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Dankeschön 'Chema'

FEDERICO REYES HEROLES

Si la primera señal de todo buen escritor es su conversación, José María Pérez nació para charlar y para escribir. Lo recuerdo en pláticas interminables sobre algún autor en turno -porque siempre hay alguna nueva obsesión que guía sus pasos mentales- igual podía ser Musil, que Broch o Brecht. Íbamos a un pequeño restaurante cercano a la UNAM, "El Valentino" de Dolores Groman. Allí pasábamos buena parte de la tarde. Las migajas caían sobre la mesa, las canastas de pan se repetían, mientras la memoria de José María brincaba de un recuerdo a otro. Su larga estancia en Alemania, en la Universidad Libre de Berlín, sus peripecias en la embajada mexicana que le permitieron el tiempo para indagar en esa cultura. Nada había más importante en ese instante que una nueva pista intelectual que surgía de algún libro de muy reciente publicación que, por supuesto, Chema ya había leído o estaba e próximo a hacerlo.

Allí fue cuando le conocí un rasgo muy poco común en el medio: la generosidad. José María parece gozar más la vida intelectual en compañía. Por ese rasgo excepcional es que presta o regala revistas, libros, lo que tenga en frente, sin la menor advertencia de retorno. Y era esa misma generosidad la que derramaba en las clases en la Facultad. No fui su alumno, pero si testigo de esas maravillosas sesiones donde su embrujo de narrador atrapaba a los perplejos estudiantes, siempre con algún cigarro en la mano, gesticulando, modulando la voz. Su capacidad histriónica hacía de sus presentaciones un verdadero espectáculo. Él lo sabía, por eso preparaba las sesiones como si fueran una obra de teatro, con trama, con momentos de suspenso, con sorpresas. Quién podía aburrirse con un maestro que, incansable y sudoroso, devoraba las horas transmitiendo su infinita pasión por las ideas.

Pero Chema no nació rodeado de cultura alemana. Se fue haciendo de ella, desde la lengua misma que aprendió ya siendo un adulto y que conoce y habla de manera excepcional, hasta la selección de autores centrales, muchos de los cuales él presentó en México. Adorno, Horkheimer, Enzensberger, Habermas y por supuesto Canetti, uno de sus favoritos y muchos más. Comenzó en las páginas de La Cultura en México que coordinaba Monsiváis. Después sus textos aparecieron en Nexos. Él se encargaba de llegar a buen puerto, proponía las traducciones a las editoriales, traducía, organizaba coloquios, todo con la finalidad de difundir a un autor o a una corriente o una discusión determinada. El trabajo metódico y silencioso de Pérez Gay hizo que hablar de Bloch o Kraus se convirtiera en algo común en el medio. Pero ello era posible gracias a su dedicación y empeño.

Pero sus pasiones no tienen fronteras, el humanismo tampoco. Cómo olvidar sus textos sobre Cambodia, sobre los horrores del Jemer Rojo y de Pol Pot de los cuales en México no se hablaba. Y allí surge otro rasgo de este gran humanista: la vocación de servicio. José María podría perfectamente encerrarse en sus sanas obsesiones y vivir con ellas, en ellas y para ellas. Pero eso no le basta. Las ideas, su exposición, su intercambio, sirven para confrontar realidades y cambiar al mundo. Penetrar en los laberintos de la riqueza cultural alemana sirve para contrastar la miseria de otros. Quizá por eso el asunto del género lo tiene sin cuidado. ¿Qué es Pérez Gay, periodista cultural, filósofo, novelista, traductor, editor? La respuesta es sí, sí a todo. Y si el teatro hubiera sido necesario para difundir alguna idea seguro se convertiría en dramaturgo y lo haría bien.

Porque Pérez Gay sabe que las corrientes filosóficas, que las concepciones del mundo, que las visiones literarias, que una cultura toda, indefectiblemente cruzan por la palabra. Por eso su convicción profunda de cuidar las expresiones orales y escritas en todas sus minucias. Porque las palabras pueden arrojar luz, pero también oscuridad. Conocer el detalle de cada expresión es una forma de enriquecer el mundo. Su lectura de Paul Celan en una bella edición en los Cuadernos de la Memoria de la UAM retrata a Pérez Gay entero. Escribe una nota de presentación, elabora una muy útil cronología y por supuesto traduce la poesía. El paquete es completo.

Porque hay otro mérito de Chema que no puedo dejar de mencionar. "No vale más si no hace más", dice Cervantes. En todas partes hay farsantes y el mundo intelectual no es la excepción. Muchos navegan con la etiqueta sin tener obra. José María en cambio ha trabajado mucho. Su obra es vasta y eso habla de su discreta consistencia. El homenaje de Conaculta en la FIL es muy merecido. Lo veo venir caminando lento, cargado de alguna edición de Suhrkamp entre periódicos y revistas francesas, inglesas, italianas lo que sea, viene con la espalda inclinada de lado, con ese cabello blanco que porta orgulloso y elegante desde hace muchos años, con los ojos engrandecidos por los anteojos, lo veo y no me cabe duda de lo mucho que le debemos. ¡Felicidades Chema y gracias!

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