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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES MIRADOR

ARMANDO CAMORRA

Según es bien sabido las sirenas cantan, y con su canto pierden a los hombres. Pues bien: yo conocí a una que no podía cantar. Desafinaba lamentablemente.

En esas condiciones una sirena no puede perder a ningún hombre. Los marineros pasaban en sus barcos frente a la roca en que cantaba, y se reían de ella; le lanzaban silbidos y cuchufletas. Fue inútil que tomara lecciones de canto: seguía desafinando.

Cierto día la sirena supo con asombro que un hombre se había enamorado de ella al oírla cantar. Y es que aquel hombre no tenía oído para el canto, pero tenía corazón para el amor. Así, la canción de la sirena le sonó a música del cielo.

De este relato saco una moraleja: la voz de la persona amada es siempre la mejor canción.

¡Hasta mañana!...

Pirulina se estaba confesando con el padre Arsilio: "Me acuso, padre, de ira". "Mortal pecado es ése, hija mía -la amonestó el buen sacerdote-. La ira es mala consejera". "No me dejó terminar, padre -aclara Pirulina-. Me acuso de ir-a la cama con Pedro, Juan, Rodolfo, Antonio, Pablo, Manuel, Luis.". Le dice la señora a su marido: "¡Qué mirada tan potente tienes, Cornuliano! ¡No hemos tenido sexo en cinco años, pero la otra noche te me quedaste viendo cuando salí del baño, y ahora me entero de que estoy embarazada!". Las prisas de la modernidad han hecho que las películas sean ahora las novelas de la gente común. Y es que todo se va acortando -¡ay de mí, todo!-: las distancias, el tiempo, y hasta las palabras, con esos lenguajes nuevos de la red. Hubo un tiempo en que las novelas eran tan necesarias como el pan. Los habitantes de las aldeas inglesas salían a las afueras de su villorrio a esperar la diligencia en que venían los periódicos de Londres, y materialmente la asaltaban a fin de apoderarse de la página que contenía el nuevo capítulo de la novela de Dickens -sus obras se publicaban por entregas-, para leerlo ahí mismo, a la orilla del camino, y saber antes que nadie si la pequeña Nell había muerto o no. Ahora ya casi nadie tiene tiempo para leer. Dice Pipo Lanarts, crítico de arte: "Los escritores abundan -hay uno en cada esquina-, pero escasean los lectores". En efecto, he sabido que en cierta ciudad queda uno solamente, y el infeliz no puede salir de su casa, pues lo acomete una turba de literatos que le tienden con ansiedad sus cuentos, poemas, ensayos o novelas, y le suplican que los lea, y hasta le prometen pagos en dinero o en especie: el autor de un texto sobre ética y moral le ofreció cederle por una noche a su mujer con tal de que leyera su obra. La gente, en cambio, va con frecuencia al cine, y alquila películas para verlas en su casa. Yo acabo de ver una, extraordinaria. Se llama "The band's visit", en español "La banda nos visita", y es una obra maestra del director israelí Eran Kolirin. Llena de lirismo, de humor tierno que me hizo recordar a Jacques Tati, la película trata de un grupo de ocho músicos egipcios, la Banda Ceremonial de la Policía de Alejandría, que son invitados a tocar en una ciudad pequeña de Israel. Por error van a dar a un pueblo alejado. Ahí una mujer recia por fuera, pero por dentro dulce y amorosa, se compadece de ellos y les ofrece ayuda. Lo que sucede esa noche entre egipcios e israelíes -que tan violentos enemigos fueron durante muchos años- es el tema de esta bellísima película, tan breve que ni siquiera alcanza los 90 minutos consabidos, pero que sin sermones ni efectismos brinda una cálida lección de humanidad. Al leer acerca de ella aprendí que la humana estupidez puede encontrarse en todas partes. Israel envió el film a concursar por el Oscar a la mejor película extranjera, y la Academia de Hollywood lo rechazó porque más del 50 por ciento de su diálogo está en idioma inglés. ¿Cómo podían entenderse entonces los personajes de la película, si unos hablaban árabe y hebreo otros? Además su inglés era tan defectuoso que la película tiene subtítulos incluso cuando se habla en esa lengua. Ni siquiera tan supina necedad hace que se disuelva la esperanza expresada en la cinta: por encima de diferencias de raza, nacionalidad, cultura y credos religiosos, los hombres guardan sentimientos de bondad que al final los unirá más allá de gobiernos y políticas. Ojalá mis cuatro lectores vean esa película. En los oscuros días que vivimos necesitamos mensajes de amor y bien como el que sin discursos nos entrega "La banda nos visita". El recién casado llegó a su casa por la noche y vio algo que lo dejó estupefacto: su flamante mujercita, desnuda por completo, se resbalaba una y otra vez por el barandal de la escalera que conducía al segundo piso. "¿Qué haces?" -le preguntó asombrado. Responde ella: "Aquí, calentándote la cena". (No le entendí). FIN.

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