Por: Lic. Miguel Ángel Ruelas
El agradecimiento
Es un sentimiento tan hondo y profundo que no tiene fecha de caducidad, y que dura para siempre.
Es la muestra eterna del agradecimiento que una persona, de las llamadas bien nacidas, tiene hacia quien le hace un bien.
Pasan los días, los meses y los años, y ese sentimiento se va afirmando cada vez más.
Es comparado con el sentimiento más grande que hay en el mundo de los humanos: el verdadero amor.
Y no es pagar para corresponder un favor recibido, sino la mejor muestra de cariño y respeto hacia alguien especial en nuestra vida.
Y esto lo decimos porque sentimos un profundo agradecimiento hacia muchísimas personas que han cruzado por nuestra vida y nos han dejado los dones de su bondad y de su ejemplo.
Los tres primeros y más importantes en nuestro vivir, los mencionamos últimamente en ceremonias donde nos han distinguido por algo inmerecido.
Ahí hemos dicho que somos el producto de tres personas:
Nuestra madre, que no sólo nos dio el ser ante tanta adversidad que tuvo por ser casi una niña al traernos a este mundo. Todo se le vino encima, pero supo sacarnos adelante.
Nos enseñó a respetar al prójimo, a tratar de ayudarlo como lo hizo ella con tantos.
Nuestra compañera de la vida, que nos conoció sin tener nada y tuvo fe y nos ha ayudado siempre a salir adelante, a pesar de tanta adversidad, a darnos hijos maravillosos que ahora nos regalan nietos tan queridos. Mientras otros nos rechazaban por nuestra condición, ella nos ha respaldado siempre, nos ha aceptado con nuestros defectos y ha sabido esperarnos en cada etapa, buscando siempre lo mejor.
Y a don Antonio de Juambelz, porque nos enseñó a volar muy alto, confiado en que nuestras aparentemente endebles alas podían soportar el peso de una gran empresa.
A ellos, mil gracias y esperamos nunca defraudarlos.
Después, las tenemos que dar a tanta gente.
Porque también hay los mal agradecidos, de los que ni queremos hablar.