¿Qué nos llevamos?
Nada, absolutamente nada.
Dicen que a algunos que se van de esta vida, ni ropa ni zapatos les quieren poner.
Y es que ¿para qué les servirán donde no hay nada?
Lo único que se queda, y en muchísimos casos, sólo son los recuerdos buenos o malos que dejó el ya ausente.
Por ello nos siguen impactando todos los relatos que se hacen de una mujer, muy hermosa, que tenía ojos color violeta y que fue conocida mundialmente como Elizabeth Taylor.
Para algunos, su recuerdo es el que se casó muchas veces, pero para muchos otros el que hizo numerosas obras en bien de los que sufren.
Esto la ha hecho inmortal, más que su belleza, sus películas, los óscares que ganó, o la fortuna que logró acumular.
Fue una enamorada de México. En Puerto Vallarta conocimos la casa que tuvo ahí, donde dejó constancia del cariño por esta tierra.
En cambio muchos famosos, que lograron trascender por lo que hicieron, pronto desaparecerán de los recuerdos de quienes los trataron, porque por más fama y dinero que obtuvieron, no tuvieron el don o el privilegio de ver más allá de su entorno, menos de preocuparse por los que tanto necesitan y nada obtienen.
Todos los días, aquí y allá mueren personajes de alguna manera importantes en su comunidad, pero a los tres días están completamente olvidados.
En cambio, seres buenos, nobles y generosos, se extrañarán siempre, porque no conocieron el egoísmo y tuvieron la dicha de compartir sus logros con los más necesitados.
Desde sus primeros años en este valle, el ser humano busca la inmortalidad, avanza en sus investigaciones científicas y no puede encontrar, ni la camisa de la felicidad ni el tónico de la inmortalidad. Lo único que ha podido aceptar es que si actúa bien le irá mejor y si no, pronto será olvidado.
