Y mucho más de lo que se imagina.
Esas pláticas en las que se evocan personas y cosas que aquí estuvieron.
Es como hacer ejercicios con la mente y sobre todo crear una especie de inmortalidad de seres especiales, que tratamos y extrañamos.
Cuando hace muchos años llegamos a esta Casa, todo era diferente. Enfrente en la esquina estaba la casa y consultorio del Dr. Hernández, en la otra, el negocio y casa de lo Lalo González y sus rectificaciones.
En seguida estaban las oficinas de un negocio dedicado al algodón, propiedad de Alejandro Pérez de la Vega y donde su ayudante Derbil se convertía en un maestro para nosotros.
Y en medio de la manzana quedaba el taller Hércules, de don Justiniano Campos, que usaba un viejo automóvil oscuro en el que soñábamos pasearnos.
Pasó el tiempo, y la propiedad del Dr. Hernández fue derrumbada, es hoy un solar vacío, en tanto que la de los González, fue después la Panadería Jalisco y hoy es estacionamiento.
Pero de los lugares cercanos más famosos y visitados destacaba la Casa de doña Julia, un restaurant de comida española que después administró don José Llavona, y donde disfrutamos de comelitonas en compañía de seres tan queridos como papá Roberto y el padre Beto Padilla.
Cerca de esta casa quedaba el negocio del Ing. Díaz y luego estaba la Algodonera Volkart y en la esquina un negocio donde se vendía y se cambiaba aceite automotriz a cargo del Güero López, amante del futbol y columnista de esta Diario.
En la esquina de Matamoros y Rodríguez estaba la Botica del señor Acosta.
Dando vuelta a la manzana, ya por Allende y Rodríguez quedaban las amplias instalaciones de la Abastecedora de Aguas donde uno de sus supervisores era Rodolfo Reyes. Una tarde que por ahí pasamos, Rodolfo nos comentó: Estos terrenos los van a vender y a nadie le quedan mejor que a ustedes, para que crezcan. Así iniciamos las gestiones para que EL SIGLO empezara a crecer y con ganas, adquiriendo esos terrenos y después muchos más.
Recuerdos que están ahí, sin que los borre el tiempo.
