La Semana Mayor, a la que los creyentes llamamos "Santa", tiene un especial significado en el calendario de los países cristianos del mundo, entre ellos México, desde luego.
Aun cuando, con el paso del tiempo, se ha transformado en periodo vacacional, -días de descanso que para muchos están sobradamente merecidos- también debemos considerarla como el ciclo que nos invita a reflexionar sobre lo hecho con nuestras vidas, -creyentes o no- aprovechando ese tiempo para la reflexión.
Si los mayores lo tomábamos como tal, queda a nuestra responsabilidad motivar a los jóvenes a que disfruten y también reflexionen sobre el ejemplo de Jesús, cuya historia es el texto más divulgado en el mundo.
En la actualidad, prácticamente no existen investigadores de arqueología bíblica que duden de su existencia; quizá, quede la discusión sobre quién fue ese hombre: ¿Dios, profeta o revolucionario? ...¿Usted qué opina?
En distintos documentos históricos ha quedado asentada su existencia y, muy particularmente, la forma en que fue sacrificado para ejemplo y constancia de orden entre los pueblos de medio oriente, sometidos a la Roma Imperial. Flavio Josefo, -judío-fariseo- historiador de aquel tiempo, ha servido de guía para múltiples investigaciones; él es uno más, sin contar a los apóstoles Mateo, Marcos, Pablo y Juan.
Sabemos que las narraciones sobre la pasión, circulaban en las comunidades denominadas "Cristianos Primitivos", aun antes de la redacción de los evangelios y ellos debieron estar mejor informados, dejando constancia en textos considerados "apócrifos" por la Iglesia Cristiana; de inicio, tales escritos se consideraban destinados particularmente a Israel, debido a que las comunidades en las que se formaron las primeras tradiciones estaban constituidas, en su mayoría, por judíos conversos.
Vale la pena escribirle que tales comunidades, compuestas en su mayoría por gentiles, contaban con judíos creyentes en Cristo y otros que lo negaban, viviendo en armonía, más allá de la polémica antijudía de los autores del Nuevo Testamento, continuada y agrandada por cristianos posteriores, inspirada en los ataques dirigidos contra el pueblo israelita de Moisés y profundizada con los descalificativos entre católicos y protestantes actuales.
Con el tiempo aumentaron las complicaciones y reyertas entre innumerables posturas, que siguen apareciendo, encabezadas por pastores más o menos preparados, algunos desvirtuado la esencia del cristianismo. Cosa de humanos, ¿verdad?
La realidad es que Jesús existió, condenado a muerte y ejecutado; recibió el peor escarmiento de aquellos tiempos, reservado a criminales y agresores del poder romano.
El castigo incluía fijar a los peligrosos en la cruz, con clavos de 15 a 20 cm. de largo y punta ahusada burdamente.
Los condenados eran traspasados en las muñecas, para que soportaran el peso del cuerpo, obligándolos a separar los omóplatos del eje corporal, dificultando la respiración y provocando el desequilibrio que ahora conocemos como acidosis metabólica.
Así, eran obligados a intentar sostenerse sobre los pies, -igualmente clavados- con el dolor que representaba el esfuerzo inútil.
Según los historiadores, Jesús aguantó esa situación por poco más de 3 horas y antes de morir ya no sangraba más, por no contener suficiente sangre corporal, que en un fenómeno de autoprotección se concentraba en los órganos vitales, intentando sostenerle la vida.
La alteración del proceso respiratorio lo llevó a acumular agua en los pulmones, hecho que quedó manifiesto al recibir una lanzada de un soldado conmovido que trataba de acelerar la muerte.
No olvide el desgaste físico, incluidas hemorragias leves pero múltiples, sufrido en todo el trayecto al Monte de la Calavera, donde fue sacrificado.
Los presentes, -incluida su madre y algunos seguidores- vivieron la angustia de presenciar la muerte dolorosa y lenta del condenado, que sin duda fue un factor más para que se incrementaran sus seguidores, siguiendo el principio conocido del "sacrificio idealizado".
Más allá de las posturas de los creyentes, algo de especial existía en ese predicador, tanto así que luego de dos mil años, no sólo cuenta con muchísimos seguidores -tal vez sean ya alrededor de mil millones-, sino que además se van sumando a la religión cristiana cantidades importantes, particularmente en los países en proceso de evangelización.
Para nosotros, mexicanos en inmensa mayoría creyentes cristianos, es Dios Padre, que vino a dar la mayor prueba de amor: la propia vida, entregada además en la forma más humillante de su tiempo -entonces era una nación en situaciones de miseria-; para los no creyentes, ejemplo de entrega a las creencias personales y sus connacionales, que vivían oprimidos y deseosos de alcanzar la libertad y una nueva esperanza de vida.
Bien merecido el descanso del cuerpo y de la mente, pero igualmente conveniente es repasar los principios de valores trascendentes, sociales y humanos que nos deja la historia; especialmente hacerlo con aquellos que necesitan de nuestra orientación.
Estos días de descanso son otra buena oportunidad para convivir y reflexionar. ¿Le parece?
ydarwich@ual.mx