento, la falta de respeto a las leyes y reglamentos y a la falta de ética profesional que era la marca de la casa en La Laguna.

Este diagnóstico no gustará a muchos, lo que hoy nos sucede se debe a la falta de responsabilidad fundamental por la ausencia de acciones internas, personales y como comunidad. No debemos dejar pasar y dejar hacer, el añejo impulso empresarial y social de los laguneros de antes debe seguir presente y debe seguir multiplicándose.

La identidad regional, como la cultura organizacional de las empresas, se debe formar bajo una estrategia, de lo contrario, se formará sola y se formará mal. La identidad regional, el compromiso y la solidaridad social, así como el involucramiento en todo lo que concierne al bien común y al desarrollo, se cultivan día a día.

Soy de Monterrey y resido en la Laguna desde hace 26 años, me considero lagunero y tengo dos hijos nacidos aquí. Para recuperar el orgullo de ser lagunero debemos mostrar en las escuelas de todos los niveles, desde pre primaria hasta universidad, programas comunes de gobierno y sociedad que le recuerden constantemente a todos el empeño, el ejemplo y los logros de aquellos que nos legaron la satisfacción de ser reconocidos como laguneros.

Aceptar la responsabilidad de que lo que nos sucede en buena parte se debe a nosotros, a cada uno de quienes vivimos aquí y al conjunto de la sociedad. Aceptar esa responsabilidad es un paso necesario que antecede a otro igual de importante: Si una buena parte de la falla es local, también una buena parte de la solución es de aquí, de nosotros.

Si evocamos a los empresarios de antes, podemos ver, reflejado en el nombre de sus negocios, el espíritu positivo, lleno de valores y compromiso: La Alianza, fábrica de aceites y jabones y luego molino de harina; La Constancia, fábrica de hilados y tejidos, el Hotel La Providencia, La Unión, fábrica de tejidos, El Modelo, hotel, tabaquería y papelería, los baños públicos Las Delicias; La Industrial, depósito de madera, y muchas más con nombres muy sugestivos y otros con una buena dosis de humor como la cantina El Congreso. "¿A dónde vas?, Voy al congreso!"

Como dice Rogelio Ríos, editorialista regiomontano: "No vendrá un huracán especialmente a llevarse a los malosos, no". Pero si nos proponemos simplemente ser mejores ciudadanos, más participativos, comprometidos y honestos, y promovemos los valores y el coraje de antaño, poco a poco, día a día, recuperaremos la casta, el orgullo y el ejemplo de los laguneros de antes, de los laguneros de leyenda y con ello le diremos adiós para siempre al campo de batalla.

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