"En la medida en que sube el precio del petróleo, suben estos precios internacionales (de la gasolina y el diesel)".
Felipe Calderón
Por supuesto que la economía mexicana sale perjudicada y no beneficiada por los incrementos en el precio del petróleo, pero no nada más por el hecho de que México sea un importador de gasolina y diesel. La economía mexicana es mucho más consumidora que productora de combustibles, aunque esto es algo que la mayoría de los mexicanos no entiende.
Pemex vendió en 2009, según la propia empresa, 1 billón 84 mil millones de pesos: 596 mil millones en el mercado interno y 488 mil en exportaciones. Esta cifra es apenas un 8 por ciento de un Producto Interno Bruto que, al cierre del tercer trimestre de 2010, se elevaba a 13 billones 282 mil millones de pesos (hoy el INEGI debe dar a conocer el PIB nominal al cuarto trimestre). El incremento en los precios del petróleo favorece, aunque sólo en parte, a ese 8 por ciento de la economía que gira en torno del petróleo (Pemex, el sindicato petrolero y el Gobierno), pero perjudica al otro 92 por ciento, que somos consumidores y no productores de petróleo y sus derivados.
Ni siquiera en la balanza exterior es el petróleo un factor tan importante como para aplaudir el alza exagerada de los precios. En el 2010 las exportaciones petroleras de México ascendieron a 41,682 millones de dólares, lo cual es sólo un 14 por ciento de las ventas totales al exterior, que ascendieron en 2010 a 298,361 millones de dólares. A las exportaciones, sin embargo, hay que restar 30,211 millones de dólares en importaciones petroleras, lo cual nos deja un saldo de apenas 11,471 millones de dólares.
El principal problema cuando sube el precio del crudo no es, como dijo el presidente Felipe Calderón en Sinaloa el 23 de febrero, que se eleva también la factura por las importaciones de gasolina y diesel. Si así fuera, uno siempre podría argumentar que los aumentos en las importaciones se compensan por los incrementos en las exportaciones.
El problema es mucho más profundo. Una parte muy importante de la economía nacional depende, como ya lo demostró el catarrito de 2009, del consumo en Estados Unidos. Cuando cae la actividad económica en nuestro vecino del norte, se desploma la de nuestro país y los incrementos exagerados en los precios del petróleo afectan de manera muy importante la demanda estadounidenses. Poco importa que le vaya muy bien al 8 por ciento de la economía de nuestro país que produce petróleo si el otro 92 por ciento se desploma como consecuencia de la caída del poder de compra primero de nuestros socios comerciales y de los mexicanos.
Con mucha ingenuidad algunos piensan que el problema se puede corregir con la nueva refinería de Tula, de la cual apenas se ha contratado la construcción de una barda perimetral. En realidad ésta no va a eliminar las importaciones de gasolina y diesel de México. Necesitaríamos construir varias para lograrlo, ya que importamos cerca del 45 por ciento de la gasolina y el diesel que consumimos. Por otra parte, la refinería tampoco añadirá mucho valor a nuestra economía. Sería más rentable comprar una ya existente en Estados Unidos y operarla.
Muchas cosas tendríamos que cambiar en México para poder celebrar el aumento de los precios del petróleo. Una de ellas sería tener una mayor producción de crudo. Pero curiosamente, ahora que el Grupo Carso está invirtiendo en petróleo, lo está haciendo en Colombia: no porque no haya posibilidades de desarrollo petrolero en México sino porque la inversión privada en petróleo está prohibida en nuestro país. Nosotros somos nuestro peor enemigo.
CONTROL DE PRECIOS
Dice Bruno Ferrari, secretario de Economía: "Yo no puedo dar precios sugeridos, pero los precios de la tortilla deben venderse al precio promedio nacional". En otras palabras, en México no hay controles de precios, pero no permitiremos que nadie venda tortilla a un precio superior al que yo ordene.
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