Esta ciudad.
Que alguna vez fue hermosa.
No se da por vencida.
Sus ropajes están hechos girones, su rostro ajado, pero sigue siendo bella.
Su antes famosa y visitada Avenida Morelos, con sus docenas de palmas, que era el recorrido dominical de los jóvenes, está muy deteriorada, casi vacía.
Su Alameda Zaragoza, que debería ser un bello paseo, tiene asomos de gallardía, pero sigue siendo un zoco moruno sin muchos atractivos infantiles.
Su Bosque Venustiano Carranza necesita tanta atención que las mismas aves se han alejado.
Y por doquier se nota la ausencia de mano amiga que la atienda, le dé cariño y atención.
Su llamado Centro Histórico dá lástima con tanto local comercial que no ofrece atractivos para los compradores.
Si los clubes de servicio se decidieran darle una manita, mucho se lo agradecería esta que en un tiempo fue llamada La Perla de La Laguna.
Porque no todo se lo debemos dejar a la autoridad, tan ocupada en otros menesteres y tan rebasada por las exigencias que tiene esta metrópoli.
Algo debemos hacer también los particulares con iniciativa.
Cómo olvidar aquellos grupos juveniles que buscaban mejoras, como uno que se llamó Activo 20-30 y que dejó huella.
Cómo olvidar las tareas de los Leones que estaban por todas partes y que en algunas ocasiones nos invitaron a darles una manita con los Concursos llamados Premios Torres para la Niñez Estudiosa.
Cómo olvidar a los Rotarios emprendedores que tenían tareas importantes buscando mejoras para la población.
Y en lo particular a tantos que se preocupaban por su comunidad, como don Alonso Gómez Aguirre, el maestro Alejandro Vilalta, Luis Díaz Flores y Alfonso Garibay Fernández.
Tantos que por aquí pasaron con un liderazgo inolvidable que tanto ayudó a esta ciudad.
Hoy es el turno de una juventud que podría interesarse por esta urbe, que requiere de la atención, el cariño y cuidado de sus habitantes.
Es su turno.
