Aún sonríen. Los niños tienen derecho a estudiar, a la alimentación, a ser felices, pero sobre todo a jugar y simplemente vivir.
Se ha repetido hasta el cansancio que la educación es un camino impostergable para que México crezca y tenga más opciones de enfrentar con éxito cualquier problema económico, político y social.
Según esta idea, entonces, lo ideal sería que todos los niños y jóvenes mexicanos sólo se dedicaran a estudiar; sin embargo, esto no ha ocurrido ni está ocurriendo en el mundo real.
La doctora María Antonieta Barrón Pérez, académica de la Facultad de Economía, ha estudiado los efectos de uno de los rubros del programa "Oportunidades", de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), del gobierno federal: el cual busca, a través de becas, que pequeños de tercer año de primaria hasta de tercero de secundaria dejen de trabajar y solamente se dediquen a asistir a la escuela.
"Mi hipótesis, al empezar este trabajo, fue que los niños jornaleros migrantes no eran tomados en cuenta como posibles beneficiarios de una de esas becas, y eso es exactamente lo que corroboré en campo. Los que se van a otra parte del país únicamente por un período y regresan a sus pueblos, no la reciben; o bien, si la tienen en su pueblo, la pierden cuando lo abandonan para irse a otro lado", explica Barrón Pérez.
De acuerdo con la académica universitaria, los hijos pequeños de jornaleros migrantes itinerantes no son candidatos para recibir una beca de "Oportunidades" porque el hecho de ir de un lugar a otro les impide no sólo continuar con su escolaridad, sino también tener un lugar donde hacer el trámite para acceder a una beca y cumplir con los requisitos que marca el programa.
Los hijos pequeños de migrantes asentados en una localidad que cursan entre el tercer grado de primaria y el tercero de secundaria son los que tienen mayor posibilidad de acceder a una beca.
Por ejemplo, esos niños llegan a San Quintín, municipio de Ensenada, Baja California, desde Oaxaca, y ahí se quedan por tiempo indefinido, se enteran de los apoyos del programa y los buscan, aunque no siempre los reciben porque los recursos que llegan por entidad federativa son escasos.
La presencia de niños jornaleros no es generalizada. En la frontera con Estados Unidos, como es el caso del Valle de San Quintín, Baja California, los importadores estadounidenses están muy pendientes de que el producto que adquieren sea inocuo, lo cual significa no sólo que no tenga pesticidas prohibidos, sino también que en su cultivo y cosecha no hayan participado niños. Por esta razón, los productores de ese estado norteño tienen mucho cuidado de que en sus campos ya no trabajen menores de edad.
Así, los niños de familias jornaleras migrantes temporales o definitivos son, en principio, candidatos idóneos para acceder a una beca de "Oportunidades"; sin embargo, la cobertura de este programa es reducida.
El Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas, también de la Sedesol, estima que 5% de los niños y 8 % de las niñas de 12 a 14 años de edad trabajan en campos agrícolas de lugares localizados hacia el centro del país, como los son Armería, Colima, o Villa de Arista, en San Luis Potosí, a donde el control de los importadores de Estados Unidos no es tan fuerte o no llega.
"En Baja California encontré que algunos niños que llegan a obtener una beca de 'Oportunidades' efectivamente no están dentro del mercado laboral, pero creo que esto tiene que ver más con el cuidado de los estadounidenses de que ningún niño trabaje en los productos que ellos compran que con el impacto económico de la beca", comenta Barrón Pérez.
PARA LOS MÁS POBRES URBANOS
La académica universitaria opina que el gran problema de "Oportunidades" radica en que no es un programa para todos los pobres de este país.
"Es para los más pobres, pero ni siquiera llega a los más pobres. Llega a los más pobres urbanos, pero no a los más pobres rurales, que son los más pobres de entre los pobres", señala.
En un artículo que próximamente aparecerá como parte de un libro, Barrón Pérez analizó el hecho de que la población en condiciones de extrema pobreza en áreas urbanas ha aumentado de 8% a 10%; y en áreas rurales, de 25% a 30%.
"30% de la población en áreas rurales vive en extrema pobreza, pero no hay comparación entre la pobreza extrema en áreas urbanas y la pobreza extrema en áreas rurales", dice.
MONTO RAQUÍTICO
Un pequeño jornalero gana lo mismo que un adulto, pero no porque trabaje igual que éste, sino porque la mamá, el papá o el hermano mayor, una vez que cubre su propia cuota (por ejemplo, unos 14 botes de jitomate), le ayuda a completar la suya.
"Es decir, si un niño jornalero no corta la cantidad de jitomates pactada, no le pagan los 90 o 100 pesos por jornada que reciben todos", indica la académica de la Universidad Nacional.
Es un hecho que con el programa "Oportunidades" no ha habido una desincorporación masiva de niños del mercado laboral, quizá por el monto tan raquítico de sus becas, el cual es de 145 a 290 pesos para los niños de tercero a sexto año de primaria cada dos meses, y de hasta 472.50 y 542.50 pesos para los hombres y las mujeres jóvenes que estudian tercero de secundaria, respectivamente. Para los estudiantes de educación media superior, el monto de la beca es de unos mil pesos.
"Ahora bien, aunque no ha cumplido el objetivo de retirar a todos los niños jornaleros del trabajo y mandarlos a la escuela, algo ha ayudado, pues a quienes tienen una beca los obligan a terminar sus estudios. Y eso es importante". Con todo, en Tecomán y Armería, Colima, la académica de la Universidad descubrió que todos los niños que tenían una beca de "Oportunidades" trabajaban en la mañana en la pisca del limón e iban en la tarde a la escuela.
El universal