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DE LA VIDA MISMA

La limpieza y sus dones

Por: Lic. Miguel Ángel Ruelas

Este tema lo abordamos con el deseo que usted nos ayude en una tarea que iniciamos desde la infancia.

Y lo hacemos porque hemos perdido algunos amigos, precisamente porque en su hogar, en su trabajo y en el mismo hospital en el que fueron internados, no hubo la limpieza ideal y en su organismo se adentraron virus que a la larga fueron mortales.

Esto de ser limpios en el cuerpo lo traemos por herencia.

Y lo de estar en un lugar, viviendo, trabajando o divirtiéndonos fue siempre uno de nuestros anhelos, ayudando a conseguir los medios adecuados para conseguir la limpieza adecuada.

De niños nos asombraba que mucha gente sólo acostumbraba a bañarse los sábados, mientras que en casa lo hacíamos a diario.

En la escuela formamos parte de las brigadas de aseo, por ser éstas escuelas públicas.

Y nuestro primer y único trabajo en esta vida, precisamente en esta casa estaba dentro del departamento de intendencia que era simple y sencillamente limpiar el lugar.

Llegamos y nos dieron una escoba como instrumento de trabajo, y es una lástima que no haya testigos de la forma en que fuimos transformando, primero el Departamento de Fotograbado y después otras áreas del periódico.

Y sobre este tema, esta semana tuvimos una gran experiencia, por vez primera, aunque no lo crean, nos metimos a la cocina de la casa, no a comer, sino a ayudar en la preparación de algo para comer o beber.

Nos fuimos de espaldas, nuestra compañera de siempre nos agarró por su cuenta. Se le ocurrió que debutáramos con una simple agüita de betabel.

¡Qué rollo! Lávate las manos y pon agua en esa vasija, un poco de azúcar, poco de jugo de naranja, ahora lava bien frutas y vegetales porque en los mercados hay muchas moscas y dejan terribles recuerdos en ellas, pica con cuidado y en pequeños trozos la lechuga, lávate otra vez las manos porque vas a picar los mangos, sigue la pera y luego la manzana, ahora el betabel. Fuiste al patio a ver la comida de los pajaritos y seguramente agarraste algo, lávate otra vez las manos, vacía con cuidado el agua, y así siguieron las instrucciones para una simple agüita de betabel.

Mañana te praparas porque por vez primera empezarás a ver cómo se hacen los huevos revueltos con jamón, que tanto te gustan.

Con el perdón de todos, nos rendimos.

Por ello viene a nuesta mente el estimado amigo Florentino Rodríguez que pasó por esta casa y la tuvo tan limpia que ganó EL SIGLO distinciones internacionales por ese concepto.

Pero cuántas cosas comemos por ahí, preparadas por gente que seguramente no se lava bien las manos, en lugares insalubres, y lo peor, en los hospitales, ¿cuántas bacterias flotan y cuántas van a parar a los pacientes?

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