Dos personas que nunca se han mirado a los ojos se abrazan, se besan, lloran juntos. Comparten una tragedia íntima, indescriptible, para la cual no hay grado. La escena se repitió una y otra vez. La Caravana recorrió medio México siguiendo la ruta del horror, del dolor. Igual Morelos, Michoacán, San Luis o Zacatecas, sólo para tomar camino hacia Ciudad Juárez donde la sangre acumulada forma ríos y las lágrimas también. Por que al fin y al cabo ese código compartido de la desgracia se ha ido extendiendo sin pausa. Es ya una realidad cotidiana a la que no debemos acostumbrarnos: padres que pierden a sus hijos, hermanos que caen baleados, amigos que nunca se volverán a ver, estudiantes que cometieron el grave error de ir a una biblioteca. La lista crece y crece y también incluye a una madre que osó reclamar justicia por el homicidio de su hija y que murió acribillada en plena plaza pública de Chihuahua. Pasan las semanas, los meses y no hay respuesta de la autoridad.
El horror tocó ahora a un poeta, que de inmediato dejó el escritorio para salir a la calle. El poder de su arma puede ser enorme, sus municiones, bien cuidadas, no se acaban. Dar voz a las víctimas, sacudir almas para encauzar conciencias. Así de potente es la palabra bien usada. Ese es su gran capital y el gran reto: el respeto a la palabra. Por que la palabra también puede servir para el engaño, para ocultar verdades, para camuflar intenciones. La palabra se puede desprestigiar en segundos y una vez en el fango del desprestigio no hay forma de rescatarla. La novedad y frescura de la marcha que quiere transformarse en movimiento son un patrimonio invaluable. Por que promete ser la expresión ciudadana alejada de compromisos con los partidos. Se invoca el infinito dolor de los "corazones incendiados" para poner a las víctimas en el centro de la discusión.
El asunto es complejo, porque tendrán que referirse una y otra vez a las autoridades, deberán fijar posiciones y ya estamos metidos en la sucesión presidencial, en un ambiente muy viciado. Un error puede provocar la descalificación. De allí la alarma cuando en Juárez, por descontrol, quizá por ingenuidad, los ultras -siempre al acecho- colaron sus provocaciones. Juicio político a Calderón, a García Luna y de pasada a Lozano, retirar al Ejército de inmediato, exige alguien y ya entrados en gastos por qué no cancelar el Plan Mérida y de pasada 22 concesiones mineras, exigir tiempos oficiales para el movimiento en radio televisión y de una vez, rechazo a la reforma laboral y un aumento salarial de emergencia. Los pelos se erizan porque aparecen encapuchados que agreden a los policías, otros se autodesignan como miembros del EZLN. De pronto la pureza de un discurso ciudadano emanado del dolor queda en entredicho.
La reacción del poeta Sicilia no se hace esperar, la misma firmeza que frenó insultos contra el presidente, brota de nuevo. Mesura, matices, las palabras para construir puentes no como lanzas que anuncian otro tipo de "guerra" que desata las peores pasiones. Para que el movimiento tenga larga vida y encuentre sus coordenadas deberá ser blindado contra la sospecha, más aún en estos tiempos. Aprendices de poetas levantados en armas ya vimos, también vimos cómo las palabras se les fueron enredando hasta terminar convertidas en un amasijo de contradicciones envueltas en un facilismo literario. Pero el mensaje central está allí, la voz de las víctimas tiene hoy un registro más amplio y ahora corresponde a la autoridad dar respuestas.
No basta con abrir foro en el desprestigiado Legislativo. Los legisladores son especialistas en foros estériles. Pero su responsabilidad en el asunto es mayor: qué hay de una nueva ley de seguridad nacional; qué del nuevo Código Penal Federal; qué pueden ofrecer para la coordinación de policías; de dónde saldrán los dineros para aumentar el número de efectivos policiales y mejorar su capacitación. No basta con decir que la guerra es de Calderón o rebotar los señalamientos de una administración a otra, de un partido al adversario. Los legisladores son corresponsables y la demanda ciudadana, de las víctimas a las cuales Sicilia dio voz, apunta a asuntos muy concretos que están atrapados en sus curules. Es tiempo de dar la cara.
Y qué decir del Ejecutivo amachado en que su verdad es la única, en que, al no haber errores, no hay tampoco enmiendas necesarias, en que las decenas de miles de muertos son una turbulencia pasajera de la cual saldremos, pero que la ruta es la correcta. Mucho de soberbia oficial ha polarizado la discusión, el tono de autosuficiencia y la política del lodo en la información real hoy ahogan al Ejecutivo en la falta de credibilidad. De qué le sirvió que anunciara una disminución de la violencia en Juárez si nadie le creyó. Otro gallo le cantaría si esos anuncios los diera una instancia independiente.
Conmover almas es muy bueno, encauzar conciencias aún mejor. Ahí el reto.