¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?
¿A dónde vamos?
Quizá esta pregunta también se la haya hecho usted.
A nosotros, desde siempre nos han intrigado estas tres interrogantes.
Pero más se acentuaron cuando pasamos por las aulas donde se impartían las clases de la preparatoria.
Sobre todo cuando leíamos y releíamos las teorías de los grandes pensadores, que nos obligaron, y ya por nuestra cuenta personal, a extendernos al campo de los teólogos.
¿Somos sólo materia que, como ocurre con otras cosas, se acaba, muere y se extingue?
¿Nos parecemos en ese aspecto a los árboles, a las plantas, a las aves, a los demás seres del mundo animal que un día terminan su paso por este valle?
O hay algo más allá.
En casi todas las religiones se habla de un mundo aparte, del que venimos y al que regresaremos conforme a nuestros hechos u omisiones en esta vida.
Los que somos católicos o cristianos nos aferramos a la creencia de un Dios que nos espera pacientemente al final de nuestra vida, cumpliendo preceptos que nos ha dejado.
Y mientras seguimos buscando aquí y allá la respuesta a las tres preguntas iniciales, hemos encontrado cosas interesantes que siempre hemos compartido con ustedes en esta columna dominical, hablando de los valores personales, los de la familia, los de la amistad y el respeto a los demás.
Y conforme va pasando el tiempo, uno se siente mucho mejor estando en paz con los demás, especialmente con los más cercanos a nosotros y a nuestro corazón.
Cuando papá empezó a estar enfermito, después de haberlo visto tan sano siempre, cierta ocasión que salíamos de un consultorio donde el médico nos habló aparte de lo avanzado del mal de nuestro progenitor, ocultando nuestro pesar le dijimos a don Robe por qué no buscábamos también la paz de una confesión, conforme a nuestras creencias, y él, con mucha tranquilidad nos dijo: "No te preocupes, en los últimos años de mi vida me puse en paz conmigo mismo y con los demás. Me iría de aquí tranquilo para que tú también estés así". Y esta semana, mientras estábamos frente a la tumba donde reposan sus restos al lado de los de mamá volví a releer el mensaje ahí escrito y que dice: "Las cosas dejadas en manos de Dios son buenas, y ustedes están en manos de Él".