Las cosas viejitas.
Qué tanto nos gusta guardar.
Y qué usamos de vez en cuando.
Como esos viejos zapatos.
Como ese viejo pantalón.
Como el viejo sombrero.
Algo tienen de maravilloso y de encantador para nosotros, por ello no es fácil tirarlos, o deshacernos de ellos.
Hace ya algunos años vino a la Comarca Lagunera el famoso actor John Wayne, y entre otros actores lo acompañaba el gran artista mexicano Ricardo Montalbán, con familiares en la región.
Escribíamos de espectáculos en aquellos tiempos y fuimos a las Dunas de Bilbao a hacer un reportaje sobre la filmación de Los Bandidos del Tren.
El encargado de las relaciones públicas, con quien hicimos amistad con el paso de los días, nos llevó directamente con John Wayne con quien platicamos largamente. Cuando se llegó el momento de tomar fotografías, Wayne me llamó aparte y me dijo: Te pido solamente que le digas a tu fotógrafo (Rafael González Jiménez) que nunca me retrate sin mi viejo y agujereado sombrero, y que también no me fotografíe cuando esté fumando, pues los médicos me lo han prohibido, porque dicen está acabando con mi vida".
Y cumplimos con lo prometido. En cada escena había que ver cómo John Wayne buscaba su viejo sombrero café y cómo se lo calaba con gran gusto.
Cuando terminó la filmación aquí, el artista nos llamó a mi compadre Rafael González y a este escribidor y nos dijo: En premio a que cumplieron cabalmente con lo que les pedí, van a conocer ahora mi avión particular, que les mostrará mi hijo Michael.
De esto nos acordamos el otro día que fuimos con don Jesús Castro a su sastrería que tiene junto a la Escuela Eva Sámano, a pedirle le pusiera el enésimo remiendo a un viejo pantalón claro, del que nunca queremos deshacernos, a pesar de las críticas que recibimos en nuestra misma casa.
Y así debe ser, las cosas viejitas, que tanto queremos, deben tener un lugar en nuestro corazón y en nuestro hogar, para nunca perder la sencillez que nos gustó desde siempre.
Que al fin y al cabo, las cosas lujosas y ostentosas no se hicieron para nosotros.