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Contra la delincuencia: liberalización y humanización; no, castigo

JESÚS CANTÚ

Un legislador y dos alcaldes del área metropolitana de Monterrey presentaron el miércoles pasado una iniciativa de ley para reducir la edad penal a 12 años. Su intención es que todos aquellos menores de 18 años y mayores de 12 que participen en acciones delictivas, vinculadas al crimen organizado "y sus actos redunden en homicidio cometido con premeditación,... privación ilegal de la libertad, uso de arma prohibida o portación de arma de fuego o explosivos de uso exclusivo del Ejército", sean juzgados como mayores de edad.

Los promotores de la iniciativa ignoran las estadísticas de lo que sucede en México. De acuerdo a cifras tomadas de un artículo de Ximena Peredo, publicado en el diario regiomontano El Norte, en la edición del viernes 15 julio, el 40% de los internos reincide y la tercera parte de los presos ya habían estado internados en los tutelares de menores; antes de cumplir su mayoría de edad, el 30% de los menores internados también reincide.

Pero el problema de la reincidencia no es exclusivo de México, sino extendido al mundo occidental, al menos eso dicen los datos que proporciona el filósofo francés, Édgar Morin, en su libro "La vía. Para el futuro de la humanidad": "Según el servicio penitenciario de Escocia, el 48% de los internos que salieron en el año 2002 volvían a estar en prisión al cabo de dos años. De ese 48%, el 52% volvió a la cárcel antes de seis meses, el 76%, al año de ser puestos en libertad. En Estados Unidos, en el año 2000, el 42% de los delincuentes en libertad condicional volvió a la cárcel". Morin enfatiza: "Encontramos cifras análogas en todos aquellos lugares donde la prisión sigue siendo el principal instrumento de la política de seguridad".

Y es que el problema radica, como el mismo Morin precisa, en que: "...la cárcel [es] una escuela de criminalidad para los jóvenes internos que, cuando salen, y a falta de un sistema de acogida, de trabajo y de posibilidades de reinserción, se encuentran condenados a los bajos fondos envilecidos".

A partir del 2007, la inseguridad sacude a México y la criminalidad crece en un forma que parece imparable, pues, al menos hasta hoy, las respuestas y acciones de las autoridades parecen generar más resultados negativos que positivos, uno de ellos, sin ninguna duda, es la inserción de adolescentes y jóvenes en los distintos grupos criminales o, al menos, en acciones delictivas.

Sin embargo, nuevamente se responde ante las manifestaciones de un problema, sin atender sus causas. Como bien señala Peredo: "De muy poco sirve encarcelar a niños, niñas o adolescentes. Tratarlos como victimarios, y no como víctimas es una rotunda confusión...".

Y la confusión está en la concepción generalizada de que la cárcel, como señala Morin, "es la expresión de una voluntad de castigo y de represalia... de la venganza y del talión". Y, se olvida como el mismo filósofo señala, retomando al criminólogo Beccaria, que es tan sólo "un medio para proteger a la sociedad" y que en el ánimo de todos los ciudadanos debería prevalecer la idea de "que la reinserción social de los presos es en interés de todos y cada uno de nosotros".

El mismo filósofo señala con lucidez: "La justicia, la policía y la prisión son, en principio, instituciones destinadas a impedir y reprimir una barbarie humana que tiende a corroer y a descomponer sin cesar el orden de la sociedad mediante el crimen, el delito y la corrupción. Cada una a su manera, estas instituciones aseguran el mantenimiento de dicho orden. Pero todo orden social comporta también su parte de barbarie y, como muy bien dijo Walter Benjamín, no hay ninguna civilización que no tenga un fondo de barbarie en la represión permanente y multiforme que practica. Por eso la justicia, la policía y la prisión, por su propia naturaleza represiva, son contra barbaries bárbaras. Es la reducción de esa barbarie lo que hay que considerar". Pero en México la ruta ha sido acrecentar dicha contra barbarie y el resultado ha sido justamente la escalada de la barbarie original.

La creciente delincuencia obliga a buscar nuevas alternativas y respuestas, pero el mismo filósofo indica un camino que, al menos en México no ha sido explorado: "Inevitablemente todas las medidas de liberalización y humanización conocen fracasos y pueden fomentar reincidencia. Pero esas reincidencias son minoritarias, mientras que el encarcelamiento inhumano y el rechazo social tras la liberación sí fabrican sistemáticamente reincidentes. Algunos ejemplos nos indican que no debemos reducir al delincuente a sus delitos, sino que debemos permitir que la humanidad que encierra salga a la luz".

Hay que seguir fortaleciendo los cuerpos de seguridad para proteger a la sociedad; pero hay que buscar nuevas vías para prevenir el crecimiento de la delincuencia, sobre todo entre los menores de edad, que en muchos de los casos lo hacen amenazados y obligados, y lograr la reinserción, particularmente, de los primodelincuentes a la sociedad.

El cambio de la estrategia, que tanto demanda el presidente Felipe Calderón, no es en acciones puntuales, sino en su concepción, en su integralidad. No es posible garantiza, que esta nueva aproximación sea exitosa, pero tiene más probabilidades de serlo, que la punitiva que se ha seguido hasta hoy. Hay que disminuir la barbarie gubernamental y redirigir, al menos una parte, de los cuantiosos recursos que se destinan a seguridad a políticas sociales creativas e innovadoras que permitan reconstruir el tejido social.

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