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De lugares y anécdotas

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Soy hombre de costumbres e ideas fijas, sin fanatismos. Por eso suelo frecuentar los mismos lugares y compartir con las mismas personas.

Hace unos cuantos días me cité a desayunar con mi amigo Luis García Abusaíd en mi restaurante favorito para esas horas. "Los Desayunos del Cuate".

En ese lugar se desayuna delicioso y no obstante el origen de su dueño, El Cuate Jaik, los precios son módicos. Pero sobre todo tiene excelente cocina.

Pues hete aquí que estábamos en amena charla sobre la historia de la Universidad de Coahuila, sobre todo la parte de la autonomía, cuando un poco antes de las diez de la mañana sonó a escasos metros de la terraza una ráfaga de balazos que nos hizo que todos los comensales nos lanzáramos al suelo. Como si hubieran dado una orden militar y como cada cual pudo, nos pusimos pecho tierra.

Yo, sin soltar el cigarrillo que fumaba en ese momento, simplemente me dejé caer a un lado de la mesa. Luis salió reptando para refugiarse en el área cerrada y cada quien se protegió como Dios le dio a entender.

Debo aclarar que los balazos no iban dirigidos al restaurante, sino que el incidente fue protagonizado por tipos que viajaban en dos camionetas que venían por el bulevar tiroteándose, pero los balazos se escuchaban al lado nuestro.

Cuando pasó todo, nos fuimos incorporando poco a poco y por fortuna todos estábamos bien, porque insisto el ataque no fue dirigido al recinto. Pero en la confusión, vi salir al primo del Cuate, un médico de nombre Jesús, preguntando si todos estábamos bien y alcancé a escuchar que un hombre dijo, con voz que no parecía de herido. "A mí me dieron". El médico en cumplimiento de su deber se acercó al presunto herido, sólo para comprobar que estaba ileso y que lo que él creía era una herida (porque decía sentir caliente y le chorreaba) era una taza de café que en la confusión le lanzaron en la espalda.

Lo interesante del caso es que pasado el susto, todo mundo volvió a sus lugares y nadie se fue apresuradamente del restaurante y todos pagamos religiosamente nuestras cuentas, para fortuna del Cuate.

Al día siguiente, casi como todos los días, volví al restaurante y venturosamente estaba lleno, como siempre; y lo hice sólo para pedirle al Cuate que me diera una credencial de cliente frecuente y sobreviviente a los sustos a que todos estamos expuestos en estos tiempos difíciles.

No hay mejor lugar para desayunar y charlar que ese restaurante del Cuate. Además, aunque uno fuera solo, siempre encontrará personas conocidas y amables con las cuales se puede platicar a gusto. Por eso seguiré yendo a ese lugar agradable y de buena cocina gentilmente atendido por su propietario El Cuate.

En otro tema, este pasado fin de semana estuve fuera de la ciudad y cuando regresé me enteré del fallecimiento de don Homero del Bosque, hombre bueno, historiador y mejor amigo.

Los sábados suelo comer con un conocido grupo de amigos en El Parque España y durante años don Homero acudía esos mismos días a jugar dominó con un grupo de españoles.

Siempre afable, pasaba a saludar a quienes ahí nos dábamos cita y cuando le preguntábamos "¿Qué anda haciendo?", respondía: "Vengo a ganarles el domingo de mis nietos". Él decía que de esa mesa de "pichones" sacaba lo suficiente para complacer a todos sus nietos.

Don Homero tuvo una larga vida, fructífera y generosa. Le gustaba la poesía y la oratoria, tanto así que muchas veces, cuando mi amiga Blanca Sesma acudía a esas comidas y don Homero la veía, invariablemente le recitaba un poema a unos lindos ojos. Algo recóndito y grato le deben haber recordado esos ojos para que se supiera, como muchos otros poemas, ése de memoria con el que se deleitaba y nos deleitaba.

Sé que mis amigos Cecy y Ricardo, deben estar pasando momentos difíciles. Pero tienen que admitir que tanto ellos, como nosotros sus amigos, disfrutamos a don Homero tanto como Dios quiso y él se debe de haber marchado feliz por haber vivido una vida tan plena.

Ya no habrá quién nos declame en El Parque, pero sus palabras y su presencia siempre permanecerán con nosotros.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano":

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