Una recién casada le comentó a su mamá: "Con todo lo que comí en las fiestas de Navidad y Año Nuevo subí mucho de peso. Por lo menos traigo encima un kilo y medio más''. Le aconseja la señora: "Eso se quita con dos mangos''. "¿Dos mangos?'' -se interesa la muchacha-. "Sí, -confirma la mamá-. El de la escoba y el del trapeador''... El alcaide de la prisión interrogaba a un reo que había intentado fugarse. Le pregunta: "¿Por qué trataste de escapar?''. Responde el individuo: "La comida es muy mala''. "No es cierto -lo contradice el director-. Yo mismo cuido de que los alimentos sean buenos y frescos. Ahora dime: ¿con qué rompiste las barras de hierro de tu celda?''. Replica el prisionero: "Con un pedazo de pan que me sobró de la comida''... Don Wormilio, sufrido empleado de don Algón, decía con un suspiro: "¡Cómo quisiera que mi jefe fuera el Arzobispo!''. "¿Por qué el Arzobispo?'' -se sorprende uno de sus compañeros. "Explica don Wormilio: "Porque entonces lo único que tendría que besarle sería el anillo''... Por estas mismas fechas, el próximo año, entrará en vigor en Estados Unidos una ley por la cual las cajetillas de cigarros deberán llevar en una de sus caras la fotografía de un enfermo terminal de cáncer. Muchos han dado ya autorización para que su retrato sea exhibido así, con los estragos de la enfermedad que les causó el hábito de fumar, y que ineluctablemente los llevará a la muerte tras una penosísima agonía. Entiendo que el vicio del cigarro es uno de los que se arraigan con más fuerza en las personas. Entiendo también que renunciar a él es muy difícil. Sin embargo, millones de fumadores han conseguido vencer el hábito, y gozan ahora los muchos beneficios que derivan de superar esa adicción. Dejar el cigarrillo puede ser, más que un propósito de año nuevo, un propósito de vida, pues la vida misma del fumador está en riesgo. Quien tiene el vicio de fumar debe escoger entre seguir viviendo a plenitud o seguir atado a ese maldito cilindro de tabaco y papel que tantos daños causa. Mi padre fue extremado fumador. Enfermó un día de tal manera que el médico, amigo suyo, le advirtió que si seguía fumando iba a morir. "Piensa en tu esposa y tus hijos" -le pidió. Desde ese día mi padre no volvió a fumar. La cajetilla de cigarros que había empezado quedó sobre el buró. Estuvo un año ahí. El día en que ese aniversario se cumplió, mi padre, liberado ya de aquella insana dependencia, tomó en su mano la cajetilla, la arrugó frente a nosotros, y la echó a la basura en gesto de victoria. El amor a su familia había triunfado sobre la absurda costumbre de fumar. En todo fumador reside esa misma capacidad de triunfo. Todo es cuestión de que tenga deseos de vivir. Un señor fue a la capital a tratar un asunto de orden administrativo. Para eso debía entrevistar a varios funcionarios públicos, y ya se sabe lo que es eso: antesalas; evasivas; vueltas y más vueltas. En tales andanzas el señor se topó con un amigo suyo, capitalino, y éste lo invitó a una fiesta. Ahí conoció a una muchacha de opulentos encantos corporales. Entabló conversación con ella, y después de llevarla al jardín le propuso que lo acompañara a pasar un agradable rato en su hotel. La muchacha le respondió sencillamente: "No''. Al oír aquello el hombre se desmayó, La chica, asustada, logró después de un rato hacer que el individuo volviera en sí. "¿Por qué te desmayaste? -le pregunta-. ¿Tanto así te afectó mi negativa?''. "No, -responde el tipo-. Me desmayé porque es la primera vez en dos semanas que alguien me da una respuesta definitiva''... Doña Gordoloba pesaba 180 kilos. Fue con el médico de la familia, quien pensó que la señora iba a verlo a propósito de su problema de gordura. A otra cosa iba doña Gordoloba. "Doctor -le dice-. Mi esposo ha perdido interés en el sexo. Ya ni siquiera me mira''. "Señora -le pregunta el doctor con delicada cautela-. ¿No ha pensado usted en una dieta?''. "¡Uh, doctor! -se burla Gordoloba-. ¡Si bien comido no me hace nada, imagínese usted si lo pongo a dieta!''... La clase trabajadora sufre penalidades de todo orden. Una obrera se casó. Al empezar la noche de bodas contempló con mirada escrutadora la anatomía de su flamante maridito, y luego exclamó con disgusto: "¡Carajo! ¡Toda la vida con salario mínimo, y ahora esto también mínimo!''... FIN.