Resulta muy difícil entender a México desde el punto de vista deportivo, especialmente por su desempeño en el futbol soccer.
Por un lado, consigue por segunda ocasión la Copa Mundial de la categoría Sub-17 con siete victorias contundentes, gracias a una plantilla de jóvenes talentosos y efectivos.
Semanas atrás obtuvo la Copa de Oro al derrotar a Estados Unidos en un encuentro en donde sus jugadores demostraron garra y habilidad para sobreponerse a un rival tradicionalmente complicado.
Pero llega la Copa América con un nivel de futbol elevado por la participación de equipos mundialistas sudamericanos y México termina en el último lugar del torneo con tres derrotas sonoras y sin mostrar la calidad técnica y física que la afición esperaba.
Es cierto que fueron varias las complicaciones que tuvo este seleccionado antes de llegar a la Argentina a disputar una copa en donde los mexicanos han sido dos veces subcampeones.
Aun así la actuación del seleccionado tricolor debió ser decorosa y estar a la altura de otras justas del deporte de las patadas.
México ha sido tradicionalmente un equipo de mediano nivel a mediocre de acuerdo a los resultados obtenidos en las últimas copas del mundo.
Es un conjunto con chispazos y con algunos jugadores talentosos, pero no ha demostrado la consistencia, madurez y destreza necesarias para avanzar a octavos de final y semifinales.
Sin embargo, ha obtenido dos campeonatos del mundo en la Sub-17 y ha producido figuras de reconocimiento internacional como han sido Hugo Sánchez, Jared Borgetti, Andrés Guardado y recientemente el fenómeno Javier "Chicharito" Hernández, quien en pocos meses conquistó un lugar privilegiado en la liga de futbol de Inglaterra, una de las más competidas en el mundo.
No somos expertos ni siquiera aficionados de tiempo completo del futbol soccer, pero nos interesa analizar lo que sucede al interior de este deporte profesional porque ahí se reflejan de muchas maneras las fallas, contradicciones y éxitos aislados de la sociedad mexicana.
Pareciera que el deporte de las patadas de México alcanza su máximo nivel entre los jóvenes, especialmente entre los menores de 17 años, gracias en buena medida a la dedicación de los atletas, al respaldo de los padres de familia y a las facilidades que ofrecen algunas instituciones educativas así como los clubes profesionales a través de sus ligas de reserva.
Pero una vez que estos jóvenes arriban al profesionalismo las cosas cambian diametralmente y salvo excepciones nos topamos con selecciones mediocres e irregulares en su desempeño.
Algunos jugadores que prometían llegar muy lejos se convierten en cometas fugaces o bien en estrellas veleidosas que un día juegan bien y al día siguiente caen en el ridículo.
Obvia decir que los "cárteles" de la televisión, los patrocinadores, los gobernantes y las compañías cerveceras se adueñan del Tri y sus jugadores para llenarlos de aire y convertirlos en meras mercancías publicitarias.
Acaba de ocurrir con el triunfo del equipo mexicano Sub-17 que fue prácticamente secuestrado por las altas autoridades del país, del Distrito Federal, por las cadenas de televisión y las compañías patrocinadores. Seguramente acabarán por echar a perder a esta pléyade de jóvenes que jamás imaginaron alcanzar tanta fama en tan poco tiempo.
Ante la necesidad de ídolos y celebridades, cualquiera que brilla en México se convierte en estrella nacional y termina por perder el piso.
Quizá por ellos los deportistas mexicanos más destacados, al menos en la historia reciente, han realizado sus carreras en el extranjero. Valga recordar a Fernando Valenzuela, Eduardo Nájera, Hugo Sánchez y más recientemente a Lorena Ochoa, Javier Hernández y Adrián González, entre muchos otros.
Valdría entonces la pena preguntarse: ¿son los jugadores mexicanos los culpables de la mediocridad del futbol profesional a nivel mundial o es el sistema que los asfixia y pervierte?
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