¡Qué febrero!
Más loco que los demás.
Y mire que hemos tenido mucho cuidado con la atención a nuestra salud.
Por aquello de Enero y Febrero.
Se dicen tantas cosas, y desde que tenemos uso de razón las escuchamos.
Algo de razón y de verdad han de tener.
Ese "Tren Siberiano" que pasó por estas tierras en días pasados, ha dejado una estela impresionante.
Apenas esa misma semana habíamos escrito aquí de las maravillas de la naturaleza, que se mostraban en todo su esplendor en nuestro jardín, cuando a los pocos días todo quedó arruinado: El gran aguacate, que esta vez tenía tempranas flores por todas partes, fue el más castigado quedando todo "achicharrado" por las temperaturas de hasta siete grados bajo cero. Lo mismo ocurrió con los geranios, los naranjos, los limones y los toronjos, incluyendo las muchas bugambilias que adornan el jardín.
Pero entre todo el impresionante escenario, algo resistió en forma milagrosa.
Fueron los duraznos que se negaron a morir y a los pocos días, para nuestra alegría, mostraban más hermosas que nunca sus flores color de rosa.
"Licho" nuestro amigo, encargado del lugar, estaba emocionado al mostrarnos los pequeños tallos verdes que se asomaban ya por entre algunas plantas, y nos decía: Esto ya resucitó, Bendito Dios.
No lo creerá pero tenemos la costumbre de platicar con nuestras plantas, y las clivias, por ejemplo, que en muchos lugares sólo asoman sus flores una o dos veces al año, con nosotros lo hacen todo el tiempo.
Lo mismo ocurre con las bugambilias que adornan muchas secciones del jardín . Bromeando, nuestra compañera de la vida nos dice, ya deberías inscribirte en un club de jardinería.
Pero esto del gusto por las flores lo heredamos de mamá, viendo cómo cuidaba su jardín en el pueblo natal, mismo que tanto extrañamos cuando llegamos a la gran ciudad.
El famoso tren nos pegó fuerte, pero también nos dejó una lección de fortaleza para seguir adelante, luchando por lo que queremos, así que reanimados y optimistas nos fuimos otra vez al vivero de don Pedro Balderas a la salida de Cd. Lerdo, Dgo. y resurtimos nuestro jardín. Por ahí andaba el padre Ezequiel Gallegos que bendecía plantas y personas, ojalá nos haya tocado algo de lo que con generosidad regalaba.