"Los partidos trataban de hacer de él un político, cuando no era más que un gran mexicano."
Justo Sierra
Cuauhtémoc Cárdenas pudo -o quizá debió-- haber sido presidente de la república. Si alguna elección en la historia de México parece haberse definido por un fraude es la de 1988.
Éste no se fraguó en la caída del sistema de cómputo del 6 de julio por la noche, como se suele pensar. El aparente fraude no fue electrónico. Las huellas se advierten más bien en las casillas zapato, en las grandes diferencias en resultados de casillas y distritos contiguos, en el resultado atípico de un estado como Chiapas que tuvo más del 90 por ciento de los votos a favor de un candidato y en las prácticas abiertas de acarreo y de presión a los votantes.
Las instituciones estaban cargadas en contra de Cárdenas. Jorge Alcocer ha contado públicamente la forma en que las autoridades electorales simplemente desechaban las quejas que promovían los representantes del Frente Democrático Nacional. Incluso las aberraciones más notables eran avaladas por el voto mayoritario de los representantes del PRI y del gobierno.
Reconozco que quizá sea imposible verificar quién ganó la elección de 1988. Pero no hay duda de que con reglas razonablemente equitativas la elección habría sido declarada cuando menos inválida.
Cárdenas no mandó al diablo las instituciones, ni se declaró presidente legítimo, ni trató de construir un movimiento político centrado en su persona. Por el contrario, en 1989 fundó el Partido de la Revolución Democrática, el PRD, que con el tiempo aglutinaría a la parte más importante de la izquierda de nuestro país. En un país en el que con frecuencia los partidos se convierten en simples feudos familiares o personales, Cuauhtémoc dejó que la organización se renovara constantemente e incluso que se distanciara de él.
Cárdenas buscó dos veces más la Presidencia de la República, en 1994 y en 2000. En 1997 fue el primer jefe de gobierno electo del Distrito Federal.
La decisión del Senado de entregarle a Cuauhtémoc Cárdenas la medalla Belisario Domínguez, en una ceremonia que se llevará a cabo hoy en el viejo Palacio de Xicoténcatl, me parece justa y oportuna. El ingeniero tiene una importancia enorme en la historia contemporánea y, en particular, en la construcción de la democracia mexicana.
Pero más que ser un homenaje a las acciones del pasado, la condecoración debería convertirse en una forma de mirar al futuro. La izquierda mexicana parece sumida en una espiral de intolerancia de la que será muy difícil liberarse. El que el 23 de octubre hayamos visto la cancelación de la elección al Consejo Político Nacional del PRD en cinco entidades por una disputa entre dos grupos que buscan imponer sus candidatos es sintomático de un problema mucho mayor.
En medio de todos los problemas actuales el PRD tiene la obligación de promover una verdadera izquierda democrática. El Partido del Trabajo y la antigua Convergencia se han convertido en propiedad de un solo político que se adhiere a la vieja visión patrimonialista de los partidos.
Al contrario de lo que consideran algunos, que ven a Cuauhtémoc como posible candidato presidencial para el 2012, a mí me parece que las posibilidades de una campaña ganadora son mínimas. En cambio encuentro que el ingeniero puede ser una figura muy importante como guía para la izquierda comprometida con la democracia y con una rectitud personal e institucional.
Cárdenas es ya más de lo que podría ser como un simple candidato, más incluso de lo que pudo haber sido como presidente. Hoy es un ejemplo para construir una izquierda verdaderamente democrática.
Cuando murió la cantante Amy Winehouse algunos políticos oportunistas sostuvieron que este hecho demostraba la necesidad de mantener la prohibición al uso de las drogas. Hoy que sabemos que falleció a causa de un exceso de alcohol, me pregunto si exigirán que se prohíba el consumo de las bebidas alcohólicas.
