Nadie triunfa sin sentir la pasión de crear futuro, y en esa pasión encontramos la fuerza necesaria para conseguirlo. La visión es la definición de nuestro futuro sobre nuestros deseos más elevados. La historia de las naciones demuestra que triunfaron aquellos países que supieron definir su futuro e hicieron lo necesario para conseguirlo. Los que no triunfan, o no tienen definido su futuro, o lo tienen mal definido. Cuando alguien escribe su propia vida desempeña el papel que era natural que desempeñase. Una visión define y concreta nuestras metas permitiéndonos visualizar la imagen exacta de nuestro éxito.
A quien no es capaz de soñar, se le debe enseñar a hacerlo. En una entrevista, el torero Joselito decía: "Tenía un profesor que se llamaba José de Cal, que había sido novillero y banderillero y me hablaba de toreros maravillosos. Lo contaba tan bien, que yo ya me veía ahí, en el patio de cuadrillas, vestido de luces y con el capote de paseo. Fue clave, porque al hablarme me hizo soñar y aquellos sueños me hicieron vivir y ser lo que soy".
Frente a aquellos que creen que soñar es una característica de la gente ilusa, en realidad, es una característica de la gente inconforme, el mundo le pertenece a ese tipo de gente. En una empresa lagunera que ya tiene veinte años en el mercado, su líder es prolífico en sueños y ya ha concretado varios de ellos. Con esa prolífica habilidad de soñador y su capacidad para convencer, expone a su equipo más de cuarenta sueños retadores, al hacerlo, transmite entusiasmo, convicción de que se puede y de que al menos vale la pena intentarlo.
Podemos establecer una meta y trabajar para alcanzarla. Al comprometernos con esa meta creamos una integridad que nos da la conciencia de autocontrol, el coraje y la fuerza de aceptar responsabilidades. La visión asumida como compromiso, multiplica el afán de alcanzarla y con ello evitamos los desánimos y las excusas que solemos utilizar para justificarnos por no hacer lo que deberíamos haber hecho. A partir de que existe un compromiso y una meta común, nuestras decisiones son más sencillas porque sabemos la razón de cada paso que damos.
Hacer partícipe de una visión a un grupo significa compartir la responsabilidad, hacerlos sentir el orgullo de pertenencia y darles cierta autonomía para que le den impulso al proyecto. Necesitamos darle sentido a lo que hacemos, tener claro el "por qué" y el "para qué" de los actos de nuestra vida diaria.
Cuando son muy altos, hay quienes tachan a los sueños de utopías. Al maestro Eduardo Galeano un alumno le preguntó que era la utopía y Galeano lo explicó con una metáfora: La utopía es como el horizonte, te acercas diez metros, y se aleja diez metros; avanzamos otros cien metros y él se aleja otros cien metros, el horizonte siempre está a la misma distancia... "Uno de los alumnos dijo"... Maestro, entonces la utopía no sirve para nada". Y Galeano cerró la metáfora: "¿Cómo no?, ¡sirve para caminar!"
Y así es, sirve para caminar. Cuando nos ponemos a andar, los sueños sufren descalabros, pero, si son auténticos resistirán. Si se fracasa, hay que darle la oportunidad a un sueño nuevo, horizonte siempre hay.
Muy poca gente hace un esfuerzo serio por definir sus auténticos deseos y concretarlos. La mayoría, cuando su inspiración los ilumina y comienzan a redondear el sueño idílico, se mete autogol y deshecha la idea por considerarla absurda y le da miedo descubrirse tan iluso, tan utópico. O, si continua con su sueño, sus familiares, amigos y compañeros se encargaran de hacerlo bajar a tierra y con ello sienten haber cumplido su misión de regresarlo al rebaño.
Debemos evitar que nos pase "el síndrome del domingo por la tarde". Muchas personas, abandonadas ante la televisión el domingo por la tarde piensan "¡Qué horror, mañana es lunes!" Entran en cuadro depresivo creyendo que nada vale la pena y que el mundo se les hunde sin tener una ilusión de dónde agarrarse. Han perdido el hábito de soñar y en el ámbito laboral, en su trabajo, no encuentran objetivos inspiradores. Y si no tienen su propia visión, mucho menos creen en la visión de la empresa o en la visión de su ciudad, si es que la hay.
Definir una visión no es fácil, no ocurre de forma instantánea y sencilla. Se requiere información reflexión y mucho trabajo. Si nos encontramos perdidos y sin visión, no importa, lo que cuenta es la voluntad férrea de empezar el proceso y reflexionar sobre él. Para definirla, no debemos ponernos límites, hay que soñar con aquello que mas deseemos, se deben definir los valores sobre los que asentaremos la visión. Si se trata de una visión de un grupo de personas, ésta debe ser compartida y aceptada por todos para que le den su apoyo y se sientan partícipes. Las generalidades no bastan, la visión tiene que ser detallada, cada miembro del grupo debe entender muy claramente cómo puede contribuir y participar en ella.
Para establecer una visión de grupo y concretarla, se requiere un buen líder. Humano, auténtico, que se acepte a sí mismo y hasta que se admire a sí mismo. El líder debe ser un buen seductor que practique el arte de convencer. La primera materia prima que requiere ese complejo arte es la capacidad de soñar, por una razón muy sencilla, quien sueña se seduce a sí mismo, ahí empieza el milagro.