Entre aplausos. Emoé de la Parra se llevó las palmas de los laguneros en el Teatro Nazas.
Porque para mantener un auditorio con la atención al cien por ciento y las emociones más allá del Paso de Gato, se necesita además de talento, ofició, profesión y muchas tablas, Emoé de la Parra, se comió literalmente el escenario con su actuación en "Emily", obra que ella misma tradujo, dirige y actúa.
Porque sólo una gran actriz tiene la capacidad de dar las pinceladas escénicas correctas, para ofrecerle al espectador una acuarela de una de las poetizas norteamericanas más importantes, Emily Dickinson, quien pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de su casa de Amherst, a la que fueron trasladados los laguneros de la mano de la primerísima actriz.
Un texto sumamente complicado, no sólo por su extensión sino por la estructura poética que usaban los estadounidenses del Siglo XIX, fue interpretado con una musicalidad natural, que mantuvo un ritmo constante y la forma escénica durante todo el monólogo.
Más allá del atinado manejo de las emociones, los colores que la actriz le imprimió a la obra de William Luce y el retrato de un gran personaje de la historia universal de la literatura, el público lagunero fue testigo de la entrega que Emoé de la Parra realizó en las tablas del Nazas.
Con una escenografía sencilla, un vestuario de época no recargado y un juego inicial con el público, a quien la actriz trajo a su casa de Massachusetts, la directora y traductora, fue despedida entre una prolongada lluvia de aplausos y ovaciones, mientras enviaba muestras de cariño a compañeros y amigos suyos del teatro en La Laguna y fueron a acompañarla.
El Siglo de Torreón / Cortesía
