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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES MIRADOR

ARMANDO CAMORRA

Hermosa catedral es la de Puebla, tanto que -según se dice- fue construida por los ángeles.

En una de sus capillas están depositados los restos mortales de Miguel Miramón. La placa que anuncia eso fue redactada con torpeza. Dice: "... el tristemente famoso general...". No hay generosidad ni buen sentido en ofender así a un muerto en el sitio de su descanso eterno.

Sin embargo una mano anónima se aplicó a la tarea de borrar la palabra "tristemente". Cumplió con eso un acto de justicia. Miramón es uno de los mexicanos que con mayor hondura ha amado a este país. Quizá pueda decirse de él que estuvo equivocado, pero no merece la tacha de traidor, a menos que con ella se califique a la inmensa mayoría de los mexicanos de su tiempo.

Si supiera yo qué mano anónima fue aquélla, la estrecharía con honor. Por sobre las mentiras y falsedades que la historia oficial nos ha endilgado, un buen mexicano -o una buena mexicana- hizo justicia a otro buen mexicano.

¡Hasta mañana!..

La palabra "piropo" es hermosa. Hay en ella un asomo de fuego. El piropo es requiebro galante, encendida lisonja que se dice a una mujer para encomiar su belleza. "Señora -le dijo cierto joven a una linda anciana de ésas que pese a la edad cuidan de su persona y su apariencia-. ¡Quién tuviera 50 años más!". Desde luego hay piropos muy rudos. Al paso de una mujer de abundoso caderamen los léperos de barrio solían exclamar con admirada hipérbole: "¡Ay, mamá, qué tren tan largo! ¡Nomás el caboose le veo!". El caboose era el último vagón de un tren de carga. A esa tosca lisonja algunos majaderos añadían otra más erizada aún, referida al ondulante movimiento de aquel pomposo tafanario: "Si como lo menea lo bate ¡qué sabroso chocolate!". Todo esto viene a cuento para contar lo que hizo don Algón cuando una chica de esplendorosa derrería, vale decir de glúteos exultantes, se le presentó en su oficina y le pidió empleo como secretaria. Ipso facto, incontinenti, o sea con prontitud, el salaz ejecutivo llamó a su jefe de personal y le ordenó que contratara a la solicitante. "Pero, señor -objetó el hombre-. No hay ninguna plaza disponible. Tenemos todas las secretarias que necesitamos". "Contrátela -le indicó, premioso, don Algón sin quitar la vista de los rotundos hemisferios de la muchacha-. Si no hay plaza de secretaria, de cualquier modo me hace falta un pisapapeles". En el actual sexenio muchas designaciones de funcionarios se han hecho sin tomar en cuenta criterios de eficiencia, sino atendiendo a consideraciones de partidismo o amistad. Desde luego eso sucede en todas partes, pues aquí, allá y acullá el destino final de la política radica en el discreto encanto de la nómina. Pero ahora que hay tanto desempleo en México debería emitirse una ley por la cual cada cargo estaría ocupado por dos personas: una para desempeñarlo eficazmente, y otra para hacer acto de presencia en desayunos, comidas y ceremonias oficiales. Así se aliviarían al mismo tiempo dos quebrantos que sufre la Nación: el de la falta de empleo y el de la ineficiencia en el desempeño de las funciones oficiales... Cumplido he por este día mi labor de orientar a la República. Paso en seguida a relatar algunos cuentecillos que pongan luz en el alma colectiva, oscurecida hoy por tantos males, desdichas, infortunios, agobios, pesadumbres y jodederas, si me es permitida esta última expresión, poco ática, lo sé... Pirulina fue a confesarse con el padre Arsilio. "Me acuso -le dijo-, de que estoy haciendo el amor con un hombre casado". Inquiere el sacerdote: "¿Cuántas veces lo has hecho?". "Diez veces, padre -responde, avergonzada, Pirulina-. Pero es que apenas nos conocimos ayer"... Capronio iba por la calle. Se le plantó enfrente un individuo y le dijo: "Gomiro: ¡eres un vil ladrón, un sinvergüenza, un estafador, un farsante, un sablista, un timador!". Así diciendo, el sujeto le propinó a Capronio una trompada tal que lo dejó tendido en tierra, tras de lo cual se alejó mascullando una retahíla de maldiciones. No hizo nada Capronio . Se limitó a ponerse en pie, sacudirse la ropa y sobarse la dolorida parte donde recibió aquel fuerte mamporro. Un señor que pasaba le pregunta: "¿Por qué no hizo usted nada para defenderse?". Responde Capronio: "¿Qué quería usted que hiciera? ¡Lo único equivocado que dijo ese fulano fue mi nombre!"... Empédocles Etílez llegó a su casa portando un six de cerveza. "¿Otro?" -exclamó su esposa, airada. "Mujer -opuso el temulento-. Para ti esto es un six-pack. Para mí es un grupo de apoyo".... Al regresar de su luna de miel Lubricio fue con un cirujano plástico y le dijo: "Mi esposa, doctor, tiene tres bubis". "Desusado es el número, a fe mía -replicó el facultativo, que cuando hablaba así cobraba más cara la consulta-. ¿Quiere usted que le extirpe una?". "¡De ninguna manera! -se alarmó el visitante-. ¡Lo que quiero es que me implante a mí otra mano!"... FIN.

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